Cómo Vladimir Putin está dando la vuelta a su invasión de Ucrania

El presidente ruso, Vladimir Putin. | Kremlin, Wikimedia
Comparte esta noticia:

Madrid. Casi cuatro meses después del catastrófico intento de capturar Kiev, el presidente ruso, Vladimir Putin, ha dado la vuelta a su invasión de Ucrania. Tropas rusas ocupan una quinta parte del país. Moscú consolida su control de la franja de territorio meridional entre el Donbás y Crimea.

En el óblast (provincia ucraniana) de Lugansk los ucranianos tendrán que retirarse de Severodonetsk para evitar ser acorralados. En el vecino óblast de Donetsk controlan poco territorio. La conquista rusa de todo el Donbás (Lugansk y Donetsk) es inevitable. La población conjunta de ambos óblasts antes de la agresión de Putin ascendía a 6,4 millones de personas.

Las potencias occidentales se niegan a entregar tanques, cazas, bombarderos y artillería y cohetes de alcance medio a Ucrania. Afortunadamente, la situación de Ucrania oriental y meridional no es tan desesperada como la de El Álamo (Estados Unidos). En la población tejana, en 1836, menos de doscientos americanos murieron, pero infligieron durante trece días 600 bajas al ejército de 2.000 tropas del dictador mexicano Antonio López de Santa Anna. El comandante de El Álamo, William Travis, sentenció que en dichas situaciones los hechos son brutales.

Los discursos virtuales a parlamentos, visitas al frente y alocuciones diarias a la población del presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, tienen un límite. Zelenski se equivoca con su estrategia de sacrificar tropas y ciudades martirizadas (Mariúpol, Severodonetsk) en lugar de crear un frente infranqueable aprovechando el río Dniéper. Kiev y Ucrania occidental al oeste del río Dniéper no corren peligro. Su población siempre ha querido integrarse en la Unión Europea (UE) y la OTAN. Unas fuerzas armadas de 255.000 efectivos y la presencia y lucha de la mayoría de los varones entre 18 y 60 años lo garantizan.

Las potencias emergentes financian la guerra de Putin

China, India, Brasil, México, Turquía, Indonesia y otros países emergentes siguen comprando petróleo, gas natural, cereales y metales a Rusia. Putin les ofrece descuentos. Conjuntamente, dichas potencias suman 3,3 billones de personas y un PIB de 27 billones de dólares. La coalición occidental está integrada por EEUU, UE, Reino Unido, Japón, Corea del Sur, Australia, Taiwán y Singapur. Su PIB asciende a 57 billones de dólares. Pero la diplomacia occidental no ha conseguido por ahora que ninguna potencia emergente rompa con Moscú.

El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), ha boicoteado la cumbre de Las Américas en Los Ángeles ante la acertada decisión del presidente estadounidense, Joe Biden, de no invitar a Miguel Díaz-Canel, Nicolás Maduro y Daniel Ortega. Son los dictadores de Cuba, Venezuela y Nicaragua, respectivamente. Los jefes de estado de El Salvador, Honduras y Guatemala tampoco se han desplazado a Los Ángeles. Biden parece haber perdido su pulso con AMLO. Sus asesores intentan consensuar algún anuncio sobre la lucha contra el cambio climático con Jair Bolsonaro, cuya gestión de la COVID-19 está en las antípodas de la del presidente de EEUU. Bolsonaro o Lula da Silva ocuparán la presidencia de Brasil después de las elecciones de octubre.

Este domingo, 19 de junio, si se impone Gustavo Petro en las presidenciales colombianas, Washington no contará con aliados en América Latina. Alberto Fernández (Argentina, peronista), Gabriel Boric (Chile, Frente Amplio, sin estudios universitarios), Jair Bolsonaro/Lula da Silva, Pedro Castillo (Perú, izquierdista) y Luis Arce (Bolivia, Movimiento al Socialismo) fomentarán sus lazos comerciales e inversiones con China y Rusia.

Objetivo de imposible cumplimiento

Los líderes occidentales también se han fijado objetivos inalcanzables. Rusia suministró 155.000 millones de metros cúbicos de gas natural a la UE el año pasado. Supuso el 43 % del consumo de los 27. España debió apostar hace años por reforzar su liderazgo en regasificación de Gas Natural Licuado (GNL). Cuenta con seis plantas y el 35 % de la capacidad de almacenamiento de GNL de Europa.

La cumbre de la OTAN en Madrid el 29 y 30 de junio ofrece seguramente la última oportunidad a Pedro Sánchez de proyectar liderazgo en Europa y el mundo. Desgraciadamente, con socios radicales difícilmente modificará la percepción que Biden y jefes de gobierno europeos tienen de él. Las plantas de licuefacción de EEUU y las de regasificación europeas (UE y Reino Unido) están operando a plena capacidad.

La Comisión Europea y las principales economías europeas presionan a Catar, Australia y Noruega para que aporten más gas, que es GNL en el caso de EEUU, Catar y Australia. EEUU aportará 20.000 millones de metros cúbicos en 2022. Catar y Australia quizás pueden incrementar marginalmente sus exportaciones, pero pagarían un precio por no cumplir sus contratos de suministro a potencias asiáticas.

Ningún país ha tenido una estrategia coherente y eficaz para desatascar las cadenas de producción y distribución que han situado la inflación en máximos de cuarenta años. El presidente chino, Xi Jinping, deberá explicar por qué confinó durante semanas a los 25 millones de habitantes de Shanghái, el mayor puerto del mundo. Pekín reconoce que su economía quizás no superará un crecimiento del 5 % este año.

Las generaciones jóvenes en países occidentales no han vivido tasas de inflación superiores a 8 % (EEUU y Reino Unido) o 7 % en el caso de la UE y eurozona. Es posible que se mantengan más de un año. Es deseable que se recupere el consumo y el turismo. Pero no para sumir en la deuda a una población que incluso en países desarrollados tendrá problemas para cubrir los necesarios gastos en alimentación, energía y transporte.

La ONU proyecta que este año la incapacidad de exportar cereales de Ucrania sumirá a 323 millones de personas en la inseguridad alimentaria, a un paso de la hambruna para los países más pobres en África, Asia y Oriente Medio. Putin no dudará en utilizar sus exportaciones de cereales como arma de guerra para debilitar a la coalición occidental.

Este sinfín de calamidades no se resolverá ni en 2023 con proyecciones de imposible cumplimiento. Los líderes de la UE ahora anuncian la prohibición de fabricación de vehículos propulsados por hidrocarburos en 2035. Ya nos hemos acostumbrado a la guerra contra el vehículo privado no eléctrico que libra la izquierda europea. En Europa, la centroderecha debe explicarnos cómo pretende renovar el parque automovilístico de 500 millones de personas (UE-27 más Reino Unido) sin hundir a los fabricantes del viejo continente.

La incapacidad de forzar a los emergentes a plantar cara a Vladimir Putin. Los imposibles objetivos de reducción del gas natural ruso suministrado a Europa en 2022. La ola de hambre que sufrirán los países más pobres. El paraíso medioambiental de una Europa con vehículos eléctricos en 2035. Demasiadas oportunidades para que Putin continúe empleando una estrategia que le mantiene en el Kremlin desde hace 22 años: explotar las divisiones de rivales y fidelizar a potencias afines.

Alexandre Muns

Dr. Alexandre Muns Rubiol Professor, OBS & EAE Business School y exasesor del presidente del Banco Mundial

También te podría gustar...

1 respuesta

  1. Maite Tralkero Gimeno dice:

    Ha sidio muy interesante,ameno y sobretodo informativo el reportaje de Alexandre Muns https://asianortheast.com/author/alexandre-muns/

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *