Los JJOO de Pyeongchang, una ocasión histórica para poner fin a la “guerra fría”

Ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno en Pyeongchang, Corea del Sur.
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Madrid. Las dos Coreas viven un deshielo real, un presente efímero, pero lo que necesita la península coreana son hechos tangibles, duraderos, dado que con el paso del tiempo una gran parte de la sociedad surcoreana está harta y escéptica de vivir momentos históricos como el de ahora con la visita de Kim Yo-jong, hermana del líder Kim Jong-un, a los JJOO de Pyeongchang, y con precedentes, llenos de frustración, como las cumbres habidas entre los máximos dirigentes de las dos Coreas en 2000 y 2007, en Pyongyang, que no dieron la solución definitiva a la península coreana, que sigue en plena “guerra fría” desde 1945.

Las experiencias anteriores de encuentros de alto nivel entre ambas Coreas tienen que servir al presidente surcoreano, Moon Jae-in, para valorar, pese a la “voluntad del Norte para mejorar las relaciones con el Sur”, dentro de un escenario de distensión con motivo de los JJOO, y con el desfile histórico de ambas delegaciones juntas, de mucha prudencia sabiendo que todo lo que suponga “normalidad” que traiga confianza y sosiego a su vecino puede romperse por cualquier nimiedad que sirva para “volver a las andadas”, donde mejor se desenvuelve el régimen de Kim Jong-un hasta que no haga cambios económicos y políticos.

Partiendo de la base que ni Corea del Sur ni EEUU van a invadir Corea del Norte, ni Pyongyang va a provocar una guerra nuclear sabiendo sus graves consecuencias, esta participación olímpica norcoreana en Pyeongchang es una oportunidad histórica para el régimen comunista, tanto o más que las que mantuvo su padre, Kim Jong-il, con los presidentes surcoreanos, Kim Dae-jung, en 2000, y con Roh Moo-hyun, en 2007, respectivamente, porque el mundo global no es el mismo de antes, de ahí que el “mariscal” Kim no decepcione a la comunidad internacional.

El hecho de que un partido de hockey sobre hielo del equipo femenino unificado olímpico de las dos Coreas haya logrado reunir al presidente de Corea del Sur con la hermana del líder del vecino del Norte, Kim Jong-un, cuyo resultado es lo de menos, la sola presencia norcoreana en suelo surcoreano y, de momento, las buenas intenciones de Pyongyang, deben concretarse con realidades que den esperanza y soluciones a una situación anacrónica en el único lugar del mundo donde todavía la “guerra fría” no ha desaparecido.

Los JJOO de Pyeongchang son obviamente deportivos, pero en esta ocasión, en una excepcionalidad histórica, predomina más lo político-diplomático entre las dos Coreas en aras de lograr objetivos que no se pudieron conseguir tras las dos cumbres intercoreanas.

De momento, Kim Jong-un, a través de su hermana Kim Yo-jong, ha invitado al presidente surcoreano, Moon Jae-in, a celebrar en Pyongyang «lo más pronto posible» una nueva cita entre ambas partes, la que podría ser la tercera “cumbre intercoreana” de la historia y la primera en más de 10 años, pero también sería hasta más eficaz de cara a resultados concretos que el líder norcoreano visitase Seúl, lo que daría al mundo una proyección más certera de cara a ganarse la confianza de la comunidad internacional.

Kim Jong-un ha ganado hasta ahora todas las “guerras mediáticas”, pero yendo a Seúl para celebrar la tercera cumbre entre las dos Coreas, el líder norcoreano obtendría un mayor respaldo internacional que hacerla en Pyongyang, dado que el “manejo” de todo lo que rodea la cita estará perfectamente “bajo control” para consumo interno, por eso estos JJOO son la última oportunidad del régimen para demostrar de verdad que desea una reconciliación con el Sur y al mismo tiempo proporcionar “confianza” de cara al presente y futuro de Corea del Norte.

Incluso una hipotética “cumbre” en Seúl sería un “golpe bajo” a EEUU, y además el presidente surcoreano, Moon Jae-in, podría usarla para ver las posibilidades de acercamiento entre Pyongyang y Washington, instando a Kim Jong-un a un diálogo que nunca podría negar Donald Trump; sin embargo, si la citada tercera cumbre se celebra en la capital norcoreana todo estará muy bien, sembrará esperanza, originará ilusiones, pero al final todo o casi todo seguirá igual, es decir, pasado un tiempo, el régimen comunista usará su verborrea contra “sus enemigos” y la comunidad internacional volverá a decepcionarse.

De hecho, Moon Jae-in ha pedido a Corea del Norte tratar de retomar el diálogo con Estados Unidos para desactivar las tensiones durante la reunión que mantuvo con una delegación del régimen comunista, que además de la hermana del líder Kim Jong-un, estaba el presidente honorífico del Norte, Kim Yong-nam, a quien Moon instó también a dialogar sobre la “desnuclearización” de la península coreana.

Lo que es evidente es el hartazgo de los surcoreanos, cansados de Kim Jong-un y de toda la problemática norcoreana, de ahí la importancia que pueda tener un posible viaje de un presidente de Corea del Sur, el tercero, a Corea del Norte, y sobre todo viendo cómo va disminuyendo los adeptos a la unificación del país, bien reflejado en una encuesta televisiva que señalaba un 40,5 por ciento de los consultados apoyaban el desfile de las dos naciones bajo la bandera unificada en la apertura de los Juegos Olímpicos, mientras que un 49,4 se oponía.

En definitiva, la posible tercera cumbre en Seúl daría una consistencia política que no la va proporcionar Pyongyang teniendo en cuenta las dos cumbres precedentes y más cuando el régimen norcoreano quiere tener “todo atado y bien atado” para que sus fieles 24 millones de ciudadanos no les fallen.

De esta forma, tal como señalan algunos medios surcoreanos, los deportistas norcoreanos en Pyeongchang tienen su propia “vigilancia” que hasta a los servicios van acompañados y claro para ellos también es una oportunidad histórica para quedarse en el Sur, por lo que mientras no se logre ni la confianza interior, con un cambio político o con reformas económicas, y la exterior, aparcando momentáneamente el programa nuclear, la “guerra fría” en esta zona puede perdurar todo lo que dure la dinastía de los Kim.

Estados Unidos no quiere quedarse al margen de este “deshielo político” entre las dos Coreas, y su vicepresidente, Mike Pence, que ignoró a la delegación norcoreana durante la inauguración de los JJOO de Pyeongchang, ya ha asegurado que la alianza con Corea del Sur y Japón se ha reforzado para seguir manteniendo la «máxima presión» sobre el régimen de Kim Jong-un, independientemente de lo que hagan Seúl y Pyongyang.

Pero esta tregua entre las dos Coreas tendrá su “prueba de fuego” en abril próximo cuando se reanuden las maniobras militares que los ejércitos de EEUU y Corea del Sur realizan anualmente y que fueron suspendidas por la celebración olímpica, cuyos ejercicios son considerados por el régimen norcoreano como ensayos para invadir el país.

El acercamiento del Norte al Sur no debería quebrarse por la vuelta de las maniobras militares, tal vez sería mejor esperar un “tiempo” y ver la evolución de este frágil diálogo entre las dos Coreas y no darle a Kim Jong-un ningún pretexto para echarse a atrás, es decir, si las fuertes sanciones han hecho mella en la economía norcoreana y la presión internacional, China entre ellos, han empujado a Pyongyang a esta “conversación” con el Sur y pese al “completo desarrollo nuclear”, en los JJOO de la Paz, como ya los han bautizado, la diplomacia debe tener paciencia y observar todos los movimientos que surjan en el Norte para no desaprovechar esta ocasión histórica, cogida por alfileres, dada la experiencia de otros muchos encuentros de alto nivel, repletos de grandes expectativas mediática, que también fracasaron.

Santiago Castillo

Periodista, escritor, director de AsiaNortheast.com y experto en la zona

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