Tokio 2020 (IV): Pescar en aguas revueltas

Supervisor de la Organización Internacional de Energía Atómica en la central nuclear de Fukushima. | OIEA
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Madrid. Preguntado por el destino del agua contaminada que se acumula en la central de Fukushima Daiichi ocho años después del accidente nuclear, el ministro japonés saliente de Medio Ambiente, Yoshiaki Harada, ha dicho: “Creo que no hay más opción que verterla al mar”, ante la falta de espacio en el que almacenarla.

Como opinión personal, en su despedida del Gobierno de Shinzo Abe, el ministro alerta de que el terreno acotado a la central nuclear se acaba y el millar de tanques que sirven de almacén provisional es insuficiente.

La imagen aérea de la planta asemeja el aspecto del plástico de burbujas, con depósitos blancos, grises y azules. El agua empleada para enfriar los reactores afectados por el terremoto -de nueve grados en la escala Richter- y el posterior tsunami se mezcla en los depósitos con la que procede de las colinas cercanas.

En el océano termina desde hace un lustro el líquido por debajo del nivel permitido de contaminación. Los pescadores del noreste del país se oponen a aumentar los vertidos controlados al Pacífico, a ver limitadas, por tanto, las zonas de pesca y la confianza de los consumidores.

El desastre de Fukushima Daiichi puso en vilo desde el 11 de marzo de 2011 a Japón, los países vecinos y el resto del planeta. La fusión de tres reactores y la explosión de otro encendieron las alarmas.

La génesis del nuevo intento por conseguir la designación de Tokio como sede olímpica había sido anunciada en julio de ese año. La candidatura a los Juegos de 2020 contaba con un impulso: servir de homenaje a las cerca de 20.000 víctimas mortales de la catástrofe natural. De hecho, en Fukushima se disputarán partidos de béisbol y sóftbol.

El estadounidense Avery Brundage da cuenta en sus Memorias de los fastos que Japón destinó a la organización de los Juegos del 64. Brundage ejercía como presidente del Comité Olímpico Internacional (COI) cuando Tokio acogió por vez primera la llama olímpica. En muestra de compromiso, Japón invirtió tres mil millones de dólares para el desarrollo del evento.

A su juicio, este fue el inicio de la recuperación nipona en negocios, industria y bellas artes que sorprendió al mundo. El jefe del olimpismo, que consideró desproporcionada la cantidad invertida, buscaba una explicación en la mejora de los resultados deportivos de Japón.

El pequeño Masashi Mizukami vivía entonces en Tokio. Acudía de visita, como estudiante de la escuela primaria, a los lugares en que se realizaban las pruebas. Del maratón, que se disputó por las calles de la ciudad, una carrera abierta al público, quedó impresionado con un atleta: el etíope Abebe Bikila, el primer africano en lograr una medalla de oro, con récord olímpico, cuatro años antes en Roma: descalzo, en dos horas, quince minutos y dieciséis segundos.

Mizukami aún recuerda la gesta del etíope, que repitió el triunfo, ya con zapatillas, en el asfalto tokiota: “Tal vez después de Roma ganó algún dinero para comprarlas”.

Hoy Mizukami representa, como embajador, a Japón en España y atiende a ASIAnortheast.com en su residencia en Madrid, con motivo de un acto que coincide con una cifra redonda en la cuenta atrás para Tokio 2020: 400 días.

“Las grandes razones que queremos mostrar como sede es la recuperación después del gran tsunami de 2011. Mostrar un Japón ya recuperado, que vive tranquilamente”, afirma.

Las comparaciones surgen sin preguntas. El embajador identifica el pasado con el presente, relaciona situaciones, contextualiza. Tokio quedó completamente destruida” al final de la segunda guerra mundial, pero “Japón se recuperó de esta situación. Los japoneses trabajaron para hacer una ciudad renovada”.

Tokio renunció a los Juegos del 40 en favor de la empresa colonial. La conquista de China valía más en la visión imperialista de la época, para el reconocimiento internacional por la fuerza, que poner el país a disposición de un movimiento, el olímpico, que apadrinaba la idea de que el deporte es la terapia correcta para curar la enfermedad de la guerra.

La mentalidad cambió una vez concluidas las hostilidades. El escaparate de los Juegos no resultó indiferente. Los esfuerzos dedicados a reconstruir la capital desembocaron en el 64.

Para la ocasión, el Gobierno de Abe ha distribuido a las embajadas en el extranjero la lección aprendida el siglo pasado: “Queremos transmitir una imagen cultural. Antes la cultura se relacionaba con las bellas artes. Pensamos que el deporte es parte de la cultura, como también la gastronomía. Ampliando el concepto de cultura, eso significa cómo vivir”. Es decir, “difundir nuestra realidad a los extranjeros”, resume Mizukami.

El embajador tampoco es ajeno a los problemas que Japón tiene en frente, como el envejecimiento de la sociedad, que considera “una cuestión mundial, no solamente de Japón”. “Los jóvenes trabajan cada vez menos en algunos empleos y tienen que ser sustituidos por máquinas, por inteligencia artificial”, considera.

La tecnología dejará huella en Tokio’20, que prevé introducir la novedad del uso de robots en apoyo de deportistas y espectadores. Además de una celebración deportiva, ¿se ha convertido en un escaparate de la industria nacional?

“Hasta 1964 no se utilizaban fuera cámaras y relojes japoneses”, señala. “Después el sector privado ha demostrado la calidad de la industria. El Gobierno seguro que va a aprovechar esta ocasión para dar a conocer la nueva tecnología”.

En lo deportivo surgen las cábalas, el número de medallas y Mizukami responde: “Comparando el número de población, China tiene diez veces más. Es muy complicado”, concluye.

Mientras tanto, la región de Fukushima trata de esquivar los obstáculos a raíz del desastre y se mantiene a la espera de completar el cupo de voluntarios para la logística de las competiciones, ya que al inicio de este año solo se habían registrado 500 de los 1.500 previstos.

 

Tokio 2020 (I): Una aspiración humana
Tokio 2020 (II): La travesía de Hasekura
Tokio 2020 (III): Belleza en llamas

Sergio Perea Martínez

Graduado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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