Cumbre Rusia-Asia Central: Tayikistán demanda a Putin respeto

Los presidentes ruso y tayiko, Vladimir Putin y Emomalí Rahmon, en 2017. | Kremlin, Wikimedia
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Madrid. El pasado 14 de octubre, durante la cumbre Rusia-Asia Central, Emomalí Rahmon, presidente tayiko, demandó respeto a los países de la región. En un discurso de ocho minutos, le pidió a Vladimir Putin ante los dirigentes de Kazajistán, Kirguistán, Turkmenistán y Uzbekistán que no trate a las exrepúblicas soviéticas como lo hacían los dirigentes comunistas hace décadas.

Según el presidente de Tayikistán, fue precisamente la falta de respeto por la periferia que llevó a la caída de la antigua Unión Soviética. Explicó, que a las pequeñas repúblicas se les trataba como simples fuentes de recursos. Kiev (ahora capital de Ucrania), Minsk (de Bielorrusia), Almaty (de Kazajistán) y Tashkent (de Uzbekistán) eran los centros, según Rahmon. «Las demás repúblicas quedaron igual como estaban: danos leche, danos algodón, danos esto, danos eso. ¡Ninguna infraestructura!», se quejó.

Le recordó a Putin, que en Tayikistán dos millones de niños y niñas estudian ruso de forma obligatoria en las escuelas. Los tayikos ven a Rusia como un país de oportunidades, por lo que Dushanbé (la capital y la ciudad más poblada de la república de Tayikistán) «siempre respetará los intereses de su principal socio estratégico». No obstante, manifestó que el sistema educativo se encuentra con la escasez de libros debido a la difícil situación económica en el país. Tayikistán es considerado el país más pobre de toda la extinta URSS.

Aun así, decir que la URSS tenía a la periferia abandonada sería incorrecto. Antes de la llegada de los bolcheviques, la administración zarista se limitó a establecer un control administrativo de Asia Central. A cambio de lealtad y el cumplimiento de leyes básicas, Rusia se comprometía a no entrometerse en los asuntos religiosos y sociales de los pueblos que habitaban la región. La estructura social, que provenía de épocas inmemoriales, no llegó a exponerse demasiado al cambio o la modernización durante la administración colonial.

Sin embargo, el régimen soviético perseguía otros intereses. No le bastaba con lealtad, necesitaba transformar la sociedad centroasiática para homogeneizarla con el demás «pueblo soviético». Secularismo radical, la lengua rusa obligatoria y una cruenta colectivización forzosa fueron implementados por Moscú. Al principio eran comunes las revueltas populares que eran rápidamente aplacadas. A continuación, comenzó la industrialización que alcanzó todos los rincones de la vasta nación. Aunque asimétrico el desarrollo, es un hecho que el nivel de vida, la infraestructura y la industria mejoraron considerablemente durante la época soviética. Lo que los comunistas no tuvieron en cuenta fueron los sentimientos nacionalistas que brotaron de nuevo tan solo aflojó Moscú su puño de hierro.

En las décadas después de la desintegración de la URSS, las inversiones del centro regional decayeron, pero no desaparecieron. Rusia seguía participando activamente en la economía de Asia Central e invertía mucho dinero en Tayikistán, entre otros. Encima, más de dos millones de tayikos emigraron a Rusia en búsqueda de trabajo. Las remesas de estos llamados coloquialmente «Gastarbeiters» (trabajadores invitados en alemán) forman un 26 % del PIB de Tayikistán. El trabajo de los tayikos en Rusia le resulta beneficioso a Rusia también, ya que compensa con migrantes el envejecimiento de su población y la baja natalidad.

Por eso, la demanda de Rahmon debería ser interpretada no como una queja de la falta de inversión, sino como más bien un chantaje y una crítica. Es bien sabido que China invierte activamente millones de dólares en Asia Central, adelantando a Rusia. Dushanbé le lanza una indirecta a Moscú: tenemos socios muy lucrativos, así que tendrás que ofrecernos algo mejor si quieres seducirnos. O al revés, se puede entender como una solicitud de ayuda, debido a la creciente dependencia de su economía del gigante asiático. No le vendría mal a Rahmon una diversificación.

Además, el presidente tayiko levantó el tema de la poca atención particular que dedica Moscú a sus socios regionales. Según Rahmon, la cooperación de las grandes potencias económicas con la región siempre se ciñó a Asia Central como conjunto, sin un enfoque individual a cada miembro de «los cinco», como los llama el dirigente tayiko. «Estados Unidos + Asia Central, Corea del Sur + Asia Central, Japón + Asia Central… Pronto tendremos incluso Pakistán + Asia Central e India + Asia Central. ¿Me olvido de algo?», dijo. Es una clara alusión al formato de la propia reunión en la que se encontraban el 14 de octubre: Rusia + Asia Central.

Uno de los socios importantes que Rahmon no mencionó fue China, que desde hace años es el principal inversor en la región. Al fin y al cabo, Pekín otorgó generosos préstamos a las naciones centroasiáticas y participó activamente en el desarrollo de la infraestructura, especialmente en el marco de la Iniciativa de la Franja y la Ruta de la Seda, plan maestro de Xi Jinping.

Aparte de pedir más atención, Rahmon también presume de la cantidad de socios que tiene la región, muchos de los cuales son rivales de Moscú. Otra astuta indirecta a Putin.

A continuación, estaba indignado por la falta de respeto por parte de los oficiales rusos a Tayikistán. «Le ordené al ministro de Exteriores que contacte con Overchuk (vice primer ministro ruso) para que asista un ministro por lo menos. Pero no, solo un viceministro, eso es lo que merece Tayikistán, un socio estratégico…». Aquí alude al foro económico Rusia-Tayikistán, al que Moscú envió al viceministro de desarrollo económico.

Aun así, en este caso el presidente tayiko está exagerando. Es verdad que Putin no asistió al foro ni envió a ninguno de sus ministros a pesar de la invitación. Pero, por otro lado, el dirigente del Kremlin viajó en junio a Dushanbé para visitar a Rahmon personalmente.

Lo que enfadó a Rahmon en realidad no fue la falta de atención, sino la negativa de Moscú de apoyar a Tayikistán en su disputa fronteriza con Kirguistán a lo largo de este año. Con sus declaraciones parece referirse a la reunión trilateral entre Sadyr Zhapárov (presidente kirguís), Putin y él mismo en Astaná un día antes. Las negociaciones fueron a puerta cerrada, por lo que se sabe poco sobre su verdadero contenido. Es bastante probable que Rahmon estuviese insatisfecho con el formato 2+1 del encuentro, por lo que no pudo contener su indignación el día siguiente.

El discurso del presidente tayiko duró casi ocho minutos. Solo fue interrumpido una vez por el anfitrión, el dirigente kazajo Kasim-Yomart Tokáyev, que le pidió que pare, ya que su intervención se estaba prolongando demasiado. Zhapárov, presidente kirguís, mantenía el silencio y ni le miraba a su homólogo tayiko. Serdar Berdimujamédov (Turkmenistán) y Shavkat Mirziyóyev (Uzbekistán) seguían con detenimiento el discurso de Rahmon. Berdimujamédov llegó a sonreír incluso.

Vladimir Putin, al que se dirigía Rahmon, no pronunció palabra alguna durante toda la intervención del tayiko. Asentía de vez en cuando, pero intentaba mantenerse lo más sereno posible. El caso fue mayoritariamente ignorado por la prensa estatal rusa: de los grandes medios, solo TASS publicó la respuesta ambigua del jefe del Kremlin. Decisivo o no, el discurso desafió abiertamente a Putin y le reprochó públicamente. Tales palabras, provenientes, además, de un aliado, no pueden no enfurecer a Moscú.

Una declaración tan atrevida es muy poco común para el espacio postsoviético, el patio trasero de Rusia. Mientras Moscú se va quedando sin verdaderos aliados después de su invasión de Ucrania, los pocos que quedan no piensan perder la oportunidad de aprovecharse de la situación y sacar algunos beneficios. Antes aceptaban cualquier condición de Rusia, pero ahora el panorama ha cambiado. El Kremlin no es el de antes: su poderío militar fue desmentido en el frente de batalla, su economía está dañada por las sanciones, mientras que su prestigio político está por los suelos.

Rusia puede seguir amenazando a sus vecinos, pero esta amenaza ya no es tan temerosa como antes. Esto lo siente Azerbaiyán, atacando a Armenia, o Kazajistán, llamando a las repúblicas anexionadas de Donetsk y Luhansk «protoestados». Armenia lo entendió en los últimos meses a duras penas, cuando la ODKB, alianza militar de la que ambos Moscú y Ereván forman parte, no le socorrió en su conflicto con Azerbaiyán en septiembre.

En cuanto a Rahmon, este tiene muchos motivos para estar en desacuerdo con Rusia. Además de la disputa con Kirguistán, difieren en su relación con el régimen talibán en Afganistán. Moscú dirigió una política pragmática, estableciendo contacto con los nuevos líderes fundamentalistas de Kabul para fomentar el diálogo. La posición de Dushanbé es la opuesta: no está dispuesto bajo ningunas condiciones a aceptar a los talibanes. Rahmon recuerda muy bien la guerra civil tayika (1992-1997), cuando tuvo que enfrentarse a la oposición democrática aliada con los islamistas. No piensa permitir que la revolución talibán se esparza hacia el norte.

En definitiva, no se pueden hacer conclusiones prematuras al respecto del discurso de Rahmon. Más que un cambio radical en la retórica de los líderes postsoviéticos o una liberación del yugo ruso es un síntoma, un síntoma de la transformación de la región paso por paso. Al fin y al cabo, a pesar de criticar la URSS, Rahmon es más soviético que Putin. Como dijo él mismo, fue testigo de la desintegración del sistema. Al dirigirse al dirigente ruso, no hizo más que recordarle la nueva realidad en la que vivimos. La pregunta es, si Putin, cada vez más acorralado en Ucrania, entendió el mensaje.

Iván Ortega Egórov

Estudiante de Economía y Estudios Internacionales de la Universidad Carlos III de Madrid

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