El drama de las familias separadas por la guerra coreana sigue sin resolverse
Madrid. Corea del Norte tiene que dar el carpetazo definitivo para poner fin a un drama humano y devastador para resolver la actual situación de las familias separadas tras la división de la península coreana en 1948 y, en especial, a causa de la guerra coreana (1950-53), que obliga a Pyongyang a no dar marcha atrás ante la posible nueva reunión entre el 20 y el 25 de febrero de las dos Coreas.
Esta nueva oportunidad, siempre y cuando no se suspenda en el último momento, tras el acuerdo entre Corea del Norte y Corea del Sur para celebrar el primer encuentro en tres años de familias divididas por la guerra, se convierte en un nuevo gesto y en una esperanza global para enterrar definitivamente el sufrimiento y el calvario de aquellos coreanos que quedaron atrapados por la división del país pero, en especial, por una guerra cuyas heridas siguen sin cicatrizarse y lo que es aún peor sin un acuerdo de paz definitivo en la península coreana donde sólo prevalece un armisticio.
El régimen de Kim Jong-un no puede alegar ninguna justificación, como viene ocurriendo desde hace años, para cancelar en el último momento la reunión prevista, pues ya no sirve si las maniobras militares entre surcoreanos y estadounidenses se mantienen para finales de febrero con la escusa que Corea del Norte podría sufrir una invasión y obligar a sus Fuerzas Armadas estar preparadas para repeler cualquier ataque del exterior, aspecto que Pyongyang sabe muy bien que no ocurrirá, pero que contribuye a tener al país “entretenido” con el argumento que “aún seguimos en guerra”.
Las imágenes devastadoras de familiares separadas cuando se han producido estos encuentros han dado la vuelta al mundo y nadie entiende como este drama humano no se ha arreglado ya, pero lo más triste es que cada vez quedan menos, ya que ha ido falleciendo muchos y otros por cuestiones de hartazgo, cansancio y dolor interno decidieron poner punto final a los preparativos, estrategias y demás consignas para posibles nuevos encuentros dada la inmensa congoja que produce todas estas iniciativas sabiendo las dificultades que siempre pone Corea del Norte.
Durante 60 años en los escasos encuentros habidos todo ha servido para aumentar aún más el dolor y el distanciamiento entre los familiares, sobre todo cuando entre las dos Coreas no existe ninguna posibilidad de cualquier mínima comunicación de ninguna clase, una realidad en pleno siglo XXI que supera con creces a la vivida en plena “guerra fría” entre las dos alemanias y superando a la difícil y compleja situación que se dio en la Albania de Enver Hoxha (1944-1985).
Las distintas acusaciones que a veces aparecen para cancelar a última hora la reunión prevista debe ser definitivamente anulado, pues la eficacia para resolver este grave problema humano depende de las dos Coreas, pero sobre todo de Corea del Norte que siempre está poniendo trabas o exigiendo condiciones que a los familiares les queda muy lejos y además no se puede utilizar estos encuentros como una estrategia política que es a lo que está muy habituado el régimen norcoreano.
En esta ocasión, tras su acuerdo del 5 de febrero en la zona fronteriza de Panmunjom, las dos Coreas se comprometen a desvincular completamente este evento humanitario de la situación política y militar, según fuentes oficiales de Seúl. Además, el reciente gesto conciliador de Pyongyang instando al Sur a crear un clima de reconciliación y de unidad retomando proyecto comunes tiene que servir de base para sembrar definitivamente un escenario positivo en aras de erradicar para siempre la tensión y el beneficio económico.
Corea del Norte ya no sólo debe superar el miedo a una mínima apertura al exterior copiando los buenos resultados que están dando las políticas de desarrollo económico de Birmania (actual Myanmar) o la propia Camboya sino que tiene que tener una predisposición total a estos encuentros sin poner condiciones en cuanto al número de familiares para encontrarse con el Sur y hacer una selección más global, menos pormenorizada y nunca a dedo como viene haciendo ya que al final son designados los adeptos al régimen.
Kim Jong-un sabe que en esos encuentros los familiares que vienen del Corea del Sur llevan regalos, detalles de toda clase, pero sobre todo medicinas que no hay en la otra parte, lo que evidencia la enorme distancia de desarrollo existente entre las dos Coreas y es obvio que el régimen norcoreano no desea en estas citas un mínima posibilidad que alimente ideas y pensamientos que repercuta y contamine a los familiares elegidos a causa del avance que hay en el Sur y la escasez y falta de recursos en el Norte.
Los recuerdos, el dolor y los sentimientos no tienen fronteras, de ahí que en distintas ocasiones Corea del Norte haya sido acusada de hacer una preselección para estas citas con poetas, científicos, profesores universitarios, entre otros, lo que se ha interpretado como una delegación de seguidores al régimen, mientras el Sur lo hace por sorteo y siempre solicitando el mayor número posible, pero para esta posible cita del próximo día 20 no habrá más de cien familias de cada lado para reunirse en el conocido complejo turístico del monte norcoreano de Kumgang, aunque Seúl nunca pone un límite para que acudan todas las familias que lo deseen.
La cumbre de junio de 2000 entre el presidente surcoreano, Kim Dae-jung, y el entonces líder norcoreano, Kim Jong-il, originó un optimismo enorme para resolver definitivamente el drama de las familias separadas, sobre todo cuando el 15 de agosto de ese mismo año un centenar de familiares norcoreanos visitaron Seúl para participar en la primera reunión de familias separadas desde 1985. Fue un gran acontecimiento dado que todo ellos llegaron en avión y constituía la importante novedad del primer vuelo directo que aterrizaba en Seúl procedente de Pyongyang desde la división del país.
Luego hubo otras reuniones como las de febrero de 2001 o las de octubre de 2010, pero realmente ha faltado continuidad, lo que ha mermado ya no solo el interés de los surcoreanos sino que todos ellos pasan ya de más de 70 años y cada vez van quedando menos por los fallecimientos habidos aunque aún se pueden contar -sin precisar cifras oficiales- entre 8 y 10 millones de familiares separados, donde aún hay un millón y medio de personas de Corea del Sur con parientes directos en el Norte y alrededor de otros ocho millones de descendientes de segunda y tercera generación, aunque otras fuentes señalan que los parientes separados son más de un millón y el número de los hijos de familias divididas asciende a siete millones.
Corea del Norte no puede desaprovechar esta gran oportunidad del encuentro de familias separadas para demostrar a la comunidad internacional que desea cambiar, mejorar e integrarse en un mundo más real que favorezca el desarrollo económico del país, además de regresar a las conversaciones a seis bandas (EEUU, China, Japón, Rusia y las dos Coreas) para el desmantelamiento de su programa nuclear, clave en el presente y futuro del régimen norcoreano.
Santiago Castillo, periodista y escritor, experto en asuntos del Nordeste asiático
2 Respuestas
[…] cuanto a las castas, el país tiene una estructura piramidal peligrosa que obstruye cualquier posibilidad de avance y […]
[…] la tragedia del Sewol en Gwangju (suroeste del país), la presidenta Park nombró al ex periodista Moon Chang-keuk para relevar al dimitido Chung Hong-won, en una elección con el objetivo de hacer una gran […]