El filme coreano Crossing cierra los actos del 65 aniversario de la guerra de Corea
Madrid. La Filmoteca Española, junto con el Centro Cultural Coreano de Madrid, proyectó Crossing, largometraje de 2008 y candidato al Oscar por mejor película extranjera, dirigido por el surcoreano Kim Tae-gyun y el codirector norcoreano Gim Gyu-min en el que se muestra el desgarrador testimonio de un joven padre norcoreano que tiene que migrar fuera del país para conseguir dinero suficiente con el objetivo de comprar las medicinas necesarias para su mujer enferma al no haberlas en Corea del Norte.
Bajo este pretexto, Tae-Gyun-min nos llevará por países como China, Mongolia y Corea del Sur a medida que la acción se vuelve más dramática y emocional hasta rozar el desaliento del espectador. “La intención de la película es mostrar la cruel realidad de los norcoreanos y los problemas a los que se enfrentan para escapar del país y vivir una vida mejor”, explica, en Madrid, el director a asianortheast.com “aun cuando nuestro gobierno destaca el buen entendimiento entre las dos Coreas antes que una crisis humanitaria de este calibre”, sentencia.
Precisamente, uno de los motivos por los que él se embarcó en la aventura del cine fue para mostrar las injusticias sociales y, en especial, las de su pueblo que ya perduran 65 años y dependen de un conflicto armado no resuelto, al firmarse un armisticio pero nunca un tratado de paz.
El Estado norcoreano es un anacronismo en la zona -hasta China tiene una economía capitalista dentro de una política comunista- y las potencias que la rodean tienen mucho que decir sobre el futuro del régimen hereditario del actual líder Kim Jong-un. Tal y como piensan otros expertos, “el sistema norcoreano es un sin sentido y no puede aguantar mucho más de 10 años”, opina Kim Tae-gyun. Aunque sobre el futuro del conflicto se muestra precavido: “No creo que nadie quiera que se colapse en poco tiempo, debe ser un cambio paulatino, gradual, ya es suficientemente traumático, aunque cada uno tiene su postura”, resalta.
En definitiva, una buena película que merece la pena ver para entender mejor todo el drama actual que se vive en Corea del Norte, un filme que pone los “pelos de punta” cuando el hijo de once años se ve obligado a recorrer unos 8.000 kilómetros con toda clase de penalidades para encontrar a su padre ante la demora en su regreso.
Las dos Coreas siguen técnicamente en guerra ya que el conflicto que las enfrentó entre 1950 y 1953 se cerró con un armisticio en vez de un tratado de paz.
Javier Villamor Cantera, periodista