Corea del Norte desafía al mundo con su nueva prueba de una bomba H

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Madrid. El líder norcoreano, Kim Jong-un, que había pedido en su discurso de Año Nuevo mejorar las relaciones con Corea del Sur, ha vuelto a desafiar a la comunidad internacional y en especial a China con su nueva prueba de una bomba nuclear de hidrógeno, que ha sembrado la inquietud a su vecino del Sur y que tiene como principal objetivo reforzar al régimen comunista en un año en el que se predicen nuevas directrices  políticas y económicas.

Esta sería la primera prueba nuclear de hidrógeno realizada por Corea del Norte con un arma termonuclear, cuya detonación es mucho más poderosa que la de los dispositivos atómicos convencionales que ha utilizado el régimen comunista en sus tres pruebas anteriores de 2006, 2009 y 2013 y por las que el Consejo de Seguridad de la ONU ya le impuso fuertes sanciones que limitan de forma estricta sus transacciones internacionales y profundizan el aislamiento del país.

Pekín ha mostrado un enfado considerable sobre todo cuando desde el complejo de la ciudad de Punggye-ri (noreste), donde se ha hecho la prueba de la bomba H, no lejos de China, puede originar verdaderos problemas, ya que si ha sido “auténtica”, el polvo, si hubiera viento, podría llegar a partes del territorio chino que podría hacer mucho daño, lo que sembraría un pánico sin precedentes en las relaciones entre las dos países.

Sin embargo, desde Seúl, como dicen expertos, prácticamente nadie cree que sea “auténtica” la prueba realizada. Incluso fuentes militares surcoreanas no se creen que sea una prueba de bomba H dado que su capacidad explosiva es muy pequeña en comparación con el tercer ensayo nuclear efectuado en 2013.

Todo indica que sí es cierto que la ha hecho, mostrando progresos en el asunto nuclear, pero lejos de tener los mecanismos necesarios para una bomba H y luego hay que verificar desde el propio terreno, donde se ha llevado a cabo la prueba, con análisis de la tierra para sacar datos, aspectos que se irán conociendo a lo largo de los próximos días.

Pero tanto Japón como EEUU ya están sobrevolando con aviones de reconocimiento a una zona próxima a la península coreana para medir la radiactividad en el aire, después de esta nueva prueba de bomba H.

Kim Jong-un, que no había mencionado para nada el asunto nuclear en su discurso de Año Nuevo, se justifica con esta prueba nuclear para hacer un llamamiento al mundo de que no permitirá que nadie ataque la soberanía del país, el cual lleva en “guerra técnica” más de 70 años, pero al mismo tiempo es un claro mensaje para reforzar su posición dentro del país, ya que no es fácil controlar con esta política de globalización todos los mecanismos internos de una sociedad harta de cómo se vive en Corea del Norte, cuyo coste de esta prueba de bomba H puede suponer los que son dos años en programas a nivel alimentario.

De hecho, Kim Jong-un ya dijo por primera vez que poseía la bomba de hidrógeno, una afirmación que no había podido ser verificada por la comunidad internacional y que nadie ha creído de forma científica, dado su enorme complejidad para desarrollar esta tecnología, pero Corea del Norte lo que trata también con este ensayo reforzarse como potencia nuclear y demostrar al mundo ese poderío, el cual tiene muchas lagunas para verificarse poseedor de armas nucleares.

Tras la retirada de Corea del Norte en 2013 del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), el control de su programa nuclear ha sido complicado, el cual podría subsanarse si Pyongyang decidiese acudir a las negociaciones a seis bandas (China, Japón, EEUU, Rusia y las dos Coreas), suspendidas desde 2008, para poner fin al programa nuclear norcoreano.

Corea del Norte dio entonces un paso más en su estrategia de elevar la tensión con Occidente y anunció que se retiraba del tratado del TNP, justamente cuando se iniciaban los contactos entre representantes de EEUU y Pyongyang para reducir la tensión en la península coreana. De hecho, Pyongyang advirtió incluso de que, si Washington persistía en su intención de asfixiar económicamente al país, se desencadenaría la «tercera guerra mundial».

China no sólo rechazó con firmeza esta nueva prueba sino que pidió a Pyongyang que evite más acciones similares que empeoran la situación, pero es que además Pekín sabe que los vaivenes políticos de Kim Jong-un no le favorecen, sobre todo cuando el “gigante asiático” quiere, como dice Xi Jinping, ser más protagonista a nivel mundial y tiene por delante la importante cita de 2016 con la celebración del G-20 en Hangzhou los días 4 y 5 de septiembre próximo. En suma, puro hartazgo chino.

China, principal aliado y mantenedor del régimen norcoreano, no sabía nada de esta primera prueba de bomba-H de Corea del Norte, pero ya su presidente, Xi Jinping, viene discrepando de la política nuclear norcoreana y tras los anteriores lanzamientos de proyectiles de largo alcance y pruebas nucleares de Pyongyang han contribuido a distanciar en los últimos años a Corea del Norte y China, hasta el punto de que Pekín dio su visto bueno al endurecimiento de las sanciones económicas que el Consejo de Seguridad de la ONU impuso al régimen norcoreano. 

China sigue siendo el principal valedor económico del régimen norcoreano al aportarle, bien en forma de comercio o de subvenciones, una gran cantidad de bienes y recursos y es el país que más puede influir en Corea del Norte, al que proporciona anualmente, entre otras ayudas, arroz, petróleo y carbón, y le facilita el 90 por ciento del combustiblepero está claro que la supervivencia del régimen y de la dinastía de los Kim también depende de las propias autoridades norcoreanas. Y, por supuesto, de China, cuyo comercio con Pyongyang ha caído en los primeros meses de 2015, un 13 por ciento menos en relación al año pasado, según la Asociación de Comercio Internacional de Corea (KITA).

Es lógico que la comunidad internacional reaccione con asombro ante cualquier prueba nuclear cuando Corea del Norte tiene verdaderos problemas económicos, pero el régimen tiene que tener todo “atado y bien atado”, de ahí que no permita mínimas aperturas que puedan desestabilizar el horizonte político y económico del país.

El país comunista vive un capitalismo incipiente y encubierto que llama la atención de los inversores extranjeros, un capitalismo que debe conducir al mismo proceso habido antes en China, luego en Vietnam y ahora toca a Corea del Norte, de ahí la contradicción de seguir desarrollando su programa nuclear, único medio para fortalecer al régimen, además de un elevado gasto del PIB en el sector militar, y las constantes tensiones con el Sur, pero si estos aspectos desaparecen o se relajan, el régimen podría sobrevivir, al menos de momento,  y los norcoreanos vivir mejor, pero la confianza y credibilidad la tienen que construir sin tapujos Pyongyang.

Corea del Norte celebrará el primer congreso del Partido de los Trabajadores entre mayo y octubre de este año, el primero en 36 años, y en el que podrían revelarse nuevas directrices políticas, además de cambios en la cúpula del propio régimen, sobre todo cuando ya no sólo China, Corea del Sur o la comunidad internacional, que ha condenado de forma unánime la prueba nuclear, no ven ninguna apertura exterior del Pyongyang, cuyo régimen está dispuesto a enfrentarse a todo el mundo y donde Pekín siempre tendrá la última palabra.

El éxito de la prueba de una bomba nuclear de hidrógeno no parece ser tal cual, aunque Pyongyang mantiene una versión contraria, pero eso sí, ha logrado intimidar a sus países vecinos, ha creado la alarma mundial y ha podido originar que el volcán Baek-du (el monte más alto de la península coreana, de 2.744 metros, ubicado entre la frontera china-norcoreana), que dormía plácidamente, se haya podido despertar con un enfado notorio ante una hipotética erupción que podría desencadenar una lluvia de cenizas y no se sabe si fuego y hasta ponerle en circulación tras los muchos años que lleva descansando.

Santiago Castillo

Periodista, escritor, director de AsiaNortheast.com y experto en la zona

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