China tendrá que esperar para ser la primera potencia mundial

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Madrid. China está hasta en la sopa, pues no hay un solo día que no se hable del gigante asiático en todas sus vertientes. La rivalidad entre Estados Unidos y China continuará en 2023, pero el aspecto económico a ambas potencias les interesa que esté lo más impoluto posible, ya que ambas naciones se juegan mucho y mientras Joe Biden, a quien vienen enterrando desde que inició su Presidencia, ha logrado que tanto la inflación como el desempleo remitan, Xi Jinping ha afrontado su política de «covid cero» muy cuestionado por su falta de previsión y con un PIB a la baja que dificultará que la República Popular China se corone como la primera potencia mundial.

Las previsiones de crecimiento no son las soñadas, pero el monumental desarrollo chino en los últimos años nadie lo discute. La pandemia ha hecho estragos en su economía, la cual se ve tocada por su poca transferencia de datos, además de subestimar el número de muertes ante una falta real de información sobre la realidad del coronavirus, com una explosión mundial de contagios sin precedentes como de fallecimientos que ha obligado a la Organización Mundial de la Salud (OMS), siempre reservada con China, a criticar a Pekín y a decirle que aprenda a vivir con el virus.

Nos volvemos a remontar a principios de 2020. De nuevo, Europa, EEUU y otros muchos países no se fían de los datos chinos, y la preocupación es alta cuando en el país se ha visto, por las recientes protestas internas a levantar las restricciones, una inquietud que muestra que la vacuna china no ha sido un éxito y la inmunidad tampoco ha sido efectiva. De ahí que cuando China anunció que reabre sus fronteras la mayoría de los países ha empezado a pedir controles en todos sus aeropuertos a los viajes procedentes de China. Xi Jinping ha reforzado su tercer mandato viendo cómo el país siembra dentro y fuera de sus fronteras mucha desconfianza y hasta cierto miedo a volver a tiempos pasados.

China ha vuelto a abrirse al resto del mundo tras casi tres años de cierre de fronteras y a partir ahora la COVID-19 dejará de ser una enfermedad de categoría A, el nivel de máximo peligro, un desmantelamiento causado en el país ante las numerosas protestas contra las autoridades chinas, que vieron que el descontento les podría acarrear problemas no previstos. Un cambio «peligroso» si no va acompañado de un mayor control sanitario: los viajeros que entren al gigante asiático lo puedan hacer sin la cuarentena obligatoria impuesta desde marzo de 2020. Una nueva realidad sanitaria que comienza con el periodo de 40 días conocido en chino como «chunyun», la mayor migración anual del mundo, que sucede cada año durante el Año Nuevo Lunar, y con unos 2.000 millones de viajes entre el 7 de enero y el 15 de febrero, lo que siembra alarma ante un hipotético mayor número de contagios.

La tensión geopolítica y la volatilidad económica no paran en un 2023 lleno de sombras para un Xi Jinping que ve como la guerra de Vladimir Putin se alarga en medio de una ambigüedad en su apoyo a Moscú y que económicamente no le favorece. Xi ha visto que pese a las duras medidas contra Rusia aún no han logrado su estabilidad económica, la cual sufrió importantes grietas con las protestas contra su política de «covid cero» y que obliga a Pekín afrontar un año políticamente más tenso dentro y fuera de sus fronteras. El presidente chino sabe que la opacidad en 2020 no funcionó y tampoco va a funcionar en 2023, de ahí que si no quiere quedarse rezagado y económicamente dañado tendrá que ofrecer datos reales de la pandemia e inmunizar a su «gente» con vacunas más eficaces. Fiarse de China depende de China.

La economía china no va a crecer como ha venido creciendo hasta ahora. Indonesia y Vietnam le superan. Además, su incomodidad en la guerra de Ucrania y las dificultades comerciales que pueden derivarse entre la Unión Europea y Pekín cuestionan ese liderazgo para convertirse en la primera potencia mundial. De hecho, el paro juvenil en 2022 alcanzó registros que llegó al 20 por ciento y el consumo interno se ralentiza, mientras que el crecimiento del PIB quedó estancado en un 3,3 %, no consiguiendo alcanzar la meta gubernamental de 5,5 %. Vietnam e Indonesia le superan en el crecimiento económico mientras muchas empresas chinas y extranjeras se van a Hanói por tributar menos y por una mano de obra más barata.

Incluso en estas navidades hemos visto que la pandemia y la crisis de suministros llevaron parte de la producción de juguetes a Vietnam. En 2027, el mercado de los juguetes de China alcanzará los 78.210 millones de dólares, pero Vietnam ya le pisa los talones e, incluso, India, donde su mercado del juguete podría duplicarse en dos años pasando de los 1.000 millones a los 2.000 millones de dólares. El 70 por ciento de los juguetes que España compra en el exterior proceden de China.

Eso sí, para este 2023, una vez que el Gobierno chino al fin ha decidido salir de su prisión del «covid cero» y abrir todas sus puertas, las industrias del país asiático confían en recuperarse sin obstáculo alguno y se vuelva a la normalidad de antes de la pandemia con viajes y miles de negocios. Pekín es optimista y sus previsiones para 2027 indican que el mercado de juguetes de China alcanzará los 78.210 millones de dólares con un crecimiento anual del 6,80 %. Vietnam e Indonesia seguirán creciendo en 2023 por encima de China.

De momento, China en el campo militar y pese a su enorme progreso, que ha obligado a Japón a rearmarse, no adelanta a EEUU, que sigue con un presupuesto en defensa de 759.000 millones de dólares, mientras China, con 55 pequeños buques de guerra en 2020, más del doble de los que poseía hace cinco años, sus gastos en defensa han rondado los 324.000 millones de dólares en 2021, o sea, un 6 por ciento y un 8 por ciento cada año durante los cinco últimos.

Y en cuanto a su economía, además del daño sufrido por la pandemia, China afronta ciertas incertidumbres, ya que la renta de los ciudadanos chinos se ha resentido en estos años del virus, lo que ha supuesto un debilitamiento de la economía, pero si se logra más estabilidad en los mercados internacionales y se controla el virus, Pekín podría tener menos restricciones e incluso para los precios del petróleo, que a China le supone cerca del 15 por ciento de la demanda mundial y, obviamente, es un revulsivo para el comercio global.

No obstante, China ha visto cómo el coronavirus le ha limitado económicamente, pues a sus vacunas poco efectivas se sumó una política sanitaria que al final le ha pasado factura. El sector inmobiliario ha tenido bastantes grietas e incluso con conatos de descontento social ha logrado alto rendimiento, un sector que representa el 29 por ciento del PIB, pero la burbuja inmobiliaria de estas características su sostenimiento puede acarrear problemas en el futuro o bien ralentizarse su propio crecimiento. La vivienda es un lujo y los chinos la quieren.

China sigue ahí, nadie la va a detener, pero tal vez tenga que esperar para ser el número uno mundial. Hay quienes ya retrasan a 2035 la fecha en la que China sería la primera potencia económica mundial, como señala Goldman Sachs, que previamente había diagnosticado que sería en 2020. Y por último, el Centro Japonés de Estudios Económicos, que había pronosticado el liderazgo chino para 2028, ahora lo señala para 2033. Es decir, el crecimiento chino sigue su marcha, veremos cuánto tardará en lograr sus objetivos de convertirse en la primera del mundo. Otros analistas y expertos consideran que este objetivo está por ver si realmente se produce, pero lo que es cierto es que China tiene problemas internos y no es ajeno al exterior.

China también afronta su demografía, ya que desde 2015 se ha reducido la población en edad de trabajar. La economía aún puede crecer rápidamente si mantiene un crecimiento fuerte de la productividad, dice el Premio Nobel de Economía 2008, Paul Krugman, que añade que «el futuro de China ya no es lo que era».

Santiago Castillo

Periodista, escritor, director de AsiaNortheast.com y experto en la zona

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