Los retos del Banco de Japón en su nueva singladura

Madrid. El Banco de Japón quiere escenificar un cambio de era. Eso sí, será una transición tranquila después de muchos años con tipos de interés ultrabajos. La llegada del nuevo gobernador, Kazuo Ueda, sin duda traerá un aire nuevo, pese a que en sus apariciones públicas ha confirmado, siempre desde la más recta prudencia, que mantendrá esa política monetaria laxa… por ahora.
Lo que no pasa desapercibido es que desde el primer minuto está deslizando señales que apuntan a una nueva época. En su primera reunión al frente de la institución, los miembros del consejo discutieron «pacientemente» sobre este asunto, de acuerdo con el resumen que difundió el banco central el pasado jueves. Ese término supone un cambio respecto al de «persistentemente» que se venía utilizando en el organismo, que implicaba un menor margen de desviación de la senda anterior. Se trata del sello personal del nuevo gobernador que se desmarca, aunque sea apenas levemente, de su predecesor Haruhiko Kuroda.
Toda esta retórica es una declaración de intenciones. Ueda ya ha dicho que el banco central empezará a desmantelar su actual política monetaria una vez que el país registre una inflación estable del 2 %. En marzo, los precios subieron un 3,2 % interanual, pero el Banco de Japón prevé que la inflación se establecerá por debajo del 2 % este año por la caída de los costes de las importaciones, que han repuntado por la guerra de Ucrania y la relajación monetaria. Con el objetivo de alcanzar ese nivel de inflación, la institución está comprando bonos japoneses. Sin embargo, la incertidumbre sobre la economía mundial, recalcada recientemente por el Fondo Monetario Internacional (FMI) ante las turbulencias del sistema financiero, le da motivos a Ueda para proceder con cautela.
Además, la sucesión en la cúpula de la entidad no es sencilla. Kuroda desplegó grandes cantidades de estímulos en la economía durante su década de mandato. Intentaba así hacer despegar el crecimiento del país, que durante los últimos 30 años se ha estancado, y también acabar con el riesgo de deflación en una economía muy endeudada, con una tasa de paro elevada y con una población de las más longevas del mundo.
Desde 2013, el que a la postre fuera el gobernador del Banco de Japón que más tiempo estuvo en el cargo se congració con la política económica implantada por el entonces primer ministro, Shinzo Abe, que consistía en estímulos agresivos, gasto fiscal flexible y estrategias de crecimiento para promover las inversiones en el sector privado. Este cóctel facilitó la depreciación del yen, que en aquella época se encontraba en un nivel extremadamente alto, lo que perjudicaba a las exportaciones de los fabricantes. En 2022, la moneda japonesa tocó mínimos históricos frente al dólar, que llegó a romper el nivel de 150 yenes, pero algunos analistas creen que el yen se reforzará ante el posible viraje del Banco de Japón con Ueda marcando el camino en los próximos cinco años.
El derrotero escogido por Kuroda -siempre a contracorriente de las alzas de tipos iniciadas por otros grandes bancos centrales- hoy es blanco de las críticas por el efecto distorsionador en los mercados de renta fija. Los inversores están especulando con que este apoyo pasará a la historia más pronto que tarde, si bien Ueda ha mantenido que esta política ultraexpansiva continuará hasta que no se produzca una subida continuada de los salarios y una inflación sostenida.
La presión que recae sobre sus hombros es considerable. Quizá por ello, y también por convicción personal, Ueda ha hecho hincapié en que las empresas niponas tienen que incrementar sus inversiones en capital humano, argumentando que el crecimiento económico debería recoger los frutos del aumento de los salarios y de la inflación. En este sentido, ha valorado positivamente las reformas impulsadas por el Gobierno, lo que ha permitido flexibilidad laboral, una condición que, a su juicio, ha contribuido a dinamizar el crecimiento de la economía. El año pasado, la tercera economía mundial se expandió un 1,1 % y, según las previsiones del Banco de Japón, en el actual ejercicio crecerá un 1,7 %.
La actuación de Ueda, que ha formado parte del consejo del Banco de Japón, seguirá estando bajo lupa mientras conduce al organismo en un periodo clave. La larga sombra de Kuroda seguirá proyectándose bajo sus pasos, con los que tratará de mitigar los efectos de sus ingentes estímulos mientras lidia con el caos de los problemas de la banca en Europa y Estados Unidos. Para ese cometido, Ueda estará acompañado de dos nuevos vicegobernadores: Ryozo Himino, excomisario de la Agencia de Servicios Financieros, y Shinichi Uchida, antiguo director ejecutivo del Banco de Japón, ambos con una reputación intacta.
Pese a todo, la comunicación será el caballo de batalla que Ueda tendrá que embridar con el mayor tino posible. Su asignatura principal será la de recuperar la confianza respecto a la capacidad del banco central a la hora de transmitir sus mensajes. Bajo la batuta de Kuroda, esa confianza se fue deteriorando al generarse una sensación de escasa visibilidad tras concatenar diferentes movimientos que pillaron por sorpresa a los mercados. Restablecer un canal que cambie esa percepción entre los inversores es prioritario para Ueda para marcar la diferencia.