Taiwán, el nuevo escollo entre China y Estados Unidos (I)

Taiwán
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Madrid. Tras la llegada de Tsai Ing-wen a la Presidencia de Taiwán, en mayo de 2016, al ganar los comicios con el independentista Partido Demócrata Progresista (PDP), las relaciones con la República Popular China han ido empeorando con un constante cerco diplomático que ha supuesto la ruptura de aliados taiwaneses en favor de Pekín, contrario a los “cotilleos independentistas” de Taipéi, que, de momento, cuenta con el firme apoyo de EEUU como defensor de la isla y en contra de la hegemonía del “gigante asiático” en el nordeste asiático.

Recientemente han participado dos obispos chinos durante la Misa de apertura de la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, un hecho significativo cuando ningún obispo de la China continental pudo estar presente en el Concilio Vaticano II ni en los Sínodos celebrados hasta ahora, una realidad de vital importancia para el Papa Francisco que ve con esperanza una normalización con las autoridades chinas y que inquieta a Taiwán.

No obstante, para retomar una conversación total, en numerosas ocasiones China ha exigido al Vaticano que rompa su relación internacional con Taiwán, al igual que hacen otros países, pero, de momento, esta situación está lejos de producirse, según fuentes vaticanas, que analizan la preocupación de Taipéi.

La intranquilidad taiwanesa no desaparece pese a garantizar el Vaticano de que no está previsto romper relaciones con Taipéi para establecerlas con Pekín, que sigue arrinconando a la República de China, que mantiene en la actualidad relaciones diplomáticas con 17 países, y el Vaticano es el único de Europa que reconoce a la antigua isla de Formosa.

En suma, el Vaticano ha tenido mucho cuidado en resaltar que el reciente pacto con Pekín no supone el establecimiento de relaciones formales ni una ruptura de los lazos que mantiene con Taiwán, cuando en septiembre la Santa Sede y la China Continental firmaron un “acuerdo provisional” revisable que contribuye a regularizar la situación de los cerca de doce millones de chinos católicos y permite unir a los feligreses de la comunidad clandestina -fiel a Roma- y los que forman parte de la Asociación Patriótica Católica China (APCC) -promovida por el régimen de Pekín-.

Está claro que desde que China continental rompiera la tregua diplomática informal pactada con el nacionalista Kuomintang, que gobernó entre 2008 y 2016, al constatar que el Partido Democrático Progresista (PDP), que ganó las elecciones presidenciales taiwanesas convirtiendo a Tsai Ing-wen como la primera mujer en alcanzar la presidencia, Pekín ha ido endureciendo sus relaciones con la isla.

Unas relaciones cada vez más tensas y en especial cuando la presidenta Tsai Ing-wen le dice a Pekín que el “sistema democrático, la identidad nacional y la integridad territorial” deben ser “respetados”, una nueva realidad en la que el PDP no estaba dispuesto a suscribir el principio de una sola China derivado del “Consenso de 1992”.

La reciente decisión de El Salvador de romper lazos diplomáticos con la República de China, en agosto pasado, constituye un nuevo revés a la estrategia de supervivencia internacional de Taipéi y desde la llegada a la Presidencia en 2016 de Tsai Ing-wen, Taiwán ha perdido cinco aliados, tres de ellos en Centroamérica, mientras no cesan rumores de nuevas rupturas diplomáticas.

Tras la ruptura de relaciones entre Taipéi y San Salvador, Pekín reclamó a Estados Unidos que no interfiera en la política exterior de El Salvador, después de que Washington anunciase que revisaría toda su política con el país centroamericano.

También está claro que EEUU no va a permitir cualquier maniobra política o de cualquier signo de China sobre Taiwán, ya no sólo por posicionamiento estratégico, sino por impedir una mayor hegemonía de Pekín en la zona y también porque Taipéi se está convirtiendo en un importante comprador de armamento a Estados Unidos, que contempla que una relajación en la península coreana mermaría la venta de todo tipo de mecanismos de defensa.

La presidenta taiwanesa ya declaró el pasado mes de agosto que espera la «normalización» de las ventas de armas estadounidenses a Taiwán ante la creciente presión política y militar de China desde la toma de posesión de Tsai en 2016, quien tiene entre sus objetivos el reforzamiento de su poderío militar, además de proteger sus lazos con EEUU, Japón y otros y sus 17 aliados diplomáticos.

Según los expertos, entre los potenciales aliados de Taiwán figuran EEUU y todos los países que se sienten incómodos con el rápido ascenso de China, quienes ven que lo que Pekín está aplicando a la isla puede llegar a ellos y sin olvidar los conflictos existentes en el mar de China Meridional.

No obstante, en lo que sí coinciden Pekín y Taipéi es su reclamación sobre la soberanía de las islas Diaoyu (chino), que Japón llama Senkaku (japonés), ante el anuncio de Tokio de que incluirá en la enseñanza secundaria la soberanía sobre ese territorio.

Durante 2017, las Fuerzas Armadas chinas han aumentado el número de ejercicios militares que han llevado a cabo en las cercanías de Taiwán, que han incluido sobrevolar la isla con bombardeos y otras aeronaves, pero desde Pekín se insiste que se frustrará todos los complots separatistas que pretendan conseguir la independencia de Taiwán, mientras que el Ejército taiwanés hará una simulación de cómo repeler a una fuerza invasora, cuando las propias autoridades chinas siempre han defendido que la isla es parte de su territorio. Taiwán calificó siempre de “intimidación y guerra psicológica las maniobras chinas”.

Estados Unidos, pero sobre todo con presidentes republicanos, siempre ha sido muy favorable a impulsar el acercamiento a la isla, un país al que le venden armas desde 1979, cuando se firmó la Ley de Relaciones con Taiwán, que promueve esas ventas, las cuales en 2015 ascendieron a 1.800 millones de dólares, en 2017 a 1.400 millones.

Taiwán sigue mejorando su tecnología de misiles y tiene ya una nueva versión del Tiangong 3, que reemplazarán a las plataformas de misiles Hawk MIM-23 y serán capaces de interceptar y neutralizar los misiles balísticos chinos Dongfeng 21 de alcance medio, según expertos.

Taiwán, que es actualmente la 15 economía mundial y la séptima de Asia, tiene desde 1979, cuando EEUU rompió lazos diplomáticos con Taiwán y los estableció con la República Popular China, un Acuerdo de Relations Act, es decir, su compromiso a defender la isla y a suministrarle armamento.

Mientras, Pekín considera a Taiwán de interés de máxima prioridad, y lo que ocurre es que cada vez que Taiwán se vuelque más a EEUU, el “gigante asiático” aumentará su presión, dado que tiene claro que Washington se opone a la reunificación dado que fortalecería la posición de la República Popular China en esta situación con la isla, y además la Casa Blanca no quiere quedarse al margen de los asuntos del estrecho con una Taiwán bajo la influencia china, que le puede servir para frenar la hegemonía china en la zona.

Santiago Castillo

Periodista, escritor, director de AsiaNortheast.com y experto en la zona

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