¿El mundo según Monroe? No, el mundo según Trump
Madrid. El Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, conocido también por sus siglas en inglés como TPP o Trans-Pacific Partnership, ha sido denunciado por los Estados Unidos de América mediante una Orden Ejecutiva del presidente Donald Trump.
De esta forma, Estados Unidos deja de ser parte en él y, con su salida, imposibilita su entrada en vigor, puesto que una de las condiciones de su vigencia es que esté ratificado por, al menos, los países que representen el 85 por ciento de la economía del bloque y, considerando que la de los Estados Unidos aporta el 60 por ciento del total, casi 17 billones de euros –primera potencia económica mundial si tomamos como medida el P.I.B.-, es difícil que se mantenga.
El TPP se firmó en febrero de 2016 entre Estados Unidos, Australia, Brunei, Canadá, Chile, Japón, Malasia, Méjico, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam, todos de la Cuenca del Pacífico, cuya población suma un total de 819 millones de personas, sus economías el 40 por ciento del PIB mundial, sus exportaciones el 30 por ciento y sus importaciones el 25 por ciento del comercio global.
Barack Obama había puesto gran empeño en su consecución -enfrentándose incluso a un importante sector de los demócratas que, con Hillary Clinton a la cabeza, lo rechazaban- por dos importantes motivos: porque el TPP daba forma a la mayor zona de libre comercio del mundo liderada por los EEUU y para extender la influencia norteamericana en Asia y, así, contrarrestar la creciente influencia en la zona que la República Popular China ha ido adquiriendo en las últimas décadas.
China, por su parte, articuló su argumentación en torno a los beneficios de la supresión de barreras al comercio internacional en la Cumbre de Davos del Foro Económico Mundial la pasada semana. El presidente chino, Xi Jinping, que, al contrario que Donald Trump, acudió a esta cumbre, manifestaba su adhesión a los principios de la economía de mercado y rechazaba el proteccionismo anunciado por los norteamericanos al considerarlo un elemento distorsionador de la economía global, como ya había hecho en la cumbre APEC del pasado mes de noviembre en Lima.
Entendidos cuales eran los objetivos perseguidos con la firma, ratificación y entrada en vigor del TPP, los chinos llevan más de dos años embarcados en una opción alternativa al TPP, el Acuerdo de Asociación Económica Regional Integral (RCEP), impulsado por los chinos, cuando actuaron de anfitriones de la cumbre del Acuerdo de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) en noviembre de 2014 en Beijing.
El RCEP, que cubrirá un mercado de 3.400 millones de personas, estará compuesto por los diez países que integran la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), es decir Malasia, Indonesia, Brunei, Vietnam, Camboya, Laos, Myanmar, Singapur, Tailandia y Filipinas, además de seis países con los que la ASEAN mantiene tratados de libre comercio: Australia, China, India, Japón, Corea del Sur y Nueva Zelanda.
Sin embargo, según Bill Watson, analista del Cato Institute, el RCEP y el TPP no tienen las mismas características, ya que, mientras el RCEP reducirá a cero los aranceles para el 65 por ciento del comercio de bienes, en su primera fase y en un plazo de diez años recortará los aranceles para otro 20 por ciento, negociando después el 15 por ciento restante, que incluiría aquellos productos que cada uno de sus miembros considera sensibles, el TPP eliminaría el 99 por ciento de los aranceles de sus miembros y liberalizaría el comercio de servicios, aspecto éste que no se contempla en el RCEP, entre otras diferencias.
En todo caso, para Watson, ambos son acuerdos de libre comercio que, de conseguir su entrada en vigor, conseguirán los mismos objetivos en diferentes grados y que pueden coexistir pues se da el caso de países, como Japón, que son parte en ambos y, en opinión del mismo experto, es muy probable que los dos bloques acaben integrados en el Área de Libre Comercio del Asia Pacífico (FTAAP) lo que, sin duda, beneficiaría al comercio internacional y a China y Estados Unidos de manera especial.
Donald Trump no dejó pasar setenta y dos horas desde que asumió la presidencia de los Estados Unidos para poner fin a su participación en el TPP y, aunque Australia, haciendo alarde de optimismo, aún ve posibilidades de sacarlo adelante, el recién llegado presidente norteamericano ha borrado de un plumazo los motivos que dieran vida a este proyecto. China verá aumentar su peso en el comercio global y los Estados Unidos tendrán un aire más parecido al que le quiso dar Monroe en 1823.