China desafía a Hong Kong con la ley de seguridad y Taiwán le dice no a Pekín
Madrid. El reto de derrotar a la pandemia del coronavirus sigue siendo la máxima prioridad mundial, pero mientras tanto en China, que ha visto, al igual que otros países, como EEUU, un frenazo a sus economías, la Asamblea Nacional Popular (ANP) ha aprobado por amplia mayoría la controvertida ley de seguridad nacional para Hong Kong, lo que creará aún más inestabilidad en la isla por la protestas de los hongkoneses, que consideran lesionados sus derechos democráticos y a la vez se enconan las malas relaciones entre Pekín y Washington, que irán a peor al menos hasta los comicios presidenciales de noviembre próximo.
Y luego la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, reforzada en su país tras su abrumadora victoria electoral en su reelección en enero pasado, que dio alas al independentismo, y ahora con el enorme éxito contra el coronavirus, que ha sido modelo mundial y con el veto de Pekín para su incorporación a la Organización Mundial de la Salud (OMS), sigue rechazando el modelo de “Un país, dos sistemas”, y más con el fracaso de ese principio en Hong Kong, tras afirmar el primer ministro chino, Li Keqiang, esta semana en la clausura de la reunión de la ANP que su país seguirá «insistiendo en el principio de una sola China» y perseguirá una «reunificación pacífica» con la antigua isla de Formosa, en la que se opone a «cualquier intervención extranjera».
La oposición prodemocracia considera que las libertades políticas de las que goza Hong Kong hasta 2047, tras recuperar China la soberanía del territorio de manos británicas en 1997 bajo la fórmula de “Un país, dos sistemas” y por el que Pekín se comprometió a mantener esa autonomía política, se ven comprometidas, de ahí que los hongkoneses lleven tiempo manifestándose por temor a perder ese espacio que, en opinión de la oposición, con esta ley de seguridad reduce garantías y derechos, mientras la jefa del Ejecutivo, Carrie Lam, sostiene que la decisión de la ANP demuestra que se “preocupa el país por la Región Especial Autónoma de Hong Kong».
La virulencia con la que ha atacado el coronavirus a la comunidad internacional no va a impedir que los hongkoneses se queden en sus casas, y más cuando la Unión Europea (UE), EEUU o Japón, entre otros muchos países, resaltan la inoportunidad de este ley, para la oposición prodemocracia de Hong Kong el “fin” de la semiautonomía de la ciudad, en la que que de respetarse el principio de “un país, dos sistemas” hasta 2047 daría un periodo largo pero suficiente para que las nuevas generaciones beban de un modelo político que por ahora no se vislumbra en la República Popular China.
Ahora, eso sí, también los hongkoneses temen que Pekín siga inmiscuyéndose cada vez más en todo lo que emana políticamente del acuerdo entre el Reino Unidos y China en 1997 y sin olvidar que la oposición democrática de la antigua colonia ganó las elecciones municipales de noviembre pasado reforzando así su poder con el 90 por ciento de los escaños de los consejos de distrito. O sea, una victoria que viene reclamando una profunda reforma política a la presidenta Carrie Lam, y que ahora con esta ley será aún más difícil de llevar a cabo.
La nueva ley prohibirá «cualquier acto de traición, secesión, sedición, subversión contra el Gobierno Popular Central, el robo de secretos de Estado, prohibición de organización de actividades en Hong Kong por parte de organizaciones políticas extranjeras y prohibición del establecimiento de lazos con organizaciones políticas extranjeras por parte de organizaciones políticas de Hong Kong».
La ANP, órgano legislativo, la aprobó como respuesta a las grandes manifestaciones prodemocracia del año pasado en la excolonia británica, a pesar a las amenazas de sanciones de Estados Unidos y como se esperaba, los casi 3.000 diputados de la ANP adoptaron esta medida que ha reactivado las protestas en Hong Kong.
Sólo un diputado votó en contra y seis se abstuvieron. Una ley con el objetivo de “salvaguardar la soberanía, la seguridad, los intereses de desarrollo, mantener y mejorar el sistema de ‘Un país, dos sistemas’, preservar la estabilidad y prosperidad de Hong Kong a largo plazo y salvaguardar los legítimos derechos e intereses de los residentes de Hong Kong”, dice el texto gubernativo.
Tras derrotar el coronavirus, China afronta dos retos importantes que van a marcar la política del gigante asiático. Por un lado, está Hong Kong, que desde hace años la inestabilidad de la isla con las numerosas manifestaciones pone en jaque a Pekín, que sabe lo mucho que se juega asaltando en el incumplimiento político de “Un país, dos sistemas” y, por otro, el eterno problema de Taiwán.
De esta forma, Taiwán lo tiene claro y no quiere, a pesar de su dependencia económica, estar bajo el control de China, que en 2005 aprobó una “ley antisecesión” en la que autoriza el uso de la fuerza militar si la actual República de China (Taiwán) declarase la independencia, pero pese a que el “acoso” político le ha dejado con 15 aliados diplomáticos, y con su gran protector como es Estados Unidos.
No obstante, pese a las tensiones entre ambas partes, en 2018 China fue el socio comercial número uno de Taiwán (24 por ciento del total de intercambios con el resto del mundo), y representó el 29 por ciento de las exportaciones y el 19 por ciento de las importaciones del país, según datos oficiales.
Pero lo que está claro que el uso de la fuerza, pese a reforzarse militarmente, no se contempla por ahora en Taiwán y tampoco la República Popular China va a cometer en Hong Kong los mismos errores que ya cometió en el trágico desenlace de Tiananmen, en junio de 1989, y que tuvo importantes y duraderas consecuencias que lejos de desvanecerse, y ya con 31 años de aquel episodio, la realidad sigue siendo que este suceso no sólo no está superado en la sociedad china sino que todos los años por estas fechas su recordatorio impide un “borrón y cuenta nueva” y el próximo 4 de junio se celebra el 31 aniversario del aquel episodio.
Una nueva guerra comercial entre EEUU y China a causa de la situación de Hong Kong, cuando aún no está finiquitada la actual desde hace varios años que originó Donald Trump al poco tiempo de llegar a la Casa Blanca, no beneficia a nadie, y el perjuicio es total como ya se está viendo, e insiste el primer ministro chino, Li Keqiang, al asegurar que “perjudicaría al mundo entero».
Veremos qué cambios políticos y económicos puede hacer EEUU contra China, pero es evidente que desde que Donald Trump llegara a la Presidencia, hace ya casi cuatro años, China ha ido ocupando más espacio en el mundo, e incluso sus contribuciones a organismos internacionales han servido para lograr un protagonismo que la nefasta política exterior de Trump le favorece, además de otros recursos económicos a otros países.
Eso sí, a China aún le falta tiempo para sustituir a EEUU como líder mundial pero sí es evidente que su progresión es constante, y ahora la guerra comercial se recrudendo la compañía china Huawei ha advertido de que la decisión de Estados Unidos de vetar a la multinacional tecnológica dentro de la industria global de semiconductores, de la que dependen muchas industrias, aumentará las pérdidas dentro de estos sectores con grandes daños a todo el mundo, pero nuevas sanciones de Trump a China no favorecen a nadie.
China con sus retos de Hong Kong, Taiwán y los litigios del mar de China Meridional va a seguir luchando por desbancar a EEUU, y tiene otro importante reto mundial clave para su propia seguridad y estabilidad en su política exterior como son los Juegos Olímpicos de Invierno de 2022 que se disputan en el país, y más cuando los JJOO de Beijing 2008 originaron un enorme despliegue global que nunca antes vivió el gigante asiático.