La relación EEUU-China: Reanudar el diálogo con acumulación de agravios

Washington. La viceministra de Asuntos Exteriores de Estados Unidos, Wendy Sherman, se ha reunido en Tianjin con Wang Yi, consejero de Estado y ministro chino de Asuntos Exteriores, y Xie Feng, el número cinco en el ministerio, en el contacto presencial a más alto nivel, excluyendo la visita de John Kerry, enviado especial para el cambio climático, desde la fallida cumbre en Alaska.
Durante la turbulenta sesión del 18 de marzo en Alaska, el ministro de Asuntos Exteriores, Anthony Blinken, y el consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, intercambiaron recriminaciones con Wang Yi y Yang Jiechi, director de la Oficina de la Comisión Central para Asuntos Exteriores. Desde la toma de posesión de Joe Biden el 20 de enero, la política de su administración se ha caracterizado por una combinación de mantenimiento (o incluso aumento) de las sanciones o restricciones respecto a China, una metódico refuerzo de las alianzas de Washington y una disponibilidad a negociar con Beijing si se cumplen determinadas condiciones.
La visita de Wendy Sherman el 25 y 26 de julio a Tianjin, noreste de China, es la última parada en una gira que ha incluido Japón, Corea del Sur y Mongolia. Coincide con el viaje de Anthony Blinken a India y Kuwait. Blinken tratará sobre Afganistán, la región India-Pacífico y la COVID-19, además de preparar el terreno para la primera cumbre en persona de los líderes del grupo Quad (EEUU, Japón, India y Australia).
El ministro de Defensa, el general retirado Lloyd Austin, visita Singapur, Vietnam y Filipinas en un intento de refutar la percepción de falta de interés de EEUU en el sudeste asiático. Vietnam y Filipinas son dos de los países más afectados por la modernización militar en general y naval en concreto emprendida por China para sustentar su aspiración a la soberanía de todo el mar de China meridional.
Beijing, por su parte, critica con dureza la afirmación de Biden de que EEUU aborda los intercambios con China desde una posición de fuerza después de sus consultas con sus aliados. Blinken visitó los cuatro integrantes del denominado grupo Quad -Japón, India, Australia- entre marzo y mayo. Además de mantener los aranceles sobre exportaciones chinas existentes cuando llegó a la Casa Blanca, Biden ha incrementado las restricciones para inversiones en 59 empresas chinas de su complejo militar industrial.
Son corporaciones en los sectores de aeronáutica, aeroespacial, ingeniería y construcción naval, semiconductores, telecomunicaciones, tecnología electrónica y digital, energía nuclear, construcción ferroviaria y comunicaciones espaciales. En la orden ejecutiva firmada el 4 de junio, Biden declaró que se prohibía la inversión de EEUU en dichas empresas por sus lazos con los sectores militar y de vigilancia tecnológica chinos.
Biden afirmó «que la utilización de tecnología de vigilancia fuera de la República Popular China y el desarrollo de (nueva) tecnología de vigilancia para facilitar la represión o infracciones de derechos humanos constituyen una amenaza inusual y extraordinaria.” Dicha orden ejecutiva entrará en vigor el 2 de agosto. Se supervisa por parte de la Oficina de Control de Activos Extranjeros del ministerio de Finanzas estadounidense.
Asimismo, la Casa Blanca convenció a la Unión Europea (UE), Canadá y el Reino Unido sobre la necesidad de imponer sanciones a cargos chinos a los que ha bloqueado sus activos en EEUU y a los que Blinken el 22 de marzo acusó de cometer genocidio y crímenes contra la humanidad contra los uigures de Xinjiang.
En el caso de la UE, congeló activos y prohibió el viaje a territorio de la Unión a cuatro altos cargos que responsabiliza del funcionamiento de los campos. Como respuesta, China aplicó medidas similares sobre cargos del Parlamento Europeo, lo cual hace mucho menos probable una ratificación por parte de la Eurocámara del tratado de inversión UE-China sellado a finales de 2020.
En el intercambio de recriminaciones de Alaska, la cúpula china por medio de Yang dejó claro que rechaza que EEUU se erija en árbitro de valores universales y que ni la primera economía mundial ni el mundo occidental representan la opinión pública internacional. Yang añadió que «es importante que EEUU cambie su propia imagen y deje de promover su (versión) de democracia en el resto del mundo».
El ala izquierda del partido Demócrata y el propio gobierno de Biden han repetido sin apenas cesar desde enero que EEUU es un país intrínsicamente racista, que debe ser mucho más inclusivo y que se han atropellado los derechos de numerosas minorías durante su historia. Se están renombrando colegios, universidades, autopistas, calles, plazas y otros lugares porque llevaban nombres de personajes considerados políticamente incorrectos.
Fruto de esta campaña, Yang pudo permitirse en Alaska aseverar que «hay muchos problemas en EEUU relativos a derechos humanos, que EEUU misma reconoce». Wang exigió a EEUU que «abandone su práctica hegemónica de interferir en los asuntos internos de China. Esta ha sido una práctica habitual y debe cambiar».
La dinámica de la relación EEUU-China desde el punto de vista de Beijing es que las críticas de Washington no son aceptables y que China es una potencia que trata de igual a igual y exige respeto a EEUU. Teniendo en cuenta la cantidad de puntos de fricción entre EEUU y China, la nueva postura de Beijing está provocando un deterioro grave en las relaciones. Además de Xinjiang y el mar de China meridional, Washington y sus aliados recriminan la supresión de las libertades en Hong Kong, el apoyo (juntamente con Rusia) a Corea del Norte y Venezuela, el amedrentamiento de Taiwán, el programa acelerado de armamento chino, la transferencia de tecnología exigida a inversores occidentales, el robo de propiedad intelectual y la infiltración de instituciones occidentales por ciudadanos chinos.
El Senado ya ha aprobado el Innovation and Competition Act, que aplicará severas restricciones a las actividades de China en EEUU y financiará la investigación e innovación tecnológica a gran escala.
Ante tal cúmulo de divergencias, que la viceministra de exteriores Sherman sea recibida en Tianjin ya es un progreso. Las negociaciones sobre su reunión han sido parecidas a los rituales protocolarios de la guerra fría entre EEUU y la URSS. Washington exigía que se encontrara con el viceministro de Exteriores, mientras que Beijing ofrecía al número cinco del escalafón de dicho ministerio. El compromiso final incluye el intercambio de impresiones con Xie Feng así como con Wang Yi, el ministro de Exteriores.
Después de que la prensa, opinión pública y el gobierno percibieran la cumbre de Alaska como una humillación, pero China la considerase una lección necesaria, era impensable que Sherman fuera recibida en Beijing. Los más optimistas piensan que quizás Sherman y sus dos homólogos pueden allanar el camino hacia un nuevo encuentro entre Blinken y su homólogo Wang. Incluso no descartan una cumbre entre Biden y Xi Jinping con motivo de la cumbre del G20 en Italia en octubre.
Hay un factor adicional que induce al pesimismo. Desde mayo, EEUU y diversos países occidentales han padecido bastantes hacks y ciberataques de gran magnitud. El mayor gaseoducto de EEUU quedó paralizado durante unos días por primera vez en su historia cuando Colonial Pipeline (la empresa que la opera desde hace 57 años) se negó a pagar inicialmente los millones que exigían los hackers del grupo DarkSide, vinculados a Rusia. Colonial acabó pagando 4,4 millones para evitar la venta de 100 gigabites de sus datos en la web oscura y se restableció el suministro.
A finales de mayo Windows avisó de un nuevo ciberataque de Nobelium, grupo vinculado al servicio de inteligencia exterior ruso (SVR) que protagonizó el jaqueo más dañino de la historia en 2020 cuando recabó información de miles de empresas y entidades gubernamentales de seis países (incluyendo España) que la corporación de Texas Solar Winds posee al ser suministrador del software Orion.
En otro ataque, las víctimas de Nobelium fueron nuevamente ministerios de EEUU, ONGs, centros de estudios internacionales y consultores. El 22 de julio la Policía Nacional española, después de una extensa colaboración con el FBI desde abril de 2020, detuvo en Estepona (Málaga, sur) a un ciudadano británico acusado de acceder ilegalmente a las cuentas de Twitter de 130 personalidades de los EEUU, entre las que destacan Joe Biden, Barack Obama y Bill Gates. Además de ciberacoso, ciberextorsión y ciberamenaza, al británico se le acusa de emplear la novedosa técnica de swatting. Consiste en general una falsa alarma con la policía sobre un supuesto acto delictivo en el domicilio del VIP para provocar la intervención de los equipos élites de operaciones especiales (que en EEUU se llaman SWAT).
Este mes estamos también conociendo muchos detalles y la magnitud del proyecto Pegasus. La empresa cibernauta israelí NSO Group desarrolló Pegasus, un software capaz de instalarse secretamente en la mayoría de móviles y otros aparatos que emplean el sistema operativo Android o iOS. Se conocía la existencia de Pegasus desde 2016.
Según el periódico israelí Haaretz, en agosto de 2020 NSO Group vendió Pegasus por cientos de millones de dólares a los Emiratos Árabes Unidos y otros países del Golfo, que deseaban desplegarlo para espiar contra críticos de su regímenes, periodistas y políticos.
Una lista de móviles de 50.000 personas que habían sido personas de interés de NSO Group desde 2016 llegó a manos de Amnistía Internacional en 2020. La ONG la compartió con ochenta periodistas de diecisiete medios de comunicación de EEUU, Francia, Reino Unido, Israel, Hungría e India para indagar en el ataque más sofisticado contra móviles de la historia. Se ha revelado que Pegasus aún se utiliza contra personas de alto perfil y que es capaz de penetrar todas las versiones de móviles con iOS (incluyendo la última, 14.6).
La Casa Blanca también acusa a China de lanzar un ataque sobre el software del servidor de email de Microsoft que ha comprometido la seguridad de ordenadores alrededor del mundo, lo cual ha permitido que hackers puedan acceder a mucha información secreta.
Inmediatamente después del hack de Colonial Pipeline, Biden afirmó que no creía que Rusia estuviera involucrada. Desde entonces, teniendo en cuenta el nuevo ataque de Nobelium, las revelaciones del Proyecto Pegasus y la detención del ciudadano británico en Estepona (por poner algunos ejemplos) la actitud del presidente y su gobierno han cambiado de manera sustancial. Han recabado el apoyo y la condena por parte de sus aliados en la OTAN, la UE, Japón, Australia, Nueva Zelanda y otros países de dichas actividades, que se consideran financiadas o auspiciadas por Rusia y China en algunos casos o directamente dirigidas por ambas potencias en otros.
Biden ahora habla de dichas nefastas prácticas, de las que acusa a Rusia y China de promover, aunque descarta de momento medidas punitivas. Se apunta directamente al ministerio de Seguridad Estatal de China del ciberataque sobre el software de Microsoft, que se cree empezó en enero. Siempre hay esperanza ante la deterioración de relaciones entre potencias mundiales. Pero los ciberataques y hacks constantes de gran magnitud de Rusia y China combinados con la audacia China de ser la primera potencia mundial no son, desgraciadamente, un buen contexto para un deshielo.