Los Juegos Olímpicos de Pyeongchang, claves para una nueva etapa política de Corea del Norte
Madrid. Las dos Coreas desfilarán juntas bajo la bandera de la “unificación coreana” en la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Invierno de Pyeongchang, un acontecimiento que debe servir para que el Norte y el Sur inicien el arranque definitivo de un diálogo duradero, sin fisuras, recordando que si los JJOO de Seúl-88, boicoteados por Pyongyang, supusieron una nueva etapa política y económica para Seúl, estos juegos, del 9 al 25 de febrero, son claves para un nuevo periodo político del régimen de Kim Jong-un.
El importante acuerdo olímpico se ha producido en la aldea fronteriza de la Zona Desmilitarizada Panmunjom (DMZ), un lugar histórico para las dos Coreas, donde se firmó el armisticio, el 23 de julio de 1953, pero nunca “un tratado de paz”, que también ha supuesto que las dos Coreas envíen un equipo conjunto de hockey sobre hielo femenino, pero sin olvidar que las dos partes viven la tregua militar más prolongada de la historia.
Corea del Norte enviará un equipo de animadoras de 230 miembros y un equipo de demostración de taekwondo de 30 miembros, cuya delegación estaría compuesta por 550 personas, mientras a los Juegos Paraolímpicos, que se celebran del 9 al 18 de marzo en Pyeongchang, el Norte tiene intención de mandar una delegación de 150 miembros, incluidos atletas y animadoras.
El 9 de febrero, en la ceremonia inaugural de los Juegos de Invierno de Pyeongchang, habrá una marcha conjunta que no se producía desde los Juegos Olímpicos de Invierno de Turín, en 2006, cuya decisión se tomó en el marco de la histórica ronda de contactos iniciada la semana pasada y que debe ser vital para rebajar la tensión tras un largo tiempo de lanzamiento de misiles y pruebas nucleares.
Las dos Coreas, divididas desde 1945, además de Turín, ya han desfilado juntas en las ceremonias de apertura de los Juegos en 2000 en Sídney, así como en los de 2004 en Atenas, pero nunca han tenido un equipo común en unos juegos internacionales, aunque sí formaron una selección con deportistas de los dos países en 1991 en los campeonatos del mundo de tenis de mesa.
El viaje marítimo podría ser una violación de las sanciones unilaterales de Seúl, que prohíben la entrada a Corea del Sur de cualquier buque que haya navegado a Corea del Norte en los últimos 12 meses.
Dadas las sanciones de la ONU sobre el régimen de Kim Jong-un por sus pruebas nucleares, todo parece indicar que la delegación norcoreana haga su viaje a Seúl por tierra, ya que el viaje marítimo podría ser una violación de las sanciones unilaterales de Corea del Sur, que prohíbe la entrada al país de cualquier buque que haya navegado a Corea del Norte en los últimos 12 meses.
Además, otro asunto importante radica en la posible inclusión de Corea del Norte en su delegación de altos funcionarios que están en la “lista negra” de sanciones de la ONU o sujetos a actos punitivos unilaterales de Seúl, según señalan medios surcoreanos.
Toda esta realidad que se produce con la participación de Corea del Norte en los Juegos de Pyeongchang debe ser un buen aviso para que el régimen norcoreano observe que las sanciones hacen mella en la economía del país, pero además de su participación olímpica, pese a que Pyongyang no va a renegar de su programa nuclear, Kim Jong-un tiene que sacar una nota alta de este evento deportivo y sentarse en la mesa de negociaciones con todas las partes implicadas, incluido su enemigo histórico, EEUU, para que realmente 2018 sea el año definitivo a un entendimiento entre las dos Coreas que solo beneficia a sus respectivas sociedades, en especial, la norcoreana, que vive con muchas estrecheces.
El despegue económico surcoreano tras los Juegos Olímpicos de Seúl de 1988, los segundos que se celebran en Asia, después de los de Tokio de 1964, contribuyó para que Corea del Sur comenzara una nueva etapa política y económica en todo el país, mientras Corea del Norte seguía aferrada a no ver la realidad que se imponía después de la caída de Muro de Berlín en 1989.
Ello supuso el establecimiento de relaciones diplomáticas con los viejos aliados de Pyongyang, como Rusia o China, entre otros, y siempre con el “enfado” de Corea del Norte que no digería la importancia que había tenido la celebración de unos exitosos Juego Olímpicos que dieron lugar a la mayor apertura política que haya tenido en su historia Corea del Sur.
Eso sí, todo gracias al enorme apoyo del entonces presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Juan Antonio Samaranch, quien apostó por Seúl en un momento que estaba dejando la dictadura de Chun Doo-hwan pero que al final el país se transformó y su vecina del Norte, liderado, en ese momento, por Kim Il-sung no vio la realidad que ahora debe ver su nieto Kim Jong-un con los Juegos de Pyeongchang: apertura, diálogo y nueva realidad política-económica-social.
El COI tratará de ultimar los protocolos relacionados con la participación de Corea del Norte, como la bandera del país, el uniforme y el himno, cuyo comité será flexible con la presencia de deportistas norcoreanos, en especial en un evento que puede significar un antes y un después en la península coreana, pero será siempre el régimen de Kim Jong-un el que debe valorar el éxito y las consecuencias de lo que serán las futuras conversaciones para mejorar los lazos intercoreanos.