Indonesia se posiciona para entrar en el selecto club de las 15 economías más importantes del mundo
Madrid. El Sudeste Asiático bulle. Ahora es Indonesia la que aspira a convertirse en centro marítimo mundial con el traslado de la capital del país desde Yakarta a Nusantara, en la isla de Borneo. Con ello, se pretende acelerar la transformación económica de este archipiélago de más de 18.000 islas y cerca de 280 millones de habitantes.
Desde la época de Sukarno, que tras la independencia del colonialismo holandés dirigió Indonesia entre 1945 y 1967, los diferentes gobiernos vienen acariciando este viejo sueño de cambiar la capital de ubicación. El que fuera líder del movimiento nacionalista indonesio ya llegó a proponer entonces la urbe de Palangkaraya y ahora se ha decidido sacar del cajón un proyecto similar levantando una ciudad desde cero en medio de la jungla.
Este es el legado en materia de infraestructuras del expresidente Joko «Jokowi» Widodo, que será sustituido por el ministro de Defensa, Prabowo Subianto, ganador en las elecciones celebradas el 14 de febrero. Desde 2014, cuando Jokowi se convirtió en presidente de Indonesia, la economía del país ha registrado de media un crecimiento anual del 4,2 %. Se le atribuye el mérito de haber «reinventado» la economía indonesia -la mayor del Sudeste Asiático, con un Producto Interior Bruto (PIB) estimado de 1.420 millones de dólares- para convertirla en una de las opciones más atractivas para invertir en todo el mundo, según destacaba recientemente en un artículo el ‘Financial Times’. Cualitativamente, también se ha producido un reequilibrio y ya no hay una excesiva dependencia de las exportaciones de materias primas, sino que el consumo y la inversión tienen un papel más determinante gracias a la estabilidad que ha predominado en el país, de acuerdo con los economistas.
Después de dos legislaturas en el poder, la Constitución impide a Jokowi ser nuevamente presidente, pero todo indica que su obra tendrá continuidad. Prabowo, al que persigue la sombra de abusos contra los derechos humanos como jefe militar durante la dictadura del general Suharto y que asumirá la presidencia el próximo octubre, quiere impulsar el progreso del país apuntalando la economía de la nueva capital. Los planes pasan por construir dos puertos cercanos a Nusantara -Kuala Samboja y Marangkayu-, que darán un espaldarazo al desarrollo de la logística y la industria en esta área. El fin último es elevar el tráfico comercial, lo que activará el interés económico por la parte oriental del país y proporcionará una ruta alternativa que conectará el Índico y el Pacífico. Además, ha comenzado a construirse un nuevo aeropuerto que estará en fase de prueba ya en julio de este año.
La actual capital, Yakarta, se ha visto afectada por inundaciones frecuentes, una alta contaminación por su intenso tráfico y la escasez de agua potable, mientras que sufre un paulatino hundimiento de su superficie por las excesivas extracciones de agua subterránea -7,5 centímetros de media al año, según las estimaciones oficiales, uno de los ritmos más rápidos del mundo-. Actualmente, el 40 % de la ciudad está por debajo del nivel del mar. De ahí que, en 2019, Jokowi anunciara que el centro administrativo se trasladaría de la isla de Java a Borneo, escasamente poblada. La nueva ciudad, que tendrá una superficie cercana a 2.600 kilómetros cuadrados -similar a la de Tokio-, comenzó a construirse en julio de 2022 en una zona boscosa con el objetivo de erigir una metrópolis verde y dependiente de las energías renovables.
Indonesia cuenta con unas favorables perspectivas de crecimiento. Los expertos pronostican un incremento del PIB superior al 5 % tanto en 2024 como en 2025. El banco estadounidense JPMorgan ha destacado que el PIB per cápita se acerca los 5.000 dólares, lo que fomentará el gasto discrecional de la clase media.
Se espera incluso que este año Indonesia desbanque a España en términos de PIB gracias al vigoroso crecimiento de su población -ya cuenta con 275,5 millones de habitantes-, dejándola fuera de la lista de las 15 economías más importantes del mundo, según un informe del instituto de análisis británico Centre for Economics and Business Research (CEBR).
Detrás de este exuberante comportamiento está el níquel como uno de los principales motores de crecimiento. Además de ser el principal productor del mundo de este metal, Indonesia atesora las mayores reservas. En 2023, su volumen alcanzó los 55 millones de toneladas métricas, 30 millones de toneladas más que Australia, el segundo país en este ranking.
El níquel es un elemento fundamental en la fabricación de coches eléctricos, de ahí que Jokowi prohibiera sus exportaciones en 2019 bajo el paraguas de una estrategia para apoyar la cadena de suministro nacional del vehículo eléctrico. El resultado de la medida fue un incremento del valor de las ventas de níquel. Para hacerse una idea del impacto, las exportaciones en 2014 suponían 1.400 millones de dólares y en 2022, cerca de 22.000 millones.
Los principales fabricantes de coches eléctricos como Ford, Hyundai y BYD han invertido fuertemente en el país. El año pasado, la inversión extranjera directa marcó un máximo histórico de 47.300 millones de dólares y casi un tercio se destinó a la industria del metal y la minera.
Según datos del Banco Mundial (BM), la inversión extranjera directa ha promediado 15.500 millones de dólares al año en el periodo comprendido entre 2014 y 2022. En los últimos años, las infraestructuras han vivido un auténtico impulso con la construcción de autopistas, aeropuertos o embalses gracias a un desembolso de fondos sin precedentes.
Otro indicador del tremendo progreso económico de Indonesia es la Bolsa, que en la última década ha sido testigo del debut de cientos de empresas en el parqué. En 2023, el aumento de este tipo de operaciones superó la media del último lustro.
La firma de inversiones XTB habla de «revolución económica» y prevé que la posibilidad de un escenario de recortes de tipos de interés por parte de la Reserva Federal estadounidense, que genere presión bajista sobre el dólar, podría convertirse en un «catalizador positivo para el crecimiento del país». En el cuarto trimestre de 2023, la economía indonesia creció un 5 % interanual, en línea con las expectativas del mercado, con el gasto de los hogares -que representa el 52 % del PIB- como palanca fundamental al subir un 4,5 %. Respecto al anterior trimestre, el crecimiento fue del 0,45 %.
El florecimiento de la economía indonesia hay que encuadrarlo también en un nuevo contexto en el que se abre paso el «friendshoring» o la relocalización en países amigos. Según explica en un informe Jeff García, analista de inversión de Capital Group, esta es una decisión política deliberada para fomentar el comercio entre países vecinos o aliados ante la proliferación de las tensiones geopolíticas en el tablero internacional. Este concepto echó raíces durante la pandemia del coronavirus, cuando se produjeron roturas de las cadenas de suministro tradicionales y las empresas se vieron abocadas a buscar mercados alternativos. Esa reconfiguración del comercio ha favorecido enormemente a países como India, Vietnam, Tailandia o la propia Indonesia. Y aunque hay quien puede argumentar que esta transferencia de producción y comercio que se aleja de países como China conlleva una ligera pérdida de eficiencia, en cualquier caso esta no sería grande, según Thierry Larose, gestor de la firma de inversiones suiza Vontobel.
En suma, la economía es el eje que vertebra la política en Indonesia y se espera que el nuevo presidente apueste por el continuismo para culminar este proceso transformador. Y ante esa perspectiva de aceleración del crecimiento, en línea con su tendencia a medio plazo, ING no baraja bajadas en los tipos de interés por parte del banco central del país de forma inminente. A pesar de esto, el gobernador del Banco de Indonesia, Perry Warjiyo, ha indicado que está abierto a reducir las tasas en la segunda mitad del año. La entidad subió inesperadamente el precio del dinero en 25 puntos básicos, hasta el 6 %, el pasado octubre para frenar la caída de la rupia indonesia, que llegó a tocar mínimos desde 2020, ante el endurecimiento de la política monetaria estadounidense y los mayores riesgos geopolíticos con la guerra en Gaza.
Sin embargo, los expertos advierten de que serán necesarias reformas estructurales para que Indonesia pueda llegar a ser un país de rentas altas en 2045, un objetivo que requerirá un crecimiento económico sustancialmente superior al actual, sustentado en un largo proceso de reindustrialización y de mejora significativa de la productividad.