Taiwán pierde el reconocimiento también de Honduras: ¿Principio del fin o un problema secundario?

| Imagen de Pete Linforth en Pixabay
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Madrid. El canciller de Exteriores de Honduras, Eduardo Reina, y su homólogo chino, Qin Gang, consumaron el 26 de marzo el establecimiento de relaciones diplomáticas entre Tegucigalpa y Pekín, adhiriéndose así a la política de «una sola China». Honduras, que junto con sus vecinos centroamericanos mantuvo lazos estrechos con Taipéi, bajo la administración de la actual presidente del país, Xiomara Castro, se decantó por el gigante asiático, dejando a la isla reconocida como país independiente por 13 Estados.

La presidenta Castro prometió este drástico cambio de bando aún durante la campaña electoral de 2022. Castro, junto con su marido, el expresidente Manuel Zelaya (depuesto en 2009 por un golpe de Estado militar), lideran el Partido de Libertad y Refundación, la principal fuerza de izquierda «antiimperialista» en Honduras. No obstante, al salir ganadora moderó sus ambiciones al respecto y llegó incluso a reunirse con el vicepresidente taiwanés, Lai Ching-te.

Sin embargo, las relaciones entre Tegucigalpa y Taipéi parecían forzadas desde 2022. Era bien sabido que Taiwán y, especialmente, su incumbente jefa de Estado, Tsai Ing-wen, apoyaba fuertemente al predecesor de Castro, Juan Orlando Hernández. El controvertido personaje fue acusado por Washington de lavar dinero y estar involucrado en el tráfico de drogas y fue extraditado a Estados Unidos en 2022, donde fue consecuentemente encarcelado. Durante su presidencia, Hernández mantuvo una relación estrecha con la antigua isla de Formosa, llegando a visitarla en 2021 poco antes de los comicios. Estos lazos jugaron en contra de Taiwán, cuando Castro acabó venciendo al compañero de partido de Hernández en 2022.

Aunque no se sepa a ciencia cierta el motivo de la ruptura, la causa principal deberá haber sido el dinero. Los pocos aliados que siguen reconociendo oficialmente a Taiwán son en su mayoría países pobres con poco peso político internacional. Ofreciendo su apoyo a Taipéi no solo se ganan fondos e inversiones de la rica República de China (Taiwán), sino también quedan bien ante los ojos de EEUU.

Por su parte, el ministro de Asuntos Exteriores taiwanés, Joseph Wu, afirmó que el precio del reconocimiento de Pekín como gobierno legítimo fue de 2.440 millones de dólares. Fue precisamente esa la suma que ese mismo día el vicecanciller de Exteriores hondureño, Tony García, le pidió al país: según el rotativo ‘El Mundo’, 2.000 millones de dólares destinados a reestructurar la deuda, 350 millones de dólares para la construcción de una presa eléctrica y 90 millones de dólares para un nuevo hospital. Como indicó el periódico anglosajón The Diplomat, es probable que Pekín usase la misma «diplomacia del dólar», comprando la lealtad de los hondureños con amplias inversiones, como hacía Taipéi anteriormente. Y Tegucigalpa, declarando su intención con antelación, esperaba, a ver quién le propondría el mejor acuerdo.

Desde que Tsai Ing-wen llegó a la Presidencia del país, en 2016, la isla perdió 9 aliados, cinco de los cuales se encontraban en América Latina. Uno por uno, Panamá, la República Dominicana, El Salvador y Nicaragua revocaron su reconocimiento de Taiwán después de décadas de apoyo. El caso de Managua fue especialmente llamativo, pues cortó lazos con Taipéi en 1985, pero volvió a establecer relaciones en 1990 al acabar la guerra civil (Revolución Sandinista).

No obstante, en 2021, el Gobierno de Daniel Ortega tomó la decisión de pasarse al bando de Pekín una vez más. Además, Taiwán perdió apoyo en África (Burkina Faso y el archipiélago Santo Tomé y Príncipe) y el Pacífico (Kiribati y las islas Salomón). Este último país surgió en los noticiarios después de que su capital Honiara se sumiese en protestas anti chinas, contra las que tuvieron que intervenir fuerzas australianas. En 2022, el archipiélago decidió diversificar su dependencia de Australia y firmo un acuerdo de cooperación militar con Pekín, tan solo tres años después de establecer relaciones diplomáticas. El año pasado, China demostró su interés por expandir su influencia en el Pacífico, anteriormente patio trasero de Canberra, con una larga gira del entonces ministro de Asuntos Exteriores chino, Wang Yi. Así, el reconocimiento de Taiwán se convirtió en una forma de mostrar lealtad a uno u otro bando.

Este proceso de creciente aislamiento diplomático de la isla bajo la administración de Tsai causa mucha crítica en el país. El Kuomintang, el principal rival de la presidenta del país, sin duda alguna usará estas noticias para reforzar su frecuentada retórica de que tan solo ellos pueden mantener una relación estable con la China continental y evitar poner en peligro la soberanía de la isla. Algunos incluso indican que el partido de Chiang Kai-shek, principal rival de Mao Zedong en la guerra civil china, se convirtió en la fuerza más prochina del espectro político taiwanés. Aunque el partido acoge múltiples facciones, una de ellas, formada por la vieja guardia, ve China como su casa, por lo que busca evitar cualquier confrontación con Pekín e intenta distanciarse de EEUU. Esta facción, llamada Huan Fu-hsing, controla un cuarto del voto del partido, una fuerza a tener en cuenta en las primarias.

Para propulsar su idea, el predecesor de Tsai como presidente, el exlíder del Kuomintang Ma Ying-jeou, se dirigió al continente para una visita de 12 días, convirtiéndose en el primer expresidente taiwanés en pisar suelo chino desde 1949. En 2015, Ma (aún presidente en aquel entonces) y Xi Jinping organizaron un encuentro histórico en Singapur. «Somos todos chinos», dijo el septuagenario político, remontando el parentesco a personajes legendarios como el emperador Yan. La visita coincide con la noticia de la ruptura de relaciones con Honduras y justo antes de la gira de la presidenta Tsai por América Central, lo que hace pensar que es un mensaje político para marcar la posición del Kuomintang en cuanto al acercamiento de Taipéi con Washington para las elecciones de 2024, a las que la actual presidenta no podrá presentarse.

Las tensiones están altas como nunca en el estrecho de Taiwán y la visita de Nancy Pelosi el año pasado a la isla no hizo más que exacerbar la situación. Todo esto será usado por la Coalición pan-azul para intentar arrebatarle el asiento presidencial al gubernamental Partido Democrático Progresista (PDP), de Tsai Ing-wen, en los comicios del próximo año.

No obstante, al margen del marco interno, donde Tsai perderá puntos políticos ante esta noticia, sigue siendo una pregunta si realmente el reconocimiento de jure afecta a la capacidad de la isla de mantener relaciones comerciales con otras naciones y seguir existiendo como entidad independiente de facto. Los pocos países que siguen optando por Taipéi para Pekín son en su mayoría Estados subdesarrollados con poco peso político. Entre ellos están Haití, un Estado fallido dominado por el crimen armado, Esuatini (antigua Suazilandia), una de las pocas monarquías absolutas que quedan en el mundo extremadamente represiva con los movimientos democráticos, y el Vaticano, que ni siquiera es miembro de la ONU, sino tan solo un observador.

Desde 1971, cuando la República de China perdió su asiento en la ONU, los grandes aliados de la isla fueron decreciendo en número en relevancia política según pasaban los años. Es por eso por lo que algunos consideran que para Taiwán los aliados verdaderamente importantes son sus socios no oficiales, tales como EEUU, Japón, Canadá, Australia, etc. Son ellos los que declaran garantizar la independencia de la isla ante cualquier agresión y expanden la cooperación militar en la cercanía de su territorio. Aunque el reconocimiento oficial es importante para la retórica de Taipéi, no es igual de importante como el apoyo efectivo, aunque no documentado en ningún sitio.

Además, a pesar de no tener relaciones oficiales con la mayoría de los miembros de la ONU, Taiwán sigue siendo un importante actor económico. La isla produce gran parte de los microchips, cruciales para cualquier producción actual. Empresas taiwanesas como Foxconn suplen a las mayores compañías mundiales como Apple, a pesar de provenir de un estado no reconocido.

La ruptura de relaciones con Honduras es un caso que demuestra la tendencia actual de decantarse por Pekín ante su creciente poderío económico. Aun así, Taiwán puede asegurarse de tener aliados de facto y relaciones comerciales con todo el mundo, que garantizarán la relevancia política de la isla.

Taiwán quiere proteger el ‘statu quo’ de la isla, pero Pekín no está por la labor. De hecho, cerca del 80 % quiere mantener la situación actual. «No queremos la reunificación. Estamos a favor de promover los intercambios turísticos, comerciales… Lo fundamental es que hemos de evitar la guerra, la invasión, los ataques. China ha de respetar a Taiwán y tener en cuenta lo que piensa nuestro pueblo», señaló recientemente José María Liu, representante de la Oficina Económica y Cultural de Taipéi en España y matizó que Taiwán tiene un sólido apoyo internacional, como día a día nos demuestran nuestros países aliados y de ideas afines, de manera muy especial EEUU y la Unión Europea (UE). Y somos la economía 21 del mundo, aclaró recientemente Liu.

Iván Ortega Egórov

Estudiante de Economía y Estudios Internacionales de la Universidad Carlos III de Madrid

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