Economía verde en la guerra contra la contaminación

Fotografía de la ciudad de Beijing bajo el smog fotoquímico.
Comparte esta noticia:

Madrid. Desde hace algunos años, construir una economía sostenible está en el centro de la agenda internacional a consecuencia de la celebración de las distintas convenciones fruto de la Cumbre de Río de 1992, pretendiendo la construcción de una economía sostenible capaz de satisfacer las necesidades de la presente generación sin comprometer las posibilidades de las generaciones futuras.

A ese respecto, la Unión Europea (UE) ha sido pionera en la lucha contra el cambio climático en el Protocolo de Kioto y con su objetivo 20-20-20 para su renovación. China ha adoptado su primera Ley de Impuesto de Protección del Medio Ambiente –EPT Law en sus siglas en inglés-, que entró en vigor el pasado 1 de enero.

A pesar de que China ya cobraba desde 1979 una cuota por descarga de contaminantes- pollutant discharge fee (PDF)- en relación con contaminantes del aire, del agua, residuos sólidos y contaminación acústica, la estructura de esta cuota translucía una cierta deficiencia con respecto al marco global y su ejecución, aunque esta normativa ha supuesto una importante disminución de las emisiones y la protección medioambiental en los últimos 30 años. Asimismo, algunos gobiernos locales dejaron entrever la despreocupación por la recogida y administración de esta cuota por descarga de contaminantes.

La aprobación de esta nueva Ley ha supuesto un hito en la legislación de protección medioambiental en China a consecuencia del endurecimiento de la misma hace dos años, reemplazando la cuota por descarga de contaminantes anterior por un nuevo impuesto que, en principio, no pretende imponer un aumento del ingreso fiscal o una nueva carga para las empresas, sino un incremento en la concesión de ciertos tratamientos preferenciales fiscales para fomentar en las empresas la responsabilidad por la protección del medio ambiente. Además, en relación con los nuevos contenidos que la normativa anterior no contemplaba, se ha fomentado el cambio del término “cuota” por “impuesto”.

Contenido de la nueva imposición fiscal

Esta nueva imposición fiscal engloba a los contribuyentes definidos por empresas, instituciones públicas y operadores de negocio que descargan directamente estos contaminantes dentro de territorio chino o en territorios bajo su jurisdicción, excluyendo a los ciudadanos individuales y a operadores que no buscan hacer negocio.

En relación a los contaminantes contemplados dentro de la nueva ley, se han establecido cuatro categorías que incluyen contaminantes del aire, de las aguas, residuos sólidos y contaminación acústica. Sin embargo, tras un tenso debate en torno a la introducción de este impuesto en la emisión de dióxido de carbono, finalmente no ha sido incluido en el alcance final sujeto a impuestos, aunque se deja una puerta abierta para que esta norma pueda ser reajustada a las condiciones cambiantes del desarrollo económico futuro del gran “gigante asiático” Cabe destacar que no todos los agentes contaminantes quedan sujetos a impuestos, grabando solamente en orden de importancia los tres contaminantes del aire y los cinco primeros contaminantes acuáticos.

Implicaciones y estimaciones en un futuro cercano

Según cálculos del Comité de la Asamblea Popular Nacional de China –NPC en sus siglas en inglés-, se ha estimado que esta normativa mejorará la conciencia de los contribuyentes sobre el medio ambiente, obligando a las grandes compañías a modernizar la tecnología y a recurrir a una producción más limpia y sostenible.

Se establecen las tarifas de 1,2 yuanes a cantidades estipuladas de contaminantes del aire, así como 1,4 yuanes a contaminantes del agua y un rango de 5 a 1.000 yuanes por cada tonelada de residuos sólidos dependiendo de su peligrosidad o la dificultad de su tratamiento. Un ejemplo de esta ley es la aplicación de 1,4 yuanes por kilogramo de demanda química de oxígeno (DQO).

Es importante destacar que los gobiernos locales pueden elevar esas tarifas por contaminación del aire y del agua en hasta 10 veces tras la aprobación en asambleas populares y se podría premiar con una bajada de dichas tarifas si la emisión es menor a los estándares nacionales. De igual forma, serán los gobiernos locales los depositarios de dichos ingresos fiscales, que no verán reducida su capacidad para invertir en protección medioambiental.

A la larga, la promulgación de esta nueva ley supone poner en práctica el principio de imposición legal para lograr una transformación económica hacia un desarrollo respetuoso con el medio ambiente. Por ello, el establecimiento y la mejora del impuesto ambiental son una tendencia irreversible y bajo el régimen fiscal existente en China, se ha introducido una serie de políticas fiscales en relación a la protección del medio ambiente a varias etapas de negocio como son la explotación, la producción, la distribución o el consumo de recursos.

Una reflexión en el contexto actual

Finalmente, quedaría poner sobre la mesa la realidad que se está apoderando del “gigante asiático” en su día a día y cómo dicha realidad puede sobrepasar el alcance de la imposición de los impuestos verdes.

Cuando el primer ministro chino, Li Keqiang, declaró la guerra a la contaminación hace tres años frente a más de 3.000 miembros de la Asamblea Popular Nacional de China, el cielo sobre la ciudad de Beijing era de un límpido azul y el índice de calidad del aire (AQI) no superaba el valor de 17, lo que significaba que la calidad del aire era buena. En ese momento y hasta la fecha, este suceso representaba el reconocimiento de un problema grave al cual se le pretendía dar una solución, esperando que los cielos azules fueran en un futuro no muy lejano, la norma.

Pese a la inversión económica y social realizada desde entonces, los analistas han reconocido la situación de China como poco concluyente en relación con las políticas estatales, las leyes y las regulaciones tomadas, aun habiendo ralentizado el crecimiento económico en detrimento de lograr un medio ambiente adecuado para el país en general y la población en particular.

A China y, en concreto, a ciudades como Beijing, les queda un largo camino por recorrer en su lucha contra esa nube tóxica que se cierne no sólo sobre su economía y su desarrollo, sino también sobre su ya mermada calidad de vida y asfixiado medio ambiente.

Atardecer sobre Beijing

Rocio Burgos

Master Universitario en Ingeniería Ambiental por la Universidad Politécnica de Madrid. Graduada en Ingeniería del Medio Natural, actualmente trabaja en el sector de energías renovables en Europa, Oriente Medio y África.

También te podría gustar...

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *