Las maniobras militares no resuelven el problema de la península coreana

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Madrid. La suspensión de las maniobras militares conjuntas que anualmente hacen los ejércitos de EEUU y Corea del Sur sería el primer paso para que Corea del Norte dejara de lanzar misiles y al mismo tiempo todas las partes, China como factor determinante, se sentaran en la misma mesa para poner fin a la larga inestabilidad de la península coreana, incluso ahora con más posibilidades con Seúl esforzándose para impulsar los diálogos con Pyongyang.

Corea del Norte no tendría excusa para no aceptar esta posibilidad, pero el problema radica que ni el régimen de Kim Jong-un ni Estados Unidos parecen aceptar esta propuesta, impulsada por China, que ve como la península coreana está convirtiéndose en un problema que cada vez le inquieta más y le roba “mucho tiempo” cuando Pekín tiene otras prioridades políticas en la zona que requieren más atención.

Las maniobras actuales son de menor envergadura pero suficiente para que el régimen norcoreano las aproveche con sus ya conocidos argumentos que son ensayos para invadir Corea del Norte, una situación que coincide en unos momentos en los que Kim Jong-un quiere una mayor producción de motores de combustible sólido para misiles y ojivas nucleares para misiles balísticos intercontinentales (ICBM, según sus siglas en inglés), lo que evidencia la cada mayor militarización de la zona ya con los escudos antimisiles estadounidenses THAAD en Corea del Sur.

Una guerra en la península coreana, pese a la enorme tensión habida recientemente, con acusaciones bélicas nunca vistas en los últimos tiempos entre Trump y Kim, estaba descartada desde el principio, pero la “mediática” la sigue ganando Corea del Norte, y obviamente la tensión en la península coreana no va a desaparecer, al menos de momento, dado que es la estrategia que mejor le va al régimen norcoreano.

En suma, pese a que “casi” todo sigue igual que siempre, reactualizar las paralizadas, desde 2008, conversaciones a seis bandas (Rusia, EEUU, China, Japón y las dos Coreas), encaminadas a detener su programa nuclear a cambio de reconocimiento diplomático, petróleo y otras partidas para suplir su falta de energía y ayuda humanitariaes la principal vía para poner fin a la tensión en la península coreana. Todas las partes tienen que convencer a Pyongyang para que vuelva a estas conversaciones.

Está claro que pese a que no hay un despliegue de portaaviones ni submarinos o aviones con capacidad nuclear para evitar la reacción de Corea del Norte, la movilización de 67.500 soldados entre los dos ejércitos sirven al régimen norcoreano para avivar los mismos argumentos de siempre como un ensayo de ataque a su país, de ahí que tanto Washington como Seúl den  el primer paso para suspender “sine die” las maniobras militares para ver cuál es la respuesta de Kim Jong-un.

Tal vez la mejor disuasión para entablar contactos directos entre las partes no sea sólo los ejercicios militares, sino más bien con la mediación de China convencer a Corea del Norte que nadie le va a invadir y que Estados Unidos cambie de estrategia dejando las maniobras militares para momentos de menor tensión en la península coreana, sobre todo viendo los resultados obtenidos hasta ahora y más cuando tanto Pekín como Moscú las consideran “provocativas” que no solucionan el problema. “Sólo elevan la tensión”, afirman sus respectivas cancillerías.

Corea del Norte “nunca ha dejado de insistir que su programa nuclear tiene como única meta disuadir a Estados Unidos de realizar un ataque atómico sobre su territorio y que no supone una amenaza para el resto de países siempre que no apoyen una acción militar de Washington”, por ello, la suspensión temporal de estos ejercicios podría ser una buena herramienta de presente y futuro para encontrar la definitiva paz en la zona pero con todas las partes muy comprometidas sin intereses de ninguna clase y menos los de calado militar.

Corea del Norte tiene que comprometerse definitivamente de que no volverá a amenazar nadie con ataques nucleares a Estados Unidos (isla de Guam) y a la vez de dejar de lanzar misiles para así crea un ambiente menos hostil y de mayor confianza, una circunstancia que sirve también al presidente surcoreano, Moon Jae-in, para para instar a Pyongyang de que no use los ejercicios militares conjuntos de Seúl y Washington como excusa para tensar aún más la situación que se vive en la península coreana.

No obstante, la nueva presidencia surcoreana sigue en su empeño para impulsar entre las dos Coreas el diálogo intercoreano, incluidos las conversaciones militares, reuniones familiares de familias separadas, entre otros aspectos, pero todo encaminado a reducir la tensión en la zona. De hecho, el presidente surcoreano, Moon Jae-in, ya destacó esta semana que las relaciones con su vecina del Norte para lograr la desnuclearización de la península coreana han mejorado.

La retórica bélica de Donald Trump y Kim Jong-un ha sembrado mucha tensión en los pasados días, ahora ya en otras circunstancias se tiene que retomar un diálogo que si los países que forman las conversaciones a seis bandas quieren el problema tiene más solución que dificultades.

En definitiva, Corea del Norte debe aprovechar la nueva coyuntura política tras la enorme tensión vivida recientemente, sobre todo ahora que su economía va mejor, el impulso de la iniciativa privada cada vez es mayor y el país quiere que el turismo sea una de sus mayores bazas de desarrollo, por lo que debe modificar su política nuclear para así las sanciones de la ONU no vayan a más y transmita una normalidad que la comunidad internacional lo agradecerá.

Santiago Castillo

Periodista, escritor, director de AsiaNortheast.com y experto en la zona

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