La reunión de familias separadas, un nuevo paso hacia la normalidad entre las dos Coreas
Madrid. Cuando el pasado 27 de abril se reunieron los líderes Kim Jong-un y Moon Jae-in en Panmunjom, en la línea divisoria de las dos Coreas, se comprometieron a trabajar para lograr la total desnuclearización de la península y para gestar un texto que deberá reemplazar al armisticio vigente, que incluye también a EEUU, que puso fin a la Guerra de Corea en 1953, pero la reanudación de las reuniones de familiares era y es un asunto prioritario entre ambas partes.
En consecuencia, esta semana se celebró la primera de estas reuniones con la participación activa de la Cruz Roja, después de tres años en que se celebró la última, en octubre de 2015, debido al aumento de la tensión entre el Norte y el Sur.
En esta cumbre decidieron que los encuentros tendrían lugar entre el 20 y el 26 de agosto de este año, por su proximidad al Día de la Liberación de Corea, 15 de agosto, en que los japoneses aceptaron los términos de su rendición a los Aliados en 1945 y la liberación de Corea.
El procedimiento para asistir a las reuniones con los familiares se lleva haciendo desde hace más de 30 años -la primera reunión se celebró en 1985, cuando aún vivía Kim Il-sung, abuelo de Kim Jong-un– y consiste en la elaboración de una lista cuyo registro supervisa tanto la Cruz Roja como el Ministerio de Unificación, en la que en un inicio se inscribieron más de 132.000 surcoreanos con familiares en el Norte, de los que hoy día quedan con vida alrededor de 57.000.
Hasta el presente, no llegan a 20.000 los coreanos que han podido reencontrarse con sus familiares del Norte y, teniendo en cuenta que la edad media de los supervivientes supera los 70 y 80 años, 65 después del fin de la guerra, es poco probable que puedan todos cumplir su deseo de reencuentro y luego por parte de Corea del Sur la participación en los encuentros se hace por riguroso sorteo mientras que, por el Norte, uno de los criterios de selección es el mayor grado de afinidad al régimen.
De hecho, para las reuniones que se están celebrando este año, se escogieron 94 familias, pero cinco de ellas decidieron no acudir por su avanzada edad o por motivos de salud, por lo que sólo han acudido 89.
El lugar elegido para los encuentros es el centro turístico del Monte Kumgang, en el Norte, al que los visitantes surcoreanos se desplazaron en autobuses desde la ciudad de Sokcho, en el Sur, y desde el año 2000, las dos Coreas han organizado un total de 20 rondas de encuentros entre familiares separados, donde han participado unos 20.000 coreanos, pero con la particularidad que nadie tuvo una segunda oportunidad para verse de nuevo.
Llegados al lugar del encuentro, se aplica un protocolo, supervisado por funcionarios norcoreanos, que impide el regalo de objetos lujosos, las críticas al régimen de Corea del Norte y comentarios sobre su situación económica.
Entre los participantes en estas reuniones familiares hay ancianos de más de noventa años e incluso uno que ya ha cumplido los 101 años.
Las dos Coreas celebrarán en septiembre en Pyongyang su tercera cumbre de Estado en el marco de la reunión de alto nivel, en una cita en la que el presidente Moon Jae-in viajará a la capital norcoreana, que reforzará el primer encuentro histórico, en abril pasado, entre el líder Kim Jong-un y el gobernante surcoreano, quien será el tercer jefe de Estado que visite a su vecino en más de diez años, tras los dos efectuadas por los expresidentes Kim Dae-jun (2002) y Roh Moo-hyun (2007).
Los dos líderes podrán felicitarse por los signos de distensión que se observan en la actualidad entre las dos Coreas, entre los que están estos encuentros, que concluirán el día 26 de agosto y que se habrán concretado en un total de 11 horas de conversaciones y gestos de cariño.
Este acontecimiento forma parte del compromiso que adoptaron las dos Coreas durante su histórica cumbre del pasado 27 de abril, en la que también acordaron trabajar para establecer la paz permanente en la península.
A lo largo de la semana más de dos centenares de coreanos del Norte y del Sur se despidieron entre lágrimas y recuerdos profundos de sus allegados a los que no veían en algunos casos desde hace casi siete décadas en esta primera ronda de reencuentros entre familias de ambos países que quedaron separadas al dividirse la península coreana al final de la Segunda Guerra Mundial.
De hecho, uno de los participantes, Lee Su-nam, de 77 años, afirmó que sintió «algo indescriptible» al reencontrarse con su hermano y su sobrino, residentes en el Norte y a quienes no veía desde hace 65 años, aunque también expresó su frustración por tener que separarse de nuevo de ellos.
Corea del Norte ha dado un giro espectacular en su política, y su líder, Kim Jong-un, aún tiene pendiente bastantes “deberes” de sus encuentros con los presidentes Moon Jae-in y Donald Trump, pero el régimen no puede dar marcha atrás y el encuentro entre familiares separados no sólo se tiene que incrementar, sino que el propio régimen comunista debe aprovechar esta nueva situación y aparcar la idea de no ampliarlos ante el temor de que su población tenga mayor conocimiento y conciencia del mundo que existe más allá de la hermética nación norcoreana.
En definitiva, una cita caracterizada por una menor tensión entre las dos Coreas que tiene que suponer más encuentros entre las familias separadas, una cita, en suma, que debe sembrar la confianza y la regeneración entre ambas partes que nunca existió en este tema pero que a larga la buena sintonía entre Seúl y Pyongyang es un paso más hacia una normalidad que persiguen la península coreana desde hace más de 70 años.