La tensión en Taiwán sigue con la vuelta de las maniobras chinas y la visita de congresistas de EEUU
Madrid. La visita de una delegación de congresistas estadounidenses a Taiwán es una advertencia bélica por parte de China, aunque ya antes las había pero eran en momentos en los que los ánimos y sentimientos patrióticos tenían otra dimensión, había más control emocional, pese a las quejas chinas. No obstante, desde que la presidenta del Congreso de Estados Unidos, Nancy Pelosi, visitara este mes la isla todo se ha tensado y Pekín ha retomado las maniobras militares en torno a Taiwán en respuesta a la visita de dos días de esta delegación estadounidense a la isla.
De esta forma, el Ejército Popular de Liberación (EPL) ha iniciado nuevos ejercicios de «combate en el mar y el espacio aéreo» alrededor de la isla taiwanesa. Las Fuerzas Armadas chinas «siguen entrenándose y para la guerra, defendiendo resueltamente la soberanía nacional y la integridad territorial, y aplastando con determinación cualquier forma de separatismo e intentos de injerencia extranjera», declaró Wu Qian, portavoz del Ministerio de Defensa chino.
Por su parte, Taiwán sostiene que China ha usado la visita de Pelosi como una excusa para lanzar unas maniobras que le permitirían ensayar una invasión a la isla, cuyas autoridades han explicado a los cinco congresistas estadounidenses las intenciones de Pekín por recuperar la isla. Aún así, de momento no se vislumbra que toda esta nueva vuelta a las maniobras vaya más allá de las «contundentes» advertencias chinas a EEUU y a los independentistas taiwaneses.
La situación en la zona comienza a generar cada vez más incomodidad en sus vecinos, pues el Indo-Pacífico empieza a tener cada vez menos de pacífico y ahí está, por ejemplo, Australia, a quien también le incomoda toda esta tensión de una posible invasión china. Y hasta el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE) tiene previsto emitir emisión de bonos de unos 600 millones de dólares para financiar proyectos de desarrollo en Centroamérica y dedicado a los 30 años de la incorporación de Taiwán al organismo financiero regional. Y todo hace indicar que China tiene intención de aumentar su operatividad más allá de las sucesivas islas que se interponen en su salida al Pacífico, desde Japón hasta el estrecho de Malaca pasando, obviamente, por Taiwán. De ahí los distintos ejercicios que China tiene programados en el mar Amarillo y el del mar de Bohai.
Ucrania ha tenido un enorme respaldo mundial tras la invasión de Rusia. Y qué pasaría con Taiwán. ¿Estados Unidos la defendería? Japón ya pidió a China el cese de sus maniobras militares ya que, dice Tokio, algunos misiles de las maniobras chinas cayeron cerca del departamento de Okinawa, con bases militares de EEUU, en el extremo sur de Japón, a solo una decena de kilómetros de la isla taiwanesa, por lo que al país nipón no le interesa que Pekín controle toda esa parte del Pacífico y más cuando chinos y japoneses arrastran históricamente problemas aún sin resolver.
China es cada vez más fuerte en su liderazgo en Asia-Pacífico ante el vacío y la nefasta política de Estados Unidos en la etapa de Donald Trump y que Joe Biden quiere recuperar, pero el acercamiento de China al Pacífico también tiene sus propias derivadas sobre la disputa soberanista con Taiwán, una isla que mantiene en ese área un tercio de sus apoyos diplomáticos, reducidos a 15 naciones ante la presión de Pekín. Taiwán es una puerta abierta al Pacífico. EEUU valora la importancia de Taiwán como un territorio de alto valor geoestratégico para el futuro de Washington, que mira con recelo el creciente expansionismo comercial y rearme militar chino.
Estados Unidos ya ha manifestado que seguirá operando por el estrecho de Taiwán, pese a la crisis desencadenada con China por la reciente visita a la isla de la presidenta de la Cámara Baja estadounidense, Nancy Pelosi. «Nosotros vamos a seguir volando, navegando y operando dondequiera que nos permita la ley internacional, lo que incluye el estrecho de Taiwán, y seguiremos permaneciendo junto a nuestros aliados y socios en la región», indicó el subsecretario de Defensa para Política, Colin Kahl, que afirmó que esta es una «una crisis fabricada» por Pekín. Taiwán acaba de firmar con EEUU un contrato por 83,3 millones de dólares para el mantenimiento de sus misiles PAC-3 hasta 2026. O sea, que Estados Unidos no se va de la isla.
Por un lado, si China invadiera Taiwán se desataría un conflicto que podía desencadenar el bloqueo de la isla, lo que no le interesa ni a los chinos, e incluso se ha visto con estas maniobras y sus enormes pérdidas económicas, pues los barcos han quedado amarrados en los puertos, ha habido vuelos cancelados y todo coaccionado por los ejercicios del Ejército Popular de Liberación. Hay demasiados intereses económicos y arrinconarla no favorece a nadie y menos a China.
Y, por otro, la hipotética invasión dañaría «contundentemente» la industria de los microchips, dado que aumenta el riesgo de renovadas interrupciones en la cadena de suministro global al tener lugar en una de las vías marítimas más transitadas del planeta. En suma, es una ruta clave para el suministro de semiconductores procedentes de Taiwán, donde la multinacional taiwanesa TSMC es el mayor fabricante mundial de un componente clave en los actuales productos tecnológicos, es decir, el equipamiento electrónico fabricado en el noroeste de Asia, así como una arteria esencial en el transporte de gas natural. Y sin olvidar que Taiwán, Corea del Sur y China acaparan el 87 % del mercado mundial del mercado de los microchips.
Para los expertos, China tiene mucho que perder si la crisis perdura o en caso de invasión, dado que más del 42 por ciento de las exportaciones de Taiwán van dirigidas a China, donde la mayor partida de las importaciones que Pekín recibe de Taipéi está compuesta por productos electrónicos, siendo los semiconductores una industria clave que el gigante asiático intenta desarrollar sin gran éxito aún, según revela Capital Economics en un análisis de Julian Evans-Pritchard. El comercio global se vería profundamente afectado y los chinos no ganan nada debilitando las relaciones comerciales a nivel mundial.
Pero mientras se está dedicando mucha atención a la guerra en Ucrania, se está desarrollando un conflicto igualmente importante en el Pacífico, y se trata de quién va a dominar esta región clave: ¿Estados Unidos o China? De hecho, el principal eje de la política exterior estadounidense consiste en frenar la creciente influencia de China.
Pekín mueve sus peones y reitera que no tolerará a «separatistas» taiwaneses tras unos juegos de guerra con fuego real de una intensidad no vistas en décadas que incluyeron el lanzamiento de misiles convencionales de largo alcance y el bloqueo del espacio aéreo y marítimo en seis zonas situadas frente a las costas de Taiwán, ejercicios que Taipéi describió como un bloqueo de la isla y «una irresponsabilidad». Pero si ahora Pekín pretende «vigilar» a Taiwán y arrinconarla con un fuerte bloqueo, los chinos tienen que pensarlo dos veces, dado que no será baladí esta acción, en la que EEUU tendría que movilizarse. El bloqueo a la isla no soluciona el problema entre taiwaneses y chinos.
La República Popular China quiere un bloqueo alrededor de Taiwán. Una posibilidad que no es garantizable pero que asusta, como ya ocurriera con las maniobras en 1995-96, con menos recursos que ahora y que sucedieron en protesta por la visita privada del entonces del presidente taiwanés, Lee Teng-Hui, a Estados Unidos. Nancy Pelosi ha disparado todas las alarmas y Pekín ya ha comenzado su batalla particular, que no aflojará hasta que haya cumplido sus objetivos de alcanzar una «Gran China» en 2049 con la celebración del centenario de la fundación del país. Veremos cómo se desarrollan los acontecimientos en los próximos meses, pero las alarmas ya están dadas.
En China se inició una guerra civil en 1927, que duró 22 años, sólo interrumpida por la invasión japonesa de 1937-1945, en la que tanto los comunistas como los nacionalistas lucharon contra el invasor nipón, y luego, en 1945, tras la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial, se reanudó la guerra civil china con el triunfo, en 1949, de Mao Zedong, que proclama la República Popular China, mientras los nacionalistas del Kuomintang (KMT), con el apoyo de EEUU, se establecen en la isla de Taiwán (antigua Formosa) y así hasta la actualidad.
Taiwán es una isla que se encuentra a aproximadamente 100 kilómetros de la costa del sureste de China y, a pesar de que sólo dispone de unos 24 millones de habitantes y 36.000 kilómetros cuadrados, no es un país pequeño a la merced de otros países, sino que está dotado de una fuerza económica y militar «formidable», cuyas reservas de divisas en 2020 alcanzaron los 484.520 millones de dólares, ocupando así el cuarto lugar a nivel mundial, sólo por detrás de China, Japón y Suiza, y también es el principal proveedor global y pieza clave de suministros de chips en todo el mundo.