El Fondo Monetario Internacional: un jugador esencial en épocas de crisis

Madrid. La tercera década del siglo XXI comenzó con una serie de crisis: la pandemia de la COVID-19, la guerra en Ucrania y el consecuente estancamiento económico en muchos rincones del mundo. Una de las consecuencias de estos problemas globales fue la quiebra de varios Estados en vías de desarrollo, que han sido los más afectados por los cataclismos económicos de los últimos años.
Pakistán, Laos, Sri Lanka, Nepal, Zambia y Kenia son tan solo los casos recientes más famosos. Endeudados para sacar su país adelante, se vieron incapaces de cumplir con sus obligaciones financieras debido a desastres naturales (Pakistán), gastos excesivos (Sri Lanka o Kenia) o las fluctuaciones de los precios de las materias primas (Zambia). La precaria situación en estos países atrajo no solo la atención de grandes prestamistas como China, Estados Unidos o Japón, sino también del Fondo Monetario Internacional (FMI), organización creada para mantener la estabilidad de la economía mundial. Para entender, cuál es su papel en las crisis que conmocionan a países por todo el mundo, es esencial ver cómo funciona.
El FMI fue fundado en 1944 durante la Conferencia de Bretton-Woods. Después de la época nacionalista y aislacionista de la entreguerras, este nuevo sistema diseñado por el prominente economista británico John Keynes y el funcionario de Estado estadounidense Harry White, pretendía evitar el desastre de la Gran Depresión, la mayor crisis de la historia que fue exacerbada precisamente por la falta de cooperación interestatal. El sistema de Bretton-Woods (así pasó a la historia este régimen económico mundial) aferró las divisas de los países miembros al dólar (sustituyendo al patrón oro) y creó las instituciones necesarias para evitar otra crisis mundial y fomentar la cooperación: el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM).
Las dos organizaciones tenían como meta contribuir al bienestar internacional, pero cada una tenía una táctica diferente. El BM se dedicaba más a hacer inversiones en proyectos de desarrollo de infraestructura, como un banco normal, pero sin ánimo de lucro. Mientras tanto, el FMI se ocupaba de prevenir y solucionar crisis y problemas con la balanza de pagos o la deuda externa, ayudando económicamente a países miembros para estabilizar su economía y mantenerla a flote.
La financiación del FMI se realiza a través de cuotas que definen la cantidad con la que debería contribuir cada miembro. Este índice depende del PIB, la cantidad de reservas y el nivel de aperturismo económico. Además, las cuotas determinan la porción de votos que puede tener cada participante (dependiendo de la contribución) y la cantidad de DEG que puede tener un país. Los DEG (Derechos Especiales de Giro) son un activo internacional intercambiable por una cesta de monedas: dólar americano, euro, yen japonés, yuan chino y la libra esterlina. Así, al igual que con las participaciones en una empresa comercial, los países más ricos que más contribuyen al FMI más influencia tienen en las decisiones tomadas.
El dinero recaudado el Fondo lo usa para sustentar los DEG y prestar dinero a los países que lo necesiten. Los préstamos del FMI dependen de las necesidades y cualidades del recipiente: corto, mediano o largo plazo; una balanza de pagos estable o no; país de bajo, medio o alto ingreso. Dependiendo de la situación, pueden o no tener interés.
Pero lo que siempre tiene el crédito internacional son hilos con múltiples requisitos económicos, para asegurarse de que los fondos se gasten adecuadamente. Al fin y al cabo, el FMI opera con dinero internacional y no puede repartirlo a quien sea. El problema de dar crédito a un país endeudado es que este financie su deuda con más deuda y se derive así hacia una espiral de insostenibilidad.
El proceso de obtener préstamos del FMI suele ser muy largo y tedioso, especialmente para los países que más problemas tienen y más lo necesitan. Las negociaciones pueden durar meses. Los expertos del Fondo analizan la situación con detenimiento para calcular la mejor estrategia para solucionar el problema. No puede arriesgarse la organización a ayudar tan solo con dinero, ya que sin reformas estructurales del sistema no hace más que echar aceite a la hoguera. Además, tiene que evitar que sus fondos acaben en manos erróneas debido a la corrupción o el malgasto del sector público. Muchas veces, políticos cogen dinero prestado para mantenerse en el poder solucionando problemas a corto plazo y apaciguando a la población, lo que tan solo aplaza la catástrofe y no soluciona la raíz de la crisis. Solo si el beneficiario cumple con todos los requisitos podrá optar a recibir ayuda del FMI.
El caso de la crisis de Sri Lanka es muy ejemplar. El gobierno de Gotabaya Rajapaksa usó la deuda para rebajar los impuestos en 2019, una decisión puramente populista para ganar las elecciones. El coronavirus dejó al emergente país sin turismo, un sector fundamental para la isla. La prohibición por más de medio año de los fertilizantes diezmó la agricultura esrilanquesa. Este año, la guerra en Ucrania y la consecuente subida de precios a los carburantes, junto con los problemas estructurales provenientes de 2019, llevaron a Colombo al borde de la quiebra. Para salir de esta difícil situación, el presidente Rajapaksa y después Ranil Wickremesinghe (cuando Rajapaksa renunció a la Presidencia) pidieron a todos sus socios internacionales (entre ellos el FMI) ayuda económica y reestructuración de la deuda.
Desde que Sri Lanka comenzó las negociaciones en abril de 2022 tuvieron que pasar casi cinco meses para alcanzar un acuerdo. Es verdad que en abril recibió una ayuda rápida de 10 millones de dólares para proveer a la población con las medicinas necesarias, sin embargo, no era suficiente para salir de la crisis. El 1 de septiembre el FMI aprobó la entrega provisional de un préstamo de 2.900 millones de dólares a Colombo con 48 meses para devolverlo. El formato elegido del crédito fue el Servicio Ampliado del FMI (SAF), que está destinado para países con ingresos bajos que tienen persistentes problemas con la balanza de pagos.
Además, el Banco Central esrilanqués y los representantes del Fondo acordaron un programa para estabilizar la economía de la isla. EL gobierno deberá subsidiar el sector energético para rebajar los precios de los carburantes, aumentar el gasto público en la seguridad social para amortiguar las pérdidas de las clases más desfavorecidas, estabilizar la inflación y combatir la corrupción. No obstante, el FMI admite que será necesario que los demás socios de Colombo accedan a la reestructuración para dejarle a Sri Lanka tiempo para recuperarse.
El siguiente paso que deben tomar los países que recibieron dinero del Fondo es asegurarse de que lo podrán pagar. A una quiebra financiera le suelen seguir años de política de austeridad y constantes recortes. Cumplir las obligaciones con un órgano internacional como lo es el FMI es muy importante para la imagen de un país y sus tasas de interés para nuevo crédito internacional. No pagar la deuda es equiparable a una catástrofe económica. Según escribía ‘The Guardian’ durante la crisis de Grecia, en toda la historia hubo 32 ejemplos de tales casos. Los países en la lista solían estar aislados del demás mundo o se encontraban en medio de guerras, conflictos internos, revoluciones o desastres naturales. La situación en Sri Lanka sigue siendo mejor que en la República Democrática del Congo en los años 90 o en el Irak de entreguerras, lo que trae esperanzas de que Colombo consiga salir de la crisis y comenzar el duro camino de recuperación.
Así funciona el FMI. Sin embargo, aunque destinada a ayudar a las economías que lo necesiten y mantener la estabilidad mundial, la organización es criticada a menudo por la dominación de Occidente en la toma de decisiones. Al fin y al cabo, son los países más ricos del mundo, por lo que les da el derecho a dictar unas normas a los demás. Países como Rusia o China sospechan del FMI como arma política de Washington y sus aliados. En cualquier caso, es indudable el importante papel que tiene esta organización en la economía mundial y su contribución a la solución de múltiples crisis por todo el mundo.