No habrá invasión inmediata de Ucrania: los objetivos de Putin y la necesaria respuesta de Occidente
Washington. Vladimir Putin ha acumulado suficientes tropas y material bélico para poder invadir Ucrania. Además de 100.000 soldados, el presidente ruso ha desplazado tanques, aviones y artillería a solamente 12 kilómetros de su frontera con Ucrania. Asimismo, ha desplegado misiles antiaéreos S-400 para ejercicios militares que celebrará próximamente en Bielorrusia.
A corto plazo el presidente ruso no lanzará un ataque en toda regla contra Ucrania por diversos motivos. China, que es su aliado, quiere, mediante los Juegos Olímpicos de Invierno (que empiezan el 2 de febrero), ofrecer al mundo una imagen de modernidad y gestión impecable de un acontecimiento deportivo internacional en la era de Covid-19. Putin no va a desplazar el foco de atención internacional en detrimento de Pekín.
El segundo motivo es que un intento de invasión de Ucrania desencadenaría una guerra de gran magnitud. Las fuerzas armadas de Ucrania son las terceras mayores de Europa, con 255.000 efectivos. Poseen 77 lanzadores del cohete portátil antitanque Javelin proporcionados por Estados Unidos, que en los últimos días ha mandado 200.000 libras de material militar adicional al régimen del presidente Volodimir Zelensky. Otros miembros de la OTAN pueden suministrar más Javelin y Stingers. Fuerzas especiales de EEUU han estado entrenando a las ucranianas desde hace años. Más allá de los paramilitares rusos que financió y armó Putin para que se apoderaran del Donbás en 2014, la población rusohablante de Ucrania es leal a su país. Los ucranianos no olvidan que la agresión de 2014 costó la vida a 14.000 de sus compatriotas.
El presidente Joe Biden en su conferencia de prensa del 19 de enero cometió un error al afirmar que una incursión menor de Rusia en Ucrania generaría un debate entre los aliados sobre la respuesta adecuada. Al día siguiente Biden y otros miembros de su gobierno hicieron marcha atrás y aseguraron que no tolerarían ningún ataque de Rusia. La reflexión que Biden no debía haber hecho pública no es equivocada. EEUU, el Reino Unido, los miembros de la OTAN en Europa oriental y Escandinavia (Dinamarca y Noruega) son partidarios de una respuesta inmediata y dura en caso de invasión. Otros miembros de la Alianza Atlántica en Europa occidental proponen una reacción más moderada. El comentario de Biden provocó airadas críticas del presidente ucraniano Zelensky y otros cargos de su gobierno. El presidente de EEUU ahora no puede defraudar a los ucranianos y la opinión pública de su país. Algunos cínicos incluso aseguran que a Biden no le vendría mal una confrontación militar limitada con Rusia para desviar la atención de las críticas a su gestión de la economía y la pérdida de apoyo en las encuestas. Dicha teoría es bastante absurda teniendo en cuenta que Biden desde hace décadas ha sido contrario a las guerras de EEUU en Irak y Afganistán. Tampoco tendría ninguna garantía de un desenlace positivo para EEUU en caso de un conflicto armado.
El presidente Biden y su ministro de Asuntos Exteriores, Antony Blinken, se han reunido en persona o virtualmente con altos cargos de la Unión Europea (UE), OTAN y jefes de gobierno de sus estados miembros, además de con otros aliados como Japón. Esta metódica coordinación de EEUU con sus aliados ha funcionado. Aunque no haya unanimidad entre todos los aliados sobre la magnitud de la respuesta a una hipotética invasión, no hay división respecto al rechazo categórico a las exigencias de Moscú. Las represalias en caso de agresión rusa serían fundamentalmente económicas. Se baraja la posibilidad de excluir a Rusia del sistema de pagos internacional Swift.
Putin pretende que EEUU garantice por escrito que Ucrania y otras ex repúblicas soviéticas como Georgia y Moldova jamás ingresarán en la Alianza Atlántica. Además exige que la OTAN retire sus efectivos de Rumanía y Bulgaria, ambos miembros de la UE y la OTAN.
La OTAN desplegó en 2016 cuatro batallones multinacionales en Estonia, Letonia, Lituania y Polonia liderados por EEUU, el Reino Unido, Alemania y Canadá para hacer frente al programa de rearmamento de Rusia y su abandono de los tratados que limitaban el estacionamiento de sus fuerzas militares convencionales en las zonas fronterizas con sus vecinos. Los ciberataques rusos contra las repúblicas bálticas y Ucrania son habituales. También los vuelos rasantes provocadores de cazas rusos sobre la cubierta de buques de la OTAN en el mar Báltico, donde Moscú y Pekín han realizado a menudo maniobras navales conjuntas. Se aplicaron sanciones contra cargos y empresas rusas después de la anexión de Crimea y agresión en el Donbás en 2014. EEUU además tiene tropas estacionadas en Rumanía y Bulgaria. Washington enviará más tropas a la región y armamento a Ucrania si Putin persiste en su escalada.
El último motivo por el cual se puede descartar una invasión de Ucrania en toda regla es más preocupante. Putin ya ha logrado algunos objetivos con su despliegue militar. Ha forzado a EEUU y la OTAN a tener que sentarse con representantes rusos y responder a la exigencia inaceptable de documentos escritos que otorgarían un veto a Moscú sobre el futuro de la Alianza Atlántica. Putin nunca ha escondido su deseo de reconstituir un espacio postsoviético. Ha mandado a sus tropas o financiado a paramilitares rusos que ocupan partes del territorio de Georgia (Abjasia y Osetia meridional), Moldova (Transdniéster) y Ucrania (Donbás). El presidente ruso sigue siempre la misma táctica. Alega falsamente que la población rusohablante de dichos países está siendo maltratada. En el caso de Ucrania ha llegado a hablar de un genocidio. Justifica así su intervención y mantenimiento indefinido de tropas en dichas regiones, que se declaran independientes y en las cuales se reparten pasaportes rusos a la población. Putin consigue que Ucrania, Georgia y Moldova sean difíciles de gobernar y que no puedan ingresar en la Unión Europea, ya que un candidato a la adhesión no puede tener conflictos abiertos con vecinos o minorías. Con cada intervención Putin además crea hechos sobre el terreno que le permiten desafiar a Occidente con más reivindicaciones desde una posición de más fuerza.
Occidente no puede ni debe negociar que Rusia disponga de un derecho de veto sobre la pertenencia de países independientes y soberanos en la OTAN y la UE. Ucrania sí buscó la aproximación a la Unión Europea con un tratado de libre comercio que su población unánimemente apoya. Después de los encuentros en Ginebra, Moscú presume de haber recibido respuestas en escrito a sus exigencias. Blinken ha repetido que cualquier incursión rusa en Ucrania provocaría una respuesta «rápida, contundente y coordinada» de los aliados. En las próximas semanas y meses Occidente no puede dar la impresión de estar cediendo ante una amenaza y estar siendo amedrentada con negociaciones absurdas que Moscú manipulará. Rusia recientemente encabezó un contingente de 2.000 tropas de seis países postsoviéticos que ayudaron a reprimir las manifestaciones contra el brutal dictador de Kazajistán, Kassym Tokayev, que costaron la vida a 200 personas.
Occidente debe exigir el cumplimiento de los tratados y exigir sus propias garantías de seguridad ante ciberataques constantes lanzados por Rusia. El apaciguamiento de dictadores nunca funciona. Una concesión genera más demandas. El Reino Unido y Francia lo intentaron con resultado desastroso en la conferencia de Munich que cedió parte de Checoslovaquia a Hitler. La URSS y el comunismo fueron derrotados en la Guerra Fría. En la historia jamás se ha producido una guerra entre dos democracias. Los aliados occidentales y la comunidad internacional deben hacer frente sin fisuras a las peligrosas aventuras de Putin.