Caída Afganistán, Corea del Norte debe aprovechar la ocasión para dialogar con el Sur y EEUU

Kim Jong-un y Moon Jae-in, en la cumbre intercoreana de 2018. | Cheongwadae/Blue House
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Madrid. El tiempo se acaba. Afganistán ya marca el nuevo escenario internacional y ahora el líder norcoreano, Kim Jong-un, tiene que aprovechar la reiterada oferta de diálogo que le ofrece Estados Unidos y a la vez sentarse con su vecina Corea del Sur antes de que el presidente Moon Jae-in, pierda, según los sondeos, la Presidencia surcoreana, que caería en manos, en los comicios de marzo de 2022, de la oposición, más beligerante con Pyongyang. Los contactos tendrían el visto bueno de China y Rusia, lo que llevaría a una esperanzadora etapa de normalidad en la península coreana tras más de 70 años de convulsiones políticas.

La salud política en la península coreana sigue necesitando de una terapia global para una solución global y definitiva. Así, ni las recientes maniobras militares, ni el rearme nuclear norcoreano ni tampoco que Seúl tenga planificado desarrollar nuevos misiles para lograr la seguridad y la paz, e incluso que se vigile de cerca ese posible “monumental” desfile en Pyongyang, en el que el régimen mostraría su nuevo arsenal armamentístico, deben impedir unas definitivas pautas de entendimiento y estabilidad en las conversaciones.

Estados Unidos ha mostrado en estos últimos días su compromiso de dialogar con Corea del Norte «en cualquier lugar y a cualquier hora, sin condiciones previas», ante la posible reapertura del Centro de Investigación Nuclear de Yongbyon, ubicado a 100 kilómetros de Pyongyang, entre la capital norcoreana y la frontera con China, según indicaba la Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA), lo que evidencia la necesidad de un diálogo estable que conduzca al levantamiento paulatino de las sanciones y al desmantelamiento del programa nuclear norcoreano.

El diálogo sobre desarme nuclear está estancado desde la fracasada cumbre de Hanói de febrero de 2019, donde Pyongyang propuso desmantelar parte de los centenares de instalaciones que hay en Yongbyon, pero esa propuesta fue considerada por EEUU como insuficiente para levantar las sanciones, de ahí lo vital que es para una próxima cumbre entre los dos países sentar unas bases que den garantías de confianza al régimen norcoreano, dado que persiste que su armamento nuclear es su mejor arma de seguridad y defensa, pero al mismo tiempo las sanciones ahogan la economía norcoreana.

Según la OIEA, desde diciembre de 2018, el reactor parecía haber estado inactivo, y ahora un informe del organismo señala que Corea del Norte estaría reactivando su actividad nuclear y resalta que “desde julio de 2021 ha habido indicios, incluida la descarga de agua refrigerante, coherentes con el funcionamiento del reactor”. “Un reactor experimental”, dice, “de cinco megavatios que produce plutonio, uno de los dos ingredientes claves para elaborar armas nucleares con uranio altamente enriquecido, un tipo de uranio que también puede producir la planta nuclear”. 

La caída de Afganistán en manos de los talibanes ha dejado muy “tocado” a Joe Biden, y el presidente estadounidense necesita resarcirse con un éxito en política internacional. Kim Jong-un tiene una buena ocasión para sentarse con Washington para entablar unas conversaciones definitivas que conlleven a una nueva realidad política en la península coreana, sobre todo cuando el gasto económico en defensa es altísimo, lo que bloquea otras partidas prioritarias para un desarrollo más global.

Kim Yo-jong, la hermana del líder norcoreano, Kim Jong-un, tiene cada vez más notoriedad en la política de Corea del Norte, pero sus advertencias contra su vecina y EEUU por las recientes maniobras no van a bloquear la vuelta al diálogo para restaurar las relaciones entre las dos Coreas, sobre todo ahora que Seúl y Pyongyang han restaurado las líneas de comunicación tras más de un año de suspensión en protesta por los folletos propagandísticos contra Pyongyang enviados desde el Sur.

Corea del Norte lleva tiempo intentando quedar exenta de las sanciones que castigan sus exportaciones de mineral y sus importaciones de productos petrolíferos refinados y otros bienes como requisitos para sentarse a la mesa de nuevo con EEUU y, claro, es vital que haya un buen clima para el diálogo entre todas las partes. Y ahora, con la caída de Afganistán, las dos Coreas, EEUU, además del visto bueno de China y Rusia y, por supuesto, Japón, siempre más escéptica, tienen que resolver un problema eterno que ya es monotemático en la sociedad surcoreana. Pero sacar otras conclusiones ya sería otro debate. 

Corea del Norte vive una aguda crisis económica. De hecho, el líder Kim Jong-un ha presidido una reunión del partido único sobre la necesidad de reforzar la prevención en el marco de la pandemia y de concluir con éxito la campaña agrícola para mejorar las perspectivas, para reducir los daños que sufren las granjas del país periódicamente con unas lluvias que han malogrado cosechas enteras. El país vive, posiblemente, uno de sus peores momentos económicos desde los años noventa.

Vamos a ver qué pasa el próximo 28 de septiembre cuando el Parlamento norcoreano se reúna para ver ese “plan económico nacional” que debe aplicarse, sobre todo cuando en abril pasado Kim Jong-un reconoció que los resultados del último plan quinquenal «quedaron muy por debajo de lo esperado», todo cercado por las sanciones internacionales y la pandemia.

Eso sí, en la península coreana no se vislumbra ni un ataque nuclear de nadie ni tampoco se contempla ninguna invasión. Los tiempos son otros y las realidades bien diferentes pese al desarrollo nuclear, al desarrollo defensivo o al incremento armamentístico de unos y otros.

Santiago Castillo

Periodista, escritor, director de AsiaNortheast.com y experto en la zona

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