China ante sus nuevos desafíos (y II)

Asamblea Popular Nacional
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La contaminación continúa siendo uno de los principales adversarios, ya no solo por la imagen exterior ofrecida en el ámbito turístico, sino también por los efectos colaterales que conlleva en la salud de la población, con informes no gubernamentales que apuntan a 900.000 defunciones anuales hasta el año 2030, como el publicado por la Asociación Americana del Corazón.

En este sentido, el objetivo de reducir un 60 por ciento las emisiones nocivas para 2030 llega después de que la masiva industrialización y urbanización provocara que China liderase el ranking de los países más contaminantes del mundo durante la última década, situándose, en 2014, con el 26,7 por ciento de las emisiones globales de dióxido de carbono, según la Agencia Internacional de la Energía (AIE).

La voluntad de contrarrestar el alto grado de polución que asola su atmósfera se ejemplifica en el espacio del desarrollo sostenible, con la gran potencia asiática pilotando la producción de electricidad a partir de energías renovables —eólica, hidráulica, solar, biomasa…—, y el propósito fijado de que su elaboración suponga el 85 por ciento del total a mediados del presente siglo, en el año 2050.

De esta forma, el presidente Xi Jinping, con mayor poder dentro del Partido Comunista Chino (PCCh) tras la clausura de la Asamblea, ve ratificada una agenda destinada a alcanzar, como ya he señalado, que la comunidad internacional reconozca de forma unánime como economía de mercado al sistema económico chino, cuando se cumplen quince años desde su ingreso en la Organización Mundial del Comercio (OMC), en 2001. 

Un proyecto reformista que, por el momento, cuenta con el aval de Christine Lagarde, directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), que ha valorado positivamente la ‘’transición histórica de apertura, reducción y expansión’’ del país asiático, una vez incluida su moneda, el yuan, en la cesta de divisas con derechos especiales de giro (DEG), junto al euro, el dólar americano, el yen japonés y la libra esterlina británica.

Pero más allá de la discusión para la reforma del país, una reciente encuesta publicada por la agencia estatal Xinhua asegura revelar la preocupación de la población en materia de defensa como ‘’el mayor reto para la diplomacia china’’, por encima de las relaciones con Washington, la situación en la península coreana y la corrupción.

Bajo el contexto de una convulsa situación en el mar de China Meridional, donde se suceden los litigios territoriales del ‘’gigante asiático’’ con los países limítrofes y Estados Unidos, la potencia asiática se aferra a la posesión de varias islas por ‘’derecho histórico’’, dentro de un conflicto que se extiende a su vez con Japón en las islas Diaoyu (según Pekín o Senkaku, para Tokio), en el mar Oriental. 

Diversos islotes del archipiélago Spratly son reclamados por Malasia y Filipinas, mientras que China, Vietnam y Taiwán demandan su totalidad, dentro una rivalidad particular entre Pekín y Hanói que se prolonga en las islas Paracelso, integradas ambas en una zona de enorme trascendencia en el tablero del comercio internacional por su relevancia en el transporte marítimo y por la presencia de reservas de hidrocarburos.

Al otro lado del estrecho de Formosa, el triunfo electoral del Partido Demócrata Progresista (PDP), proclive a la independencia de Taiwán respecto de la República Popular de China, en enero, inaugura un nuevo escenario dentro de las relaciones entre Pekín y Taipéi, consideradas estables y de cooperación creciente desde la llegada al poder, en 2008, de Ma Ying-jeou, del nacionalista Partido Kuomintang (KMT).

La candidata electa, Tsai Ing-wen, que tomará posesión del cargo de presidenta en mayo, ha reiterado su disconformidad con el ‘’Consenso de 1992’’ firmado por ambas partes en Hong Kong el siglo pasado, que reconoce la existencia de una sola China, aunque con matices particulares según la versión de cada país, e intentará conseguir la autodeterminación de la isla.

Ante este panorama, China, que considera a la isla una provincia rebelde y no renuncia al uso de la fuerza para lograr la unificación, ha manifestado su voluntad de prorrogar las buenas relaciones desarrolladas hasta el momento con el fin de evitar cualquier intento secesionista por parte de Taiwán, que tiene en la parte continental a su primer socio comercial.

«Salvaguardaremos la soberanía y la integridad territorial del país y nunca permitiremos que la tragedia histórica de la separación nacional vuelva a ocurrir. Ese es el deseo común y la voluntad firme de todo el pueblo chino», declaró Xi Jinping al comienzo de la Asamblea.

Tensiones que se han visto incrementadas por los ensayos militares de Corea del Norte, provocando el distanciamiento de las negociaciones entre ambas partes de la península coreana y las mayores sanciones de la ONU sobre el régimen de Kim Jong-un hasta el momento, a las que se ha sumado Seúl, que critica la permisividad de Pekín con el país norcoreano, sustentado económicamente por China.

Dos ámbitos, el reformista y el diplomático, en los que el Gobierno chino ultima la conversión de su sistema monetario en una economía consolidada dentro de la envoltura del capitalismo y trata de no perder su influencia en las aguas próximas a sus costas, contrarrestando a su vez las presiones tanto de Taiwán como de la comunidad internacional ante el desafío soberanista y las proclamas bélicas de Corea del Norte, respectivamente.

Sergio Perea Martínez

Graduado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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