La visita de Pedro Sánchez pone a prueba las intenciones mediadoras de China

Xi Jinping y Pedro Sánchez, en noviembre de 2018 en Madrid. | La Moncloa, Flickr
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Madrid. El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, se dirigirá a China el 30 de marzo para asistir al foro económico Boao, en la isla de Hainán, y para reunirse con el presidente chino, Xi Jinping, en Pekín, el día siguiente. Esto convertirá al jefe del Ejecutivo español en el tercer líder europeo en visitar el gigante asiático después de que empezase la pandemia: siendo el primero el canciller alemán, Olaf Scholz, y el segundo, Aleksandr Lukashenko, presidente bielorruso.

La visita de Sánchez tiene lugar en una etapa de renacimiento de la política internacional china después de tres años de confinamiento. Al acabar la Asamblea Nacional que formó el nuevo Gobierno chino, Xi Jinping aseguró su puesto para otro lustro más y empezó en marzo una nueva ofensiva. Empezó con una propuesta de paz en Ucrania, en la cual remarcaba el apoyo chino a la soberanía de los Estados, criticando al mismo tiempo las sanciones unilaterales impuestas por Occidente sin el mandato del Consejo de Seguridad de la ONU. Aunque ambigua y más bien prorrusa como toda la retórica china al respecto, la carta mostró la intención de Pekín de posicionarse por lo menos como cierto moderador en el conflicto. Esto le permitiría al gigante asiático recuperar puntos políticos y apoyo en países emergentes cansados de la guerra y su impacto en las cadenas de suministro mundiales, que Pekín perdió tras las crisis crediticias en Sri Lanka, Pakistán o Zambia.

Y para corroborar su ánimo diplomático, China concilió a dos enemigos acérrimos de Oriente Medio: Arabia Saudí e Irán, enemistados desde la revolución Islámica de 1979. Su rivalidad en Irak, Yemen, Siria y Bahréin (el país más pequeño del golfo Pérsico) durante la primavera árabe llegó a recibir el nombre de «Guerra Fría del Oriente Medio». Las negociaciones orquestadas por Pekín le permitieron quitarle la iniciativa a Estados Unidos en la región e incrementar su presencia diplomática regional.

Por último, Xi se dirigió a Moscú para reunirse con su viejo amigo Vladímir Putin, que se encuentra en una situación difícil ante la incapacidad de someter a los ucranianos. El viaje fue interpretado como una forma de demostrarle al Kremlin su papel de hermano menor en las relaciones, además de enviarle un claro mensaje a AUKUS (que se reunió días antes en California) de que China no piensa abandonar a Rusia.

No obstante, para demostrar su imparcialidad a Xi le queda aún pendiente la llamada telefónica al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, con el que no llegaron a hablar desde que comenzó la guerra, a pesar de los intentos de este último. En caso de que ocurra será un momento realmente decisivo, un paso más en el camino al cese de fuego. Aun así, a pesar del impacto negativo que tiene el conflicto en los mercados mundiales, a Pekín parece placerle la creciente dependencia de Moscú de su merced, que solo fue posible gracias a la fracasada «operación especial», es decir, la planteada en un principio como rápida invasión de Ucrania.

Después de una reunión con el recién electo presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, Xi Jinping acogerá a Sánchez. Moncloa dejó claro que el presidente español volaba a Pekín como representante de España y sus intereses nacionales y no como un emisario europeo. Sánchez declaró que hablará con el líder chino sobre cooperación económica entre ambos países, además de celebrar medio siglo de relaciones diplomáticas. Aun así, el presidente admitió que será imposible evitar el tema de Ucrania, por lo que deberá ser abordado también. En cuanto a la propuesta de paz, Madrid la calificó como un documento de posicionamiento más que un plan para lograr el cese de fuego, que, sin embargo, tiene varios puntos de interés, tales como el rechazo al uso de armamento nuclear y el respeto a la integridad territorial de los países. Es importante recordar que Pekín nunca llegó a reconocer ni la anexión de Crimea en 2014 ni las conquistas territoriales de 2022. Según Pedro Sánchez, para España cualquier iniciativa de paz deberá contar con el apoyo de Kiev y respetar la Carta de las Naciones Unidas.

A pesar de que el presidente español no vaya como representante de la UE, es claro que la lluvia de visitas europeas que caen sobre Pekín no son una coincidencia. China junto con su vecina la India siguen siendo unas de las pocas grandes potencias que no cortaron lazos con Moscú después de que comenzase la guerra.

De esta forma, la gradual independización energética de Europa de los carburantes rusos, que tenía como fin dejar al Kremlin sin dinero para apoyar su esfuerzo militar, fue suavizada por las importaciones chinas e indias a precios mucho más favorables. La industria rusa, abandonada por las empresas occidentales, estableció nuevas cadenas de suministro con los gigantes asiáticos. La «desdolarización» de la que tanto se pavoneaba el Kremlin acabó convirtiéndose en una «yuanización». Desde el 24 de febrero de 2022, fecha del inicio de la guerra, todos entendían que cualquier resolución del conflicto dependerá de Pekín y sus intereses en la supervivencia política de Putin, aunque Josep Borrell, Alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, diga que el organismo comunitario quiere evitar depender de China como dependía de Rusia.

Iván Ortega Egórov

Estudiante de Economía y Estudios Internacionales de la Universidad Carlos III de Madrid

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