¿Cómo afectan las sanciones por la guerra a la industria petrolera rusa?

Madrid. Desde abril, Rusia ha dejado de publicar la estadística cuatrimestral sobre la extracción de carburantes. Una ley aprobada en febrero de este año por la Duma le permite a Moscú encubrir cualquier información oficial para «defender los intereses geopolíticos del país». El Kremlin ya aplicó esta táctica en varias ocasiones desde que comenzó la guerra de Ucrania en febrero de 2022, escondiendo los datos de las exportaciones y las importaciones e informes sobre el estado de las reservas internacionales del Banco Central.
La información volverá a publicarse en abril del año siguiente, justo después de las elecciones presidenciales de marzo. El gas y el petróleo, productos que durante décadas propulsaban la economía rusa, eran considerados una buena forma de estimar su crecimiento y la situación general. Las exportaciones de hidrocarburos amasaban el 45 % del PIB ruso en 2021. El hecho de que el Ejecutivo ruso los encubra un año antes de las elecciones hace pensar que es una decisión más bien política que geoestratégica, como defienden las autoridades.
Antes de la invasión, Europa era el principal comprador del petróleo y del gas rusos tanto por gigantescos oleoductos como el Druzhba o gaseoductos como los Nord Stream y el Yamal-Europa, como por mar en barriles en caso del petróleo y condensado en el caso del gas natural. Sin embargo, a pesar de las esperanzas del Kremlin de que Europa se decante por un pacto con Rusia para evitar una crisis energética, Bruselas condenó la invasión de Ucrania y procedió con severas sanciones económicas. Occidente asestó primero un golpe a las reservas extranjeras del Banco Central, congelando, además, las cuentas de numerosos oligarcas rusos.
Después, se prohibieron gran parte de las exportaciones tecnológicas a Rusia, para evitar surtir al agresor con fondos para continuar el conflicto. La aviación se quedó sin los componentes occidentales para mantener los aviones, las fábricas occidentales eran abandonadas por sus propietarios, que temían por su reputación. No obstante, hasta el verano de 2022 las exportaciones gas y el petróleo seguían casi intactas.
En los primeros meses de la guerra la industria petrolera rusa empezó a notar la escasez de los componentes y la tecnología occidentales. Al fin y al cabo, el petróleo y el gas siempre fueron el sector con más perspectivas en el país, atrayendo inversiones extranjeras e incentivando la importación de máquinas europeas de extracción, por ejemplo.
Estas sanciones fueron más bien un golpe a las capacidades de producción rusas a largo plazo, metiendo en las industrias clave una bomba de relojería que iría erosionándolas poco a poco. No hubo ni una crisis financiera, ni un pánico bancario, ni un estancamiento de las fábricas, que muchos vaticinaban en los primeros meses. Al revés: el balance comercial récord alcanzado gracias al bajón de las importaciones propulsó el rublo a niveles pre-sanciones y creó una abundancia de fondos para suavizar el shock inicial, mantener la estabilidad social y buscar nuevas fuentes de los productos esenciales. En cuanto a las exportaciones, Rusia sustituyó el mercado Occidental por nuevos contratos con los gigantes asiáticos de China y la India, redirigiendo su infraestructura petrolera hacia el este. Esto le permitió nivelar el efecto de las restricciones y alcanzar los mayores ingresos por la venta de hidrocarburos en por lo menos 27 años, un resultado sorprendente para un país bajo severas sanciones internacionales.
No obstante, Occidente no perdía el tiempo y estaba preparándose para la difícil decisión de restringir las exportaciones rusas, algo que afectaría negativamente a todos los involucrados. Según progresaba el conflicto y los aliados de Kiev aprobaban unos tras otros nuevos paquetes de sanciones, la dependencia europea de los carburantes rusos empezó a bajar, especialmente desde junio, cuando la Unión Europea (UE) anunció los planes de introducir restricciones a las importaciones de Rusia e incluso un tope de precios. Esta promesa fue consumada en diciembre por el G7, que introdujo un límite de 60 dólares por barril, seguida por una medida similar en relación a derivados del petróleo (como diésel o nafta). Además, la UE introdujo un embargo a todos los productos petrolíferos rusos transportados por vía marítima.
A pesar de que las restricciones hayan sido impuestas hace relativamente poco tiempo en términos económicos, sus efectos ya se hicieron notar. El precio de Urals, principal marca de petróleo rusa, se estacionó en el primer cuatrimestre de 2023 en alrededor de 49 dólares por barril, 1,8 veces menos que en enero del año pasado y más de 10 dólares menos que el tope impuesto por el G7. En abril, la extracción de carburantes bajó un 2,6 %, que probablemente fue una de las causas de la decisión por parte del gobierno de esconder las estadísticas del ojo público hasta que pasen las elecciones. Los ingresos, mientras tanto, bajaron un 38 % en enero de 2023 en comparación con el mismo período del año pasado. Después de un crecimiento sin precedentes en 2022, este 2023 comienza poco prometedor para la economía rusa.
La pérdida de miles de millones de petrodólares consiguió asestarle un fuerte golpe al balance de presupuesto del Gobierno: el déficit público en el primer trimestre alcanzó los 27,3 mil millones de euros, 1,6 % del PIB del país, cifra cercana al 2 % (33.400 millones de euros) de déficit planeado originalmente por el ministerio de finanzas para todo 2023. El primer ministro, Mijaíl Mishustin, explica este súbito aumento de los gastos (34 % interanual) con la decisión del Gobierno de Vladímir Putin de adelantar el pago de muchos contratos, asegurando de que el déficit volvería a la normalidad según procede el año.
Aun así, un informe publicado por un grupo de economistas expertos en la región afirmó que el panorama no era tan simple como lo pintaban algunos medios. Primeramente, explicaron, que el precio del Urals dejó de ser representativo del verdadero precio del petróleo siberiano. El precio de Urals se calculaba como la media de las cotizaciones en los mercados de Rotterdam en Holanda y Augusta en Italia, importantes centros de refinerías de petróleo. No obstante, después de que las sanciones cerrasen estos puertos para los hidrocarburos rusos, la agencia Argus que solía ocuparse de calcular el precio, propuso un nuevo método, que usaba las cotizaciones de los puertos rusos de Novorossíisk y Primorsk. Sin embargo, este cálculo no toma en cuenta el incremento del costo de transporte que supone la sustitución del mercado europeo por el asiático. Desde febrero de 2022 Rusia aumentó considerablemente las exportaciones de hidrocarburos a China y la India, donde, según los datos de los aranceles, el petróleo es vendido a precios mucho mayores que el Urals.
Además, los analistas hallan que los alegados descuentos que los exportadores rusos ofrecen a sus socios chinos e indios a menudo no son tan considerables, lo que entra en conflicto con la teoría establecida de que Rusia consiguió cortejar a Nueva Delhi con grandes rebajas. Los puertos del Báltico y el Mar Negro y los yacimientos más conectados históricamente con Europa fueron más afectados por las nuevas restricciones, por lo que se vieron obligados a vender a un precio medio de 16 dólares por debajo del Brent (marca del Mar del Norte) a China y 22 dólares a la India. Mientras tanto, los hidrocarburos del Pacífico, transportados por la “flota secreta” (flota de más de 100 buques comprados por Rusia de forma clandestina) y numerosos oleoductos, casi no ofrece descuentos a los socios asiáticos. Pekín compraba petróleo por un precio de tan solo varios dólares por debajo y algunas veces incluso por encima de Brent. Es verdad que Nueva Delhi recibe ciertas rebajas que, sin embargo, siguen siendo menores que las ofrecidas por el gas europeo. Según el informe, el mercado de hidrocarburos rusos se fue fragmentando a lo largo de 2022, formando dos grandes sectores: el europeo, donde los precios bajaron considerablemente para cumplir con las restricciones; y el asiático, que no se vio casi afectado ni por el embargo ni por el tope.
Esto puede parecer una ventaja para Moscú, permitiéndole evadir las sanciones y el límite de precios vendiendo el petróleo por intermediarios. Sin embargo, el precio de Urals sigue siendo el principal punto de referencia que usa el ministerio de finanzas para calcular los impuestos, lo que significa que los ingresos extra que consiguen las compañías petroleras no acabarán en fondos públicos, sino en bolsillos privados en su gran mayoría. La creciente opacidad del sistema hace su control cada vez más difícil. El Gobierno ruso lo ve, por lo que se empezó a hablar de calcular los impuestos en relación al precio de la marca de Dubái, que sería una mejor representación de la situación verdadera.
Esta disparidad entre el precio oficial y el real significa que, a pesar de conseguir erosionar los ingresos petrolíferos de Rusia, el Kremlin sigue consiguiendo evadir las restricciones en el frente asiático. El informe se posiciona a favor de un tope más restrictivo de 40 dólares por barril que sigue siendo más alto que el coste marginal, pero dañaría mucho más a la industria petrolera rusa. Además, los economistas remarcan la importancia del cumplimiento y la aplicación de las restricciones por parte de todos los países involucrados para maximizar el efecto y evitar brechas en las filas.
Aun así, aunque las restricciones no sean perfectas y su efecto no alcance el máximo, es un hecho que la industria petrolera recibió un duro golpe en 2023, lo que demuestra la decisión del Ejecutivo ruso de esconder la estadística oficial al respecto. Putin está preparándose para las elecciones de 2024 y ante una precaria situación en el frente no puede permitirse que las duras circunstancias económicas siembren desilusión y decepción en las masas. Con un rublo barato, unas reservas menguantes y una guerra prolongada, 2023 será un año más difícil para Rusia que el anterior, a pesar de que el país consiguiese establecer nuevas cadenas de suministro.