Los JJOO de China evitan un inminente ataque de Rusia a Ucrania
Madrid. China inaugura los Juegos Olímpicos de Invierno esta semana (4 y el 20 de febrero) y claro con un pebetero olímpico encendido y con la presencia de Vladimir Putin en la jornada de inauguración haría un gran estropicio al gigante asiático si Rusia decide invadir Ucrania, una lejana posibilidad que se puede alargar hasta el 13 de marzo cuando hayan concluido los Juegos Paralímpicos de Invierno (2 al 14 de marzo), pero por ahora Pekín y los dioses olímpicos frenan el ímpetu bélico ruso dando paso a una tregua diplomática que resuelva la crisis ucraniana.
Obviamente, China no va a permitir que sus esfuerzos de años por el éxitos de estos Juegos, ya afectados por la COVID-19 y la nueva variante ómicron y el boicot diplomático de Australia, Canadá o Reino Unido, todos ellos liderados por Estados Unidos, una guerra en Ucrania estropease por completo los objetivos chinos de ofrecer al mundo una imagen de estabilidad, la cual con la presencia de los jefes de Estado de Rusia, Pakistán y Polonia, entre otros, darían a Pekín una proyección internacional en la que una vez más el deporte se ve salpicado por la política.
Una tregua olímpica con tensiones y amenazas de ataques híbridos, mientras la diplomacia espera que el Olimpo se convierta en el hogar de la coherencia, la tolerancia y del sentido común para evitar definitivamente un ataque ruso a los ucranianos, en el que nadie saldría ganador y con consecuencias económicas brutales para el mundo.
Y, una vez más, un importante evento deportivo sirve para suavizar las tensiones en este mundo global, lo que también afecta a Corea del Norte con sus siete ensayos con misiles en un mes, en un momento en el que los Juegos Olímpicos de Invierno en China, además de la crisis ucraniana y en medio de los actos del Año Nuevo del Tigre convierten a Pekín en la referencia mundial del deporte con sus connotaciones políticas pero que ni Pyongyang y menos Moscú van a entorpecer con sus acciones nucleares y militares los objetivos que se ha marcado la República Popular China de cara a su imagen en la comunidad internacional.
Por un lado, Pekín no vería con buenos ojos que su mejor aliado, Rusia, llevara a cabo una invasión militar en Ucrania en pleno desarrollo olímpico, dado que China tendría que tomar alguna decisión, no podría quedarse con los brazos cruzados y, por otro, Corea del Norte, que sigue en su guerra particular con el lanzamiento de misiles, tampoco irá más allá de lo efectuado hasta ahora en su demostración de fuerza a EEUU y sus vecinos con el objetivo de recuperar las negociaciones nucleares y el posible levantamiento de las sanciones y con el claro apoyo del gigante asiático. El Olimpo es el hogar de todos y ahora los dioses olímpicos emergen como catalizador para que la diplomacia actúe en aras de una estabilidad de la geopolítica mundial.
Ya pasó en los Juegos Olímpicos de Invierno de 2018 en la ciudad surcoreana de Pyeongchang, cuando las dos Coreas lograron comenzar el diálogo, además de un cambio exterior de la política norcoreana que supuso las cumbres con EEUU y ahora en Pekín, donde Kim Jong-un está invitado, y Vladimir Putin, que asistirá a la inauguración, es un buen momento para que el deporte resuelva momentáneamente asuntos políticos, y el anfitrión, Xi Jinping, puede influir mucho.
De momento, Pekín trabaja intensamente en toda la infraestructura olímpica con la llegada de atletas y mandatarios extranjeros, entre ellos el ruso Vladimir Putin, el argentino Alberto Fernández, el ecuatoriano Guillermo Lasso o el secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, con motivo de la apertura, este 4 de febrero, que coincide con los actos del Año Nuevo chino y con estrictas medidas de seguridad por la COVID-19, mientras, por otro lado, no acudirán a la ceremonia de inauguración representantes de países que han decidido aplicar un boicot diplomático a los Juegos por los supuestos abusos contra los derechos humanos por parte de Pekín, entre los que se encuentran Estados Unidos, Australia, Reino Unido o Canadá. Pero, eso sí, el presidente chino, Xi Jinping, tendrá una apretada agenda política con la presencia de altos dignatarios del mundo.
Pekín acogerá unos Juegos con unos 2.900 atletas que representarán a 90 comités olímpicos y la capital china se convertirá en la primera ciudad del mundo en albergar unos Juegos de Verano y otros de Invierno, aunque por las normas de seguridad los atletas permanecerán prácticamente invisibles para la población pequinesa, ya que estarán confinados a las zonas de circuito cerrado o «burbuja», donde estarán aislados de cualquier contacto con habitantes locales durante toda su estancia. En suma, la «burbuja» olímpica acogerá a unas 11.000 personas, y además de los atletas, también a trabajadores que participarán en el evento deportivo.
Los llamados «circuitos cerrados», que se extienden entre las tres sedes de los eventos olímpicos: la citada Pekín, Yanqing y Zhangjiakou, a 80 y 180 kilómetros, respectivamente, del centro de la capital china, serán donde los atletas y trabajadores venidos del extranjero y no sujetos a la cuarentena habitual, donde permanecerán, aunque los integrantes de la «burbuja» tendrán que someterse a pruebas PCR diarias.
La escalada bélica a causa de la crisis de Ucrania es lo que más preocupa a China, y según la autoridades chinas se espera que el evento deportivo sea la mejor referencia mundial de la paz y la reconciliación, un acto, considerado como el mayor escaparate diplomático, que los chinos no quieren que se vea mermado por una «guerra», de momento lejana, con importantes y gravísimas consecuencia para todo el mundo.
EEUU decidió boicotear diplomáticamente estos Juegos de Invierno junto a Australia, Canadá, Reino Unido, y al final Francia tampoco tendrá representación oficial en la jornada de inauguración, y dado que no es un boicot completo, se espera que el desarrollo olímpico transcurra con absoluta normalidad, pero sin olvidar que ya la historia de los Juegos Olímpicos han tenido episodios muy marcados por la política.