El turismo sigue aumentando en Corea del Norte a pesar de las tensiones

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Madrid. Corea del Norte es esa nación que todo occidental mira con desconfianza y desconocimiento a partes iguales. Por un lado, se trata «del país más hermético del mundo», por el otro, una fantasía, un viaje al pasado, una utopía comunista basada en el pensamiento Juche, cuyo creador fue Kim Il-sung, fundador a su vez de la dinastía que lleva gobernando sobre la República Popular desde 1948, tras finalizar la ocupación japonesa.

Después de varios años de aislamiento, profundizados por la propia ideología Juche, los sucesores de Kim Il-sung, Kim Jong-il y su hijo Kim Jong-un, han ido abriendo progresivamente las puertas de Corea del Norte al turismo, probablemente con objetivos divididos entre la propaganda internacional y los ingresos que pueden provenir de la industria turística.

En la actualidad, se estima que unos 120.000 viajeros aterrizaron en Corea del Norte en 2014, según datos de la OMT, de los cuales  la gran mayoría son chinos (se calcula que unas 10.000 personas de esta nacionalidad atraviesan la frontera de Dandong en temporada alta, según la prensa oficial), y es que desde 2008, cuando Pekín aprobó a Corea del Norte como destino turístico, el flujo de viajeros provenientes del país vecino ha sido prácticamente constante; aunque las tensiones recientes con Estados Unidos y el percance ocurrido con el estudiante Otto Warmbier (fallecido tras haber sido detenido durante un año por las tropas norcoreanas) han causado un reciente descenso de la llegada de turistas.

Conscientes de esto, las autoridades de Corea del Norte siguen esforzándose con variadas campañas turísticas en diversos países. En España, por ejemplo, el pasado mes de junio la Embajada norcoreana realizó un acto propagandístico con la intención de atraer más visitas, con el propio embajador, Kym Hiok-chol, mostrando diapositivas de las bondades de su país y con la presencia de Taleb Rifai, secretario general de la Organización Mundial del Turismo (OMT), quien afirmó que «cuantos más europeos vayan a Corea del Norte, mejor conocerán los norcoreanos el mundo exterior» (link: https://asianortheast.com/corea-del-norte-presenta-madrid-proyecto-turistico-mejor-arma-abrirse-al-exterior/)

En realidad, hace ya unos años que varias agencias ofrecen tours y recorridos de diverso tipo por Corea del Norte, en periodos que van desde los 7-8 días hasta poco más de dos semanas (aunque en algunos casos se puede llegar al mes de estadía). Los precios pueden ir fácilmente de los 3.000 a los 4.000 euros, eso sí, con todo incluido, como alojamiento (en hoteles cuatro estrellas, puesto que en Corea del Norte no está permitido alojarse en hostales ni en casas de  particulares), entradas a museos, comidas, trámites (el visado se consigue en un promedio de diez días) y propinas. Lo único que no estaría incluido sería la compra de souvenirs y elementos adicionales no incluidos en el recorrido. Y es que para moverte por Corea del Norte tienes que ir constantemente acompañado por un guía. De hecho, estos guías turísticos suelen ir de dos en dos (para turnarse o para vigilarse entre ellos según distintas versiones) y acompañan a los grupos en todo momento, incluyendo en los hoteles.

Lo que también suelen indicar las agencias de viajes es lo que NO está permitido. En TravelCorea, por ejemplo, se indica que no se puede ingresar con nada que contenga mensajes políticos o religiosos ni «cortar fotografías de los líderes o doblar diarios con su imagen», entre otros, a la vez que señalan que está prohibido ingresar pornografía o drogas y dan recomendaciones como obsequiar a los guías con regalos como chocolate o café para ellas y un bolígrafo o una botella de licor para ellos. En el apartado de visados, curiosamente, se indica que los periodistas y gente que trabaja en medios tienen que solicitar uno especial; en caso contrario, hacer declaración jurada de que no se trabaja en ningún medio de comunicación.

En los últimos meses, las visitas a Corea del Norte se han visto sin embargo restringidas, debido a las tensiones crecientes con Estados Unidos, país que ha prohibido a sus ciudadanos viajar a la nación presidida por Kim Jong-un. Mientras tanto, Corea del Norte sigue con su estrategia de atracción de turistas, argumentando que ellos no cerrarán las puertas a ningún estadounidense (siempre siguiendo condiciones marcadas en tours), a pesar de lo ocurrido con Otto Warmbier y otros tres ciudadanos de dicho país (nacidos en Corea del Sur) que actualmente se encuentran presos en territorio norcoreano. Sin embargo, en la web de TravelCorea se indica que las personas con pasaporte de Estados Unidos, Corea del Sur y Japón tienen prohibido el ingreso «al no existir relaciones diplomáticas».

Lo cierto es que las actuaciones de Corea del Norte sobre la industria turística vienen de antaño, con grandes planes de construcciones de hoteles y actividades pensadas para atraer a los viajeros. Es el caso de la estación de esquí en Masikryong o el parque acuático de Munsu en Pyongyang, ambos inaugurados en años recientes, mientras que en la otra cara de la moneda tenemos el hotel Ryugyong, una construcción de 105 plantas que se inició en 1987 (todavía no ha terminado) y que no ha albergado a ni un solo inquilino. Su estructura en forma piramidal, que ha pasado por varios manos (en la actualidad el grupo egipcio de telecomunicaciones Orascom Telecom se encarga de su restauración) y que lleva invertidos un total de 750 millones de dólares (según la prensa japonesa), se yergue sobre la capital, fría, imponente y vacía, como demostración fallida de los intentos de atraer capital extranjero por parte de la dinastía Kim.

Parece que Corea del Norte muestra en su intento por desarrollar su industria turística el mismo tipo de contradicciones que en todo lo demás. Por un lado, la cara del «país más feliz del mundo», donde se pueden observar a ciudadanos que aparentemente tienen de todo, no hay pobreza (salvo en el campo) y se ven sonrientes en medio de una ciudad bien articulada, sin baches ni grietas, limpia y segura; por el otro, la cara de un país que no ofrece datos ni cifras oficiales (salvo excepciones), que no permite el libre albedrío del turista bajo excusa de la seguridad del mismo y que no enseña nada que pueda perjudicar la imagen del país.

Lo que sí parece comprobarse es que la paulatina apertura del país a Occidente, aunque sea de forma totalmente controlada, es una realidad, sobre todo en comparación con el pasado. No solo los chinos en búsqueda de un «pasado comunista», sino también sus vecinos de Rusia parecen cada vez más interesados en Corea del Norte, con campamentos infantiles de verano que aceptan a niños rusos (como el internacional de Songdowon) y un creciente número de visitantes. “Es como estar en otro planeta, donde no hay servicio de móvil y la gente siempre está contenta”, le explicó Alexander Golovkó, de Jabárovsk, a la corresponsal del medio ruso Meduza tras su visita a la nación norcoreana.

Ana Alonso Giménez

Licenciada en Historia (especialidad en antropología), directora de Fantasy Cloud S.L y colaboradora en varios blogs que versan sobre Japón

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