Revitalizar el consumo, la asignatura pendiente del «nuevo capitalismo» en Japón
Madrid. La economía japonesa vive un año titubeante, zarandeada por las medidas de contención impuestas para frenar la pandemia, un desafío al que el nuevo primer ministro del país, Fumio Kishida, tendrá que hacer frente desde el principio de su mandato y siempre bajo la alargada sombra de la «Abenomía».
A esa política económica implantada desde 2012 por su predecesor Shinzo Abe se le atribuye el nada desdeñable logro de sacar a Japón de dos décadas de crecimiento mortecino a base de introducir estímulos fiscales y reformas estructurales. Ahora Kishida ha fijado como eje de su programa económico alcanzar un crecimiento que llegue a la clase media en una suerte de círculo virtuoso -o café para todos- en forma de subidas salariales. Un capitalismo diferente, en suma, proclama.
«Sin una distribución de la riqueza no habrá un incremento del consumo y de la demanda… no habrá más crecimiento si la distribución de la riqueza se pierde», explicaba Kishida durante su campaña, en la que alabó las bondades de la «Abenomía» pero también señaló esa asignatura pendiente para la sociedad japonesa, que, según algunos estudios, está experimentando un aumento de la pobreza y la desigualdad.
A Kishida, que se espera que mantenga de momento el grueso de la exitosa «Abenomía», le queda lo más complicado: pasar de la retórica animosa propia de un flamante dirigente a impulsar medidas concretas que consigan tan loable meta. Para ello, tendrá que enfrentarse a un difícil escollo: convencer con su política a los japoneses para que gasten más y espoleen el consumo interno, mientras asumen una considerable carga impositiva para sostener las pensiones de uno de los países que envejece a mayor velocidad del mundo.
Las últimas señales que da la economía apuntan a una recuperación frágil, así que la empresa no será sencilla. En septiembre, las exportaciones niponas crecieron a su ritmo más flojo en siete meses -un 13 % frente al 26,2 % del mes anterior-, con un desplome de más del 40 % en las entregas de coches por el deterioro de la demanda de importantes socios comerciales como Estados Unidos.
Al tiempo, las importaciones han aumentado por octavo mes consecutivo, avivando así los temores a un coste de la vida en Japón más alto, en un contexto de taponamiento en la cadena de suministro por las interrupciones causadas por los nuevos contagios de la COVID-19.
Por su parte, el yen se ha depreciado, lo que significa un lastre para las exportaciones. Todo ello siembra dudas sobre una recuperación cada vez más borrosa que tendrá que observar muy detenidamente el Banco de Japón en su reunión de este jueves, en la que presentará proyecciones trimestrales de crecimiento e inflación.
La institución redujo este mes la valoración económica para cinco regiones del país, pero su gobernador, Haruhiko Kuroda, lanzó un mensaje de confianza sobre la marcha de la economía en la medida que el impacto del coronavirus vaya desapareciendo.
De acuerdo con un sondeo realizado por Reuters, la tercera mayor economía del mundo se expandirá en el tercer trimestre apenas un 0,8 %, como consecuencia de los estragos que sufren los fabricantes de coches por la escasez de componentes y el cierre de factorías en Asia, frente al incremento del 0,3 % del segundo trimestre.
Sin embargo, Capital Economics no prevé grandes cambios en la política monetaria del Banco de Japón por ahora y ni siquiera cree que responderá en su encuentro del jueves a la reciente caída del yen ni a las persistentes interrupciones en la cadena de suministro. El gestor de fondos Robeco va más allá y no espera que la entidad suba los tipos de interés en los próximos cinco años y sí que mantenga sus estímulos en 2022, lo que supondrá un contrapunto respecto a la tendencia de repliegue de compras de bonos prevista por la mayoría de los bancos centrales, con la Reserva Federal estadounidense a la cabeza.
La economía nipona ha acusado el duro impacto de la pandemia a lo largo de 2021. El repunte de los casos de coronavirus durante la celebración de los Juegos Olímpicos de Tokio junto con el lento despliegue de las vacunas han hecho que su recuperación haya sido mucho más floja que las de los países occidentales.
Recientemente, Japón puso fin al estado de emergencia por la pandemia establecido en todas sus regiones después de seis meses gracias a la reducción de los contagios, lo que ha permitido la reapertura total de los negocios. Por el camino, el Gobierno ha regado a la economía con más de 222 billones de yenes (1,7 billones de euros) con varios paquetes de estímulos, una política que se espera que Kishida prolongue con más ayudas a finales de año.
El Centro de Análisis Económico de Japón pronostica un suave rebote económico en el actual ejercicio fiscal, que estará marcado aún por la debilidad del consumo, pilar fundamental de la economía nipona, ante la propagación de la variante delta del virus y el descenso en la producción de automóviles. Para 2022 espera un fuerte repunte del consumo, asumiendo una mejoría clara en la pandemia de la COVID-19 y una liberación del ahorro acumulado en los hogares. Asimismo, espera que las exportaciones y la producción nacional sigan creciendo en línea con una demanda persistentemente sólida de China y Estados Unidos. Optimistas proyecciones que podrían servir de palanca para que Kishida cumpla su promesa.