El efecto Trump en los países del nordeste asiático

Donald Trump
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Madrid. Han pasado más de cincuenta años desde que Asia empezara a beneficiarse del compromiso estadounidense con el libre comercio y las alianzas bilaterales en la región. La elección de Donald Trump suscita dudas respecto a si ese compromiso ha llegado a su fin.

Incluso antes de comenzar su campaña para la presidencia, el Sr. Trump se dio a conocer como un crítico de las políticas que abrieron los mercados en los Estados Unidos a los bienes asiáticos de bajo coste y ayudó a alimentar el crecimiento vertiginoso que transformó Japón, dio lugar a las economías de los dragones del Pacífico e impulsó la aparición de China como una potencia global.

Durante la campaña previa a su elección, el Sr. Trump acusó a varios países de la zona de manipulación de sus monedas -China e India- y amenazó con introducir un impuesto del 45 por ciento sobre las importaciones chinas, ungido por el convencimiento de que hacen daño a los norteamericanos. Además ha despertado un cierto recelo al sugerir que Estados Unidos podría retirar sus garantías de seguridad a Japón y Corea del Sur si no se avienen a aumentar su participación en el coste de su defensa.

En esta situación, Xi Jinping, el presidente chino, ha tendido la mano al presidente electo al felicitarle y le ha ofrecido su colaboración, aunque, en opinión de algunos expertos, Pekín obtendrá ciertos beneficios de las elecciones en Norteamérica, pues un presidente menos internacionalista pondrá menos obstáculos a la influencia de China en la región y a sus reclamaciones de soberanía en los mares del sur y este de China.

Trump se opone al TPP, el tratado que crea un área de libre comercio en ambas orillas del Pacífico y cuya condición de empresario, según opina Jia Qingguo, decano de la Escuela de Estudios Internacionales de la Universidad de Pekín, invita a pensar que será más pragmático y que ese pragmatismo podría extenderse a las relaciones económicas entre los dos países. En lo anterior abunda el hecho de que China es el principal socio comercial estadounidense, con un 15,4 por ciento del intercambio de EEUU, y ambas economías son mutuamente dependientes.

El comercio bilateral ascendió en 2015 a cerca de 600.000 millones de dólares, con una balanza favorable a China en 367.000 millones, según datos oficiales de ambos países. Sin embargo, en lo que se refiere al tratado de libre comercio entre Estados Unidos y 11 países del Pacífico, TPP, ya no hay vuelta atrás. La administración Obama ha desistido de presentar el proyecto a la aprobación del Congreso, que pretendía sucediera antes del fin de la presidencia actual, en la esperanza de que el Partido Demócrata recuperara, en las elecciones del 8 de noviembre, asientos suficientes en el Senado para tramitarlo en los dos meses que median entre las elecciones y la toma de posesión del nuevo presidente. Puesto que no ha sido ése el caso -los republicanos han mantenido el control de la Cámara de Representantes y del Senado- no será posible utilizar ese procedimiento para su aprobación, pues los líderes de ambas cámaras han advertido de que no someterán el TPP a votación antes de la investidura de Trump.

El cambio de posición de los republicanos, partidarios tradicionales del libre comercio y, por tanto, de este tipo de tratados, se ha debido al discurso proteccionista del nuevo presidente durante su campaña, quien prometió también revisar el tratado de libre comercio con Canadá y México, NAFTA, y la política comercial con China.

Con toda certeza, el presidente Obama abordará el futuro del TPP en la cumbre de países APEC que se celebra esta semana en Lima.

Respecto a la situación en el Mar Meridional de China, por cuyas rutas marítimas pasa un volumen comercial de cinco trillones de euros anuales, China se atribuye la soberanía sobre la mayor parte de sus aguas, en reclamaciones territoriales que chocan con las de Vietnam, Malasia, Filipinas, Taiwán y Brunéi, lo que ha llevado a Estados Unidos a patrullar la zona para defender la libertad de navegación.

De hecho, las relaciones económicas también ocuparán un lugar importante entre ambos países. Estados Unidos quiere mayor acceso al mercado chino de casi 1.400 millones de clientes potenciales, mientras China se concentra en fortalecer sus propias empresas. Ambas potencias han logrado avances en asuntos de ciberseguridad, y cooperan en áreas como el cambio climático o la lucha contra el terrorismo global, aunque mantienen una desconfianza recíproca.

Zhang Xiangchen, del ministerio de Comercio de China, ha expresado su confianza en que el nuevo presidente mantenga el apoyo norteamericano a la construcción de la Zona de Libre Comercio Asia-Pacífico (FTAAP, por sus siglas en inglés), pese a su rechazo al TPP, por los beneficios que aportará a los intereses chinos y americanos y a los de otras economías de la zona.  

A su vez, el viceministro chino de Asuntos Exteriores, Li Baodong, aseguró que la promoción de esa zona comercial es una prioridad en la agenda del presidente chino, Xi Jinping, para la cumbre de países APEC, ya que esta región es uno de los motores del crecimiento global.

Por su parte, otro funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, Lu Kang, restó importancia a los comentarios del presidente electo durante la campaña al señalar que se referían a asuntos internos y no todos fueron negativos. Añadió también que China confía en expandir las relaciones bilaterales, tanto en el ámbito regional como en el global y puso de manifiesto su disposición a resolver las disputas potenciales de forma constructiva. No obstante, en sus declaraciones durante la campaña se ha declarado también partidario de que Japón corra con los gastos de la protección militar que le proporciona EEUU.

Respecto a Japón, una de las grandes economías que respalda el TPP, el primer ministro japonés, Shinzo Abe, al felicitar al que será nuevo presidente de los Estados Unidos no dejó de resaltar que la estabilidad de la región de Asia-Pacífico genera paz y prosperidad a Estados Unidos.

Casi al tiempo, un día después de la victoria electoral de Donald Trump, Japón se convertía en el primer país en ratificar el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP), previamente aprobado por la Cámara Baja del Parlamento japonés, aunque Donald Trump había rechazado en campaña dar su visto bueno a este acuerdo multilateral por considerar que perjudica a los intereses estadounidenses.

De acuerdo a la legislación japonesa, la aprobación por parte de la Cámara Baja del hemiciclo supone la entrada en vigor automática de todo acuerdo internacional a los 30 días de la votación parlamentaria, independientemente de que la Cámara Alta -donde el partido gobernante también ostenta mayoría- lo rechace después.

El Gobierno de Shinzo Abe ha acelerado la ratificación del tratado antes del fin del actual periodo de sesiones -que concluye el próximo 30 de noviembre- pese a las dudas sobre su futura entrada en vigor, para la cual es necesaria la aprobación de los 12 países firmantes, pues considera que el TPP es importante para aprobar las reformas estructurales pendientes que conforman su programa de reformas económicas, Abenomics  y convocó una reunión de su consejo de seguridad nacional, para analizar las repercusiones geopolíticas y las económicas del resultado electoral.

Estados Unidos, Japón, Australia, Brunéi, Canadá, Chile, Perú, Malasia, México, Nueva Zelanda, Singapur y Vietnam firmaron el acuerdo el pasado febrero en Auckland, momento en el que se abrió un proceso de dos años para que cada miembro lo ratifique individualmente.

En Seúl, el gobierno surcoreanoen medio de la crisis provocada por las acusaciones contra la presidenta Park Geun-hye de favorecer a una amiga personal- cree que Trump mantendrá la política contra el programa nuclear de Corea del Norte. Según el ministro de Exteriores surcoreano, Yun Byung-se, Trump ha expresado con claridad que el principal problema que afronta el mundo es la amenaza nuclear.

No obstante, los expertos han destacado el peligro de las propuestas del presidente electo de EEUU para la seguridad de su país lo que le ha llevado, al igual que a Japón, a convocar a su consejo de seguridad nacional. Donald Trump prometió en su campaña renegociar el acuerdo de defensa, ya que considera que EEUU pierde miles de millones de dólares cada año por defender a su aliado surcoreano, y eventualmente retirar las tropas y abandonar a Corea del Sur a su suerte si no se llega a una solución menos gravosa para el país norteamericano.

Desde Seúl, el analista político Shim Jae-hoon valora la victoria de Donald Trump como una mala noticia para Corea del Sur; en seguridad porque quiere retirar las tropas o al menos reducir su presencia militar; en el aspecto económico porque busca imponer aranceles a Corea del Sur, un país exportador –Corea del Sur y Estados Unidos mantienen un tratado de libre comercio desde 2012 que ha servido para incrementar sus intercambios, aunque Trump ha expresado su intención de renegociarlo al creer que resulta deficitario y destruye puestos de trabajo en Estados Unidos- e incluso ha lanzado la idea de que debería contribuir a pagar el coste de los gastos militares de los Estados Unidos en el país.

Estados Unidos mantiene 28.500 efectivos en Corea del Sur y se compromete a defender a su aliado en un conflicto con Corea del Norte, en refuerzo de lo cual Washington desplegará un escudo de defensa antimisiles, el THAAD, que Pekín considera una amenaza para su propio territorio. Estados Unidos quiere que China presione a Corea del Norte para que se deshaga de su armamento nuclear, pero el Gobierno de Xi Jinping no parece muy decidido a hacerlo.

Además, según algunos expertos en Corea, Donald Trump, podría tratar de completar la transferencia aplazada del control operativo (OPCON, según sus siglas en inglés) en tiempos de guerra de las fuerzas surcoreanas de Washington a Seúl. Corea del Sur entregó el control de sus fuerzas a EEUU durante la Guerra de Corea de 1950-53 para defenderse de las tropas invasoras de Corea del Norte y, aunque el control en tiempos de paz de las fuerzas fue devuelto en 1994, el control en tiempos de guerra sigue en las fuerzas norteamericanas.

En Corea del Norte, su principal web de noticias ha divulgado un editorial en el que apoya a Donald Trump, al que califica de «sabio» y «profético», «con «visión de futuro» y capaz de hacer posible la «unificación de Corea», frente a la «sorda» Hillary Clinton.

Según Daniel Pinkston, profesor de relaciones internacionales de la Universidad de Troy, Alabama, y experto en Corea del Norte, la victoria de Donald Trump siembra dudas sobre la tensa situación en torno a Corea del Norte, después de que el republicano prometiera en campaña renegociar los acuerdos de seguridad de Estados Unidos con sus aliados en la región e incluso inducirles a desplegar sus propias armas nucleares. Si esto llegara a suceder la situación se volvería muy peligrosa no sólo por violarse el Tratado de No Proliferación (TNP), sino porque Corea del Norte ya cuenta con armas nucleares y podría usarlas antes de que sus vecinos tuvieran tiempo para desarrollar las suyas.

Al parecer, Trump habría manifestado en su campaña su disposición a hablar con el líder de Corea del Norte y con China para resolver el asunto atómico.

La República de China, más conocida como Taiwán, muy dependiente de Estados Unidos en seguridad nacional y como segundo mercado de exportaciones, teme que Trump lleve a la potencia norteamericana al proteccionismo y al aislacionismo.

En atención a todo lo expresado por Trump en su campaña, Taiwán teme que la política económica en su presidencia suponga un alza de las tarifas aduaneras y que las empresas taiwanesas, como Foxconn (Hon Hai Precision Industry), fabricante de los iPhone y iPad de Apple, tengan que reubicar sus líneas de producción en los Estados Unidos.

En los asuntos relacionados con la seguridad, Taiwán desempeña un papel importante en la reorientación estadounidense hacia el Asia Oriental y la isla depende de Estados Unidos como principal suministrador de equipos bélicos, frente a posibles intervenciones de China continental; ante un eventual aislacionismo estadounidense, China pasaría a ocupar su lugar y su influencia internacional aumentaría.

Por otra parte, a tenor de lo dicho por Trump en su campaña, Taiwán tendrá que olvidarse del TPP y enfocar sus esfuerzos al ingreso en la Asociación Económica Regional Integral (RCEP), liderada por China, y en la firma de acuerdos de libre comercio con otros países.

Taiwán, que siempre ha contado con el apoyo de EEUU frente a China continental, dejaría de tener este apoyo en el momento en que aumenta la presión sobre el Gobierno de Tsai Ing-wen, partidaria de una mayor distancia frente a Pekín. Según Lin Chong-pin, antiguo viceministro de Defensa, el gobierno de Trump mantendrá la venta de armamento a la isla y apoyará a Taiwán para que desafíe a China con su forma de gobierno, pero no en caso de conflicto bélico.

Juan de Castro Pita

ex consultor de Naciones Unidas

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