Joe Biden contraataca en el Sudeste Asiático

El presidente de EEUU, Joe Biden. | The White House, Wikimedia
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Madrid. A mediados de noviembre, el Sudeste Asiático captó la atención del mundo con tres cumbres internacionales: la ASEAN, el G20 y la APEC. Joe Biden, presidente estadounidense, decidió usar este momento para retomar la iniciativa y cementar las posiciones de Estados Unidos, asegurando a sus aliados que «America is back» (EEUU ha vuelto), como dijo Jake Sullivan, consejero de Seguridad Nacional.

Los socios de Washington en la ASEAN se muestran reacios a expandir la cooperación debido a las fluctuaciones en la política internacional estadounidense. La presidencia de Donald Trump fue un verdadero cataclismo para las relaciones de EEUU con el exterior. El entonces inquilino de la Casa Blanca promovió una política aislacionista y radical que se notó especialmente fuerte en el Pacífico, Europa y Oriente Medio. Biden está intentando reparar los daños infligidos por su predecesor y convencer a sus aliados de que no volverá a ocurrir. Si EEUU quiere volver de verdad tiene que demostrar que puede ser un socio longevo y digno de confianza.

Las elecciones parlamentarias americanas que tuvieron lugar a comienzos de noviembre estaban entre las principales cuestiones de preocupación para los aliados de EEUU, ya que en caso de que los republicanos obtuviesen una mayoría aplastadora, el Gobierno de Biden quedaría cojo y considerablemente limitado en la capacidad de tomar decisiones independientes. Aunque es una convocatoria común para la segunda mitad del mandato presidencial, tendría ahora un impacto mayor debido a la polarización de la política norteamericana.

Según el recuento oficial, la Cámara de Representantes queda en manos de los republicanos. No obstante, el Senado lo mantiene el partido del presidente a pesar de que muchas encuestas vaticinaban un resultado mucho peor para los demócratas. Esto significa que Biden y sus partidarios consiguieron mantener el apoyo relativo del pueblo pese a la creciente inflación y coste de vida. Una victoria interior le permite al inquilino demócrata de la Casa Blanca solidificar su posición en el extranjero. Al igual que Xi Jinping, cuando éste viajó a Uzbekistán un mes antes del Congreso del Partido Comunista Chino (PCCh) como demostración de fuerza, Biden manifiesta su devoción por la región abandonando su país en un momento tan decisivo para asistir a la cumbre en Nom Pen, la capital camboyana. A largo plazo, los éxitos de EEUU en la arena internacional dependerán de las expectativas que tendrán sus socios de las elecciones presidenciales de 2024.

La segunda cumbre tuvo lugar en la isla indonesia de Bali. El anfitrión, el presidente Joko Widodo, recibió a los representantes de las 20 mayores economías del mundo en una época de división entre Este y Oeste. Yakarta remarcaba la importancia del diálogo para lidiar con las consecuencias del coronavirus y la guerra en Ucrania.

El evento más esperado de esta cumbre del G20 era el primer encuentro personal entre Joe Biden y Xi Jinping. En una época de escalación de las relaciones entre Washington y Pekín después del viaje de Nancy Pelosi a Taiwán la reunión entre los líderes de las dos mayores economías mundiales era una muestra de buena voluntad y disposición de negociar. Creaban la sensación de haber vuelto a 2019, la época prepandemia, antes de que el mundo se polarizase tanto como ahora.

Biden y Xi abordaron múltiples temas: entre ellos, claro, el conflicto en Ucrania. A pesar de sus diferencias, ambos concordaron en que el uso de armamento atómico es ilegítimo y que no puede haber ganadores en un conflicto nuclear. Aunque no llegó a criticar las amenazas del presidente ruso de usar su arsenal nuclear en caso de que fuese necesario, no le contradijo a Biden en sus declaraciones. El conflicto en Ucrania ya dura más de nueve meses lo que no puede no enfadar a Pekín. La guerra afecta a la estabilidad del mercado mundial, algo que tanto Xi como su homólogo indio, Narendra Modi, ya le expresaron a Putin en la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái en Samarcanda, la ciudad uzbeka. Rusia no tiene aliados, tiene aficionados, que están cansándose de este espectáculo fallido.

Es probable que el temor de ser humillado y criticado haya sido el principal motivo de que Vladimir Putin, aunque invitado por Widodo, no asistiese a la cumbre en Bali. En vez de eso envió a Serguéi Lavrov, el ministro de Exteriores del Kremlin, que suele ser el representante de Moscú en los grandes foros internacionales desde septiembre. Lo que logró Washington es un creciente ostracismo de Rusia en el foro. Lavrov se fue antes de que fuese firmado el comunicado conjunto que, aunque admitiendo que las opiniones de los países miembros difieren al respecto, criticó la invasión y su impacto negativo en la economía mundial. No se podría decir que China y la India le dieron la espalda a Putin, pero no obstante, es un hecho que la idea de desafiar a Occidente ya no puede sustentar en apoyo a Moscú.

En el último foro, la APEC (una organización económica de la región del Pacífico), en Bangkok (Tailandia), a Biden lo sustituyó Kamala Harris, la vicepresidenta estadounidense. En su reunión con Xi reiteraron la importancia del diálogo entre ambas potencias. En 2023 el título de anfitrión lo recibirá San Francisco, que podrá ser una oportunidad para que Xi pueda visitar EE UU por primera vez desde 2017. Además, Anthony Blinken, secretario de Estado de la Casa Blanca, declaró que viajará a China a comienzos del año siguiente. El restablecimiento de la comunicación bilateral, cortada por las guerras comerciales de la época de Trump y la crisis de Taiwán en agosto, parece acabar con el aislacionismo del COVID.

En definitiva, con su presencia Biden remarcó la importancia que tiene Asia para su política internacional. Al mismo tiempo, ni Pekín ni Washington se antagonizaron durante la semana de cumbres, intentando crear una imagen de unidad y normalización. Si esta imagen perdurará o se desvanecerá en el remolino de tumultuosos acontecimientos es la verdadera pregunta.

Iván Ortega Egórov

Estudiante de Economía y Estudios Internacionales de la Universidad Carlos III de Madrid

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