¿Alcanzará China su objetivo de crecimiento económico del 5% en 2023? Motivos para el pesimismo (y II)

| Dinkun Chen, Wikimedia
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Madrid. Desde hace algún tiempo nos hemos familiarizado con nombres de promotoras chinas que no habíamos escuchado en nuestra vida. Evergrande es el principal ejemplo, pero hay muchos otros. La crisis inmobiliaria, que ha castigado a algunas de estas grandes compañías, sigue suponiendo un riesgo claro para la perspectiva económica de China, ya que el peso del sector supone casi una cuarta parte del Producto Interior Bruto (PIB). Solo hay que observar el dato de inversión inmobiliaria de los nueve primeros meses del año, que mostró una caída del 9,1 % interanual, tras contraerse un 8,8 % entre enero y agosto, lo que refleja que el quebranto se agudiza en esta industria hasta ahora crucial para la economía china.

Entre la panoplia de factores que amenazan la consecución del objetivo de crecimiento económico del 5 % establecido por Pekín, sin duda el desplome inmobiliario es el que más inquieta a los analistas. En las últimas semanas, el sector ha vuelto a estar en el ojo del huracán después de que Country Garden, otrora la mayor promotora del país por ventas, no pudiera hacer frente al pago de su deuda internacional. Por otra parte, el plan de reestructuración de Evergrande, cuyo colapso hace dos años desencadenó la crisis de liquidez del sector, fracasó en el último momento debido a restricciones regulatorias, según la compañía.

Hay más heridas abiertas: la elevada tasa de paro juvenil -que en junio marcó un récord del 21,3 % y dos meses después el dato dejó de publicarse por decisión gubernamental-, la deprimida confianza del sector privado -como ilustra el descenso del 0,6 % de la inversión en activos fijos por parte de las empresas entre enero y septiembre frente al mismo mes del año previo-, la ralentización del crecimiento mundial y las tensiones comerciales entre China y Estados Unidos, así como los conflictos geopolíticos.

Los últimos datos conocidos sobre la actividad manufacturera china suponen un inesperado revés, al arrojar una contracción en octubre -49,5 frente a 50,2 en septiembre-, enfriando las esperanzas de aceleración en la segunda economía del mundo. Este indicador había regresado a territorio de expansión el mes anterior, pero ahora los pedidos industriales han disminuido y la construcción ha perdido fuelle, señal de que la economía sigue sin estabilizarse del todo. Esta recaída vuelve a meter presión al Gobierno de Xi Jinping para relanzar el crecimiento en el tramo final del año.

Es cierto que Pekín ha implementado en los últimos meses una serie de medidas para apuntalar la economía, pero su capacidad para revivir el dinamismo previo a la pandemia se ha visto socavada por los temores relacionados con la deuda y la fragilidad del yuan, que ha sufrido este año porque el diferencial de rentabilidad ha crecido a medida que los tipos de interés se mantenían elevados en todo el mundo.

Y pese a los mejores datos de crecimiento del tercer trimestre, las autoridades chinas han adoptado un tono cauto, conscientes de que la geopolítica cada vez se vuelve un asunto más complicado, serio e influyente, mientras que la demanda interna es insuficiente. Por tanto, es preciso consolidar más la recuperación económica.

No es baladí que el Fondo Monetario Internacional (FMI) rebajase recientemente sus pronósticos para el gigante asiático de cara a 2023 y 2024, argumentando que la crisis inmobiliaria que lastra considerablemente la actividad empresarial del país acabará reduciendo el PIB, en un contexto de menor confianza de los consumidores y una demanda mundial más endeble. Con todo, el FMI aún espera una expansión de la economía china del 5 % este año y del 4,2 % en 2024, pero las quiebras de las promotoras y las flojas ventas de apartamentos siguen pesando y mucho para este organismo.

No es para menos. Las viviendas iniciadas han descendido más de un 20 % en lo que va de curso frente al mismo periodo de 2022 y se encuentran ahora en su nivel más bajo desde 2005. De ahí que el presidente Xi Jinping esté intentando reconducir la economía china hacia un crecimiento más sostenible, apoyado por el consumo y la industria de fabricación de alta tecnología.

No obstante, la pugna comercial con Estados Unidos perdura y el Departamento de Comercio estadounidense está preparando más limitaciones a la exportación a China de tecnologías en computación cuántica, microprocesadores e inteligencia artificial, lo que augura más competitividad entre las dos superpotencias. De momento, sigue el debate sobre la distancia económica con Estados Unidos, dado que el PIB chino era en la primera mitad de este año el 64,5 % del americano, el nivel más bajo desde 2020 por la debilidad del crecimiento y del yuan.

En este sentido, el panorama con la Unión Europea (UE) tampoco se encuentra en su mejor momento, pese a que este intercambio es muy necesario para que China pueda colocar sus productos más allá de sus fronteras. La caída en los dos últimos años de los precios de la vivienda ha hecho que las familias chinas se sientan menos prósperas y, como resultado, menos proclives a gastar dinero. Según el Beike Research Institute, en Tianjin, el precio medio de la vivienda de segunda mano en 100 ciudades chinas ahora es un 16 % inferior respecto a agosto de 2021. Esa floja demanda de bienes y servicios ha hecho que la economía esté al borde de la deflación. Sin embargo, las fábricas del país siguen produciendo cantidades ingentes de productos para los que, ante la apatía de la población local, deben buscar una salida en el extranjero.

De este modo, China está inundando el mundo de coches que exporta, tanto eléctricos como de gasolina. Y muchas de estas mercancías van a Europa. Antes de la pandemia, el gigante asiático exportaba 2,7 contenedores al Viejo Continente por cada uno que importaba. En los últimos meses, esta proporción ha subido a cuatro frente a uno, lo que está provocando un desequilibrio comercial que preocupa a las autoridades europeas. De hecho, la UE ya ha iniciado una investigación sobre subvenciones en relación con el crecimiento desorbitado de las exportaciones chinas de vehículos eléctricos.

Además, un nuevo halo de incertidumbre se cierne sobre las exportaciones chinas ahora que la guerra entre Israel y Hamas ha agravado los problemas provocados por el deterioro de las relaciones entre Estados Unidos y China. Esa tensión geopolítica está exacerbándose y en un mundo cada vez más polarizado entre Occidente y bloque China-Rusia, las cadenas de suministro poco a poco están evitando depender únicamente de la factoría china.

Tampoco podemos ignorar la posibilidad de que el actual conflicto en Oriente Próximo se extienda en toda la región y cause una crisis energética si, por ejemplo, la Administración estadounidense de Joe Biden endureciera las sanciones contra el régimen iraní, que auspicia el terrorismo de Hamas y Hezbolá en su confrontación directa con Israel. La consecuencia sería una escasez de petróleo inmediata en todo el mundo, si bien en particular China acusaría el golpe porque es el principal destino del crudo de la República Islámica de Irán, por no hablar el perjuicio asociado a la subida segura del precio de esta materia prima.

En síntesis, estos episodios internacionales suponen «una nueva nube en el horizonte» para la economía mundial, tal y como lo describió la directora gerente del FMI, Georgieva Kristalina.

Viendo lo que se avecina, el Gobierno chino ha actuado para impulsar la economía elevando el gasto en la construcción de puertos y otras infraestructuras, bajando los tipos de interés y reduciendo las trabas para la compra de vivienda, pero los economistas creen que son necesarias más reformas para solucionar los arraigados problemas que están frenando el crecimiento.

La demanda de los consumidores y las empresas no ha rebotado todo lo que se esperaba después de la pandemia. Para Stephen Innes, de SPI Asset Management, la economía china «de ningún modo está fuera de peligro» y es necesario que se desplieguen más estímulos para mantener un crecimiento constante, dado que la preocupación por la sostenibilidad de la recuperación no se ha disipado, a su juicio.

Las autoridades del país todavía creen que para alcanzar el objetivo de crecimiento anual del 5 % es necesario que la economía repunte al menos un 4,4 % en el cuarto trimestre. Difícil ver si ahora mismo el vaso está medio lleno o medio vacío para lograr esa meta con tantas turbulencias tanto dentro como fuera de China.

Santiago Castillo

Periodista, escritor, director de AsiaNortheast.com y experto en la zona

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