Los JJOO de Pyeongchang no deben ser los JJOO de Pyongyang, sino los de una definitiva reconciliación

Madrid. Cada vez queda menos para el comienzo de los JJOO de invierno de Pyeongchang, 9 de febrero, (Corea del Sur) y el evento olímpico tiene que sentar las bases para un diálogo definitivo en la península coreana, único rincón del mundo donde aún predomina la “guerra fría”, una situación anómala en el siglo XXI que está teniendo mediáticamente un protagonismo más favorable a Corea del Norte, experta en ganar batallas mediáticas, por lo que esta “cita olímpica” tiene que poner fin a la tensión permanente entre las dos Coreas.
Claro si empezamos con que Corea del Norte celebrará el 8 de febrero, una jornada antes de la inauguración de los JJOO, su Día del Ejército, con un importante desfile militar, que no contribuirá a crear confianza y a rebajar la tensión por mucha participación olímpica de Pyongyang en los Juegos de Invierno y luego añadimos las advertencias esta misma semana de Pyongyang a Corea del Sur sobre el tratamiento de algunos medios a este acontecimiento y las nuevas sanciones económicas de EEUU darán lugar a que cualquier mínimo gesto o detalle puedan socavar este débil deshielo entre las dos Coreas.
Estados Unidos anunció esta semana la imposición de nuevas sanciones económicas contra nueve entidades, entre ellas dos chinas, y 16 personas, varias de ellas radicadas en Rusia y China, por su respaldo al programa nuclear de Corea del Norte y la violación de las resoluciones de Naciones Unidas, además el anuncio de que Seúl y Washington reanudarán las aplazadas maniobras militares conjuntas tras la clausura de los Juegos Olímpicos y Paraolímpicos de Invierno de PyeongChang servirán de pretexto –y no es la primera vez- al régimen de Kim Jong-un para debilitar una mínima “normalidad” que consolide el posible acercamiento entre las dos Coreas, nacido hipotéticamente en los JJOO de invierno.
La quema de banderas norcoreanas y fotos de Kim Jong-un en señal de protesta en Seúl por la participación olímpica de Corea del Norte, la pérdida de popularidad del presidente surcoreano, Moon Jae-in, ante la polémica por el acuerdo con Pyongyang para formar un equipo conjunto de hockey, así como la presión de Japón con más sanciones y el escepticismo reinante en la sociedad surcoreana, donde un 73 por ciento no cree necesario que los dos países deban compartir ese equipo de hockey forman también parte de esta compleja realidad que sabremos su desarrollo definitivo en las próximas semanas.
“El deporte debe estar exento de la política», afirmaba esta semana un editorial el diario conservador Dong-a Ilbo. «El gobierno surcoreano está concentrado en la organización de los Juegos de la Paz y dice sí a todo lo que Corea del Norte solicita», de ahí que, por un lado, una parte de la ciudadanía surcoreana esté escéptica y, por otro, sea el propio régimen de Kim Jong-un quien advierta a Corea del Sur contra el uso retórico de algunos medios y políticos que puede “enfriar” más que la reconciliación un esperanzador diálogo que no sufra fisuras y sea constante.
Precisamente, el descontento entre los surcoreanos y la propia pérdida de popularidad del presidente Moon radica en dos aspectos importantes: el primero, un coste económico alto para la participación de los atletas norcoreanos en los JJOO, teniendo en cuenta que el régimen comunista no tiene intención de negociar su desnuclearización y, segundo, el hartazgo de la sociedad surcoreana que ante tantas y son muchas las ocasiones habidas nunca se certificaron en algo tangible que diera lugar a poner fin a la crisis de la península coreana.
Tanto Kim Jong-un como Donald Trump deben esperar ahora los resultados de los JJOO de Pyeongchang, sacar conclusiones y Pyongyang no desaprovechar esta ocasión histórica pese a la “susceptibilidad” que está originando esta cita olímpica entre las dos Coreas, con un enorme despliegue mediático y con cada paso dado por los deportistas norcoreanos ya en suelo surcoreano marcando prácticamente parte de la agenda social de Corea del Sur.
Doce jugadoras norcoreanas de hockey sobre hielo ya se han unido a sus homólogas surcoreanas para formar un equipo unificado, por primera vez en casi tres décadas, en los próximos JJOO de Pyeongchang, quienes han sido recibidas en la ciudad de Jincheon (sur), con ramos de flores por sus nuevas compañeras y con la esperanza que esta vez sea este deporte el que rompa el hielo y siembre el anhelo del comienzo de una nueva etapa en la península coreana.
Hechos son los que valen, pues mi experiencia como periodista en Corea del Sur, donde he vivido de cerca distintas reuniones, conferencias, eventos deportivos como los JJOO de Seúl-88, el Campeonato Mundial de Fútbol 2002 o las conversaciones entre las dos Coreas con la visita de los ya fallecidos presidentes Kim Dae-jung, que viajó a Pyongyang, en junio de 2000, y de Roh Moo-hyun, en octubre de 2007, quienes se entrevistaron con el entonces líder, Kim Jong-il, sus resultados no fueron todo lo esperado pero al menos bajó algo la tensión, aunque estos encuentros tendrían que haber sido definitivos en el entendimiento entre las dos Coreas.
En definitiva, sin maniobras militares conjuntas entre Corea del Sur y Estados Unidos y la suspensión temporal del programa nuclear norcoreano las perspectivas de llegar a acuerdos serían más notables, lo que ahora con este acercamiento entre las dos Corea a través del deporte debe originar una estrategia política sin tensiones, pues los argumentos de un ataque nuclear de Pyongyang a EEUU o de una invasión de los ejércitos estadounidense-surcoreano es tan utópico como que mañana mismo Kim Jong-un vaya a arreglarse su corte de pelo en el conocido distrito de Itaewon, de Seúl.