Rusia: gas con China, paz con Japón y negocios con Corea del Sur, su troika favorita
Moscú. Al jefe del Kremlin, Vladímir Putin, le gusta decir que Rusia quiere aprovechar los vientos que soplan las velas del desarrollo chino. Le ha llevado dos décadas, pero Rusia ya ha asumido, no sin complejos, que el gigante asiático es el camino a seguir.
No obstante, Moscú no quiere poner todos sus huevos y esperanzas en la creciente demanda de energía china. Para ella necesita sellar la paz con Japón pendiente desde la Segunda Guerra Mundial. La diplomacia rusa deberá demostrar que la maestría demostrada recientemente en Siria no es casual a la hora de mantener un equilibrio aparentemente imposible entre China y Japón, dos enemigos irreconciliables.
Moscú y Pekín han forjado durante los últimos años un frente diplomático inquebrantable en su contraposición a la política de intervención estadounidense. En el plano político ambas potencias mantienen posturas muy similares, sea en las crisis de Corea del Norte, Irán o Siria, o en relación a Oriente Medio, América Latina o África. Rusos y chinos quieren que sea el Consejo de Seguridad de la ONU el que tome las grandes decisiones y no la Casa Blanca.
A su vez, el comercio bilateral no deja de crecer, aunque es en este terreno donde los rusos no están del todo satisfechos. El primer ministro ruso, Dmitri Medvédev, cerró recientemente durante su visita a Pekín nuevos acuerdos y, lo que es más importante, allanó el camino, según la prensa, para poner fin al culebrón de la firma del contrato de suministro de gas ruso.
Tras años de arduas negociaciones los rusos aún no han sido capaces de consensuar con sus vecinos el precio de su preciado hidrocarburo. Y los rusos tienen cada vez más prisa, ya que la crisis ha reducido las importaciones de gas por parte de los países miembros de la Unión Europea (UE). China lleva años importando gas de Asia Central, pero ha ocurrido lo mismo con el gas ruso.
Pekín se deja querer, pero el estancamiento de la economía rusa hace que la paciencia del Kremlin sea cada vez menor. Le guste o no, el gigante gasístico ruso Gazprom tendrá que reducir sus exigencias, de lo contrario se topará de bruces con la realidad de la obstinación china. Más aún, cuando las exportaciones de armas rusas a China ya no son lo que eran, dado que el gigante asiático se ha convertido también ahora en exportador de armamento, en gran medida gracias a las copias de los prototipos rusos y soviéticos.
Con Japón las coincidencias diplomáticas son escasas, pero ambos están igualmente interesados en cerrar el capítulo de la historia de la Segunda Guerra Mundial. Tras alcanzar su punto bajo debido a la visita a las islas Kuriles por parte de Medvédev cuando presidía el Kremlin, Moscú y Tokio decidieron que no merecía la pena cruzar el Rubicón y reanudaron el pasado año las negociaciones de paz.
La reciente visita a Tokio de los ministros de Exteriores, Serguéi Lavrov, y Defensa, Serguéi Shoigu, respectivamente, demuestra que el acuerdo no era papel mojado. La próxima ronda a nivel de viceministros se celebrará a principios de 2014.
Es verdad que los japoneses no han renunciado a recuperar el Archipiélago del Norte, como ellos llaman a las Kuriles, pero el presidente ruso, Vladímir Putin, es un dirigente pragmático. Japón es el destino ideal para el gas natural y licuado que se está explotando en la isla de Sajalín. Para ello, ambas partes deben dejar de ver a la otra como una amenaza.
El escudo antimisiles norteamericano cubriría también a Japón, factor que China y, en menor medida, Rusia, consideran una amenaza para sus intereses. De hecho, Moscú reforzó la guarnición militar en las Kuriles y se plantea desplegar en la zona un portahelicópteros. Un paso acertado sería la inversión conjunta en el territorio, que muchos analistas consideran que volverá tarde o temprano al redil nipón, pese a las actuales reticencias rusas.
Las actuales negociaciones parecen la última oportunidad para restañar viejas heridas y corregir las afrentas históricas. Dicen algunos historiadores que Stalin hubiera tomado Japón si los norteamericanos no hubieran lanzado la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki. Mientras, otros opinan que EEUU lanzó las bombas precisamente para frenar el avance de Stalin, que tuvo que conformarse con las Kuriles. Sea como sea, los historiadores de ambos lados deben también contribuir al acercamiento.
Aunque Rusia no ha sido más que un convidado de piedra en las negociaciones multipartitas (conversaciones a seis bandas: Rusia, China, EEUU, Japón, EEUU y las dos Coreas), para la solución de la crisis nuclear norcoreana, la paz en la península coreana le permitiría firmar suculentos contratos. Moscú quiere exportar sus hidrocarburos a Corea del Sur, pero para ello necesita el visto bueno de Pyongyang. Lo que, como sabemos, no es tarea fácil.
Por de pronto, Ferrocarriles de Rusia ya está trabajando en el tendido de vías férreas en el territorio del régimen estalinista. Gazprom estaría dispuesto a agradecer generosamente a los norcoreanos el tránsito del gas con destino a Corea del Sur, una zanahoria que Pyongyang no debería desperdiciar.
Rusia ya no se guía por los viejos esquemas ni por las viejas alianzas, ya que a la antigua Unión Soviética esas viejas prácticas le salieron muy caras. Putin busca nuevos mercados para los ingentes recursos naturales rusos y China, Japón y Corea del Sur son su troika favorita.
Colaborador de www.asianortheast.com
10 Respuestas
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