Corea del Norte reclama su potestad como potencia nuclear al realizar su sexta prueba
Madrid. Corea del Norte sigue en su escalada imparable hacia su objetivo principal al realizar una nueva prueba de una bomba de hidrógeno que puede ser transportada en un misil balístico de largo alcance, el sexto ensayo de su historia, cuyo régimen sigue retando a la comunidad internacional que asiste incrédula al constante empeño de Kim Jong-un en que se le reconozca como una potencia nuclear y dialogar unilateralmente con Estados Unidos.
Nadie duda ya de los enormes progresos que viene haciendo el régimen norcoreano en su desarrollo nuclear, aunque obviamente, al igual que en otras ocasiones, pese a que Corea del Norte afirma que la bomba de hidrógeno que ha probado este domingo ha sido de «total éxito» y que puede ser instalada en uno de sus misiles balísticos intercontinentales (ICBM), los analistas resaltan que la contundencia de Pyongyang sobre “el éxito de la prueba” requiere un estudio cauteloso para comprobar sus adelantos.
La explosión provocó un potente seísmo, de magnitud entre 5,7 y 6,3 grados y, según las primeras estimaciones, fue hasta diez veces más potente que el ensayo realizado hace un año, lo que ha soliviantado a toda la comunidad internacional, con una condena unánime de la ONU, además de China, que una vez más ve como Kim Jong-un le afea el comienzo de la cumbre de los países emergentes BRICS, al igual que ya hiciera en mayo pasado cuando Pekín celebró otro importante evento como fue la cumbre internacional sobre la Nueva Ruta de la Seda (conocida por las siglas OBOR) al lanzar un nuevo misil balístico.
China, el único aliado importante de Corea del Norte, también ha condenado la prueba nuclear y ha analizado “rápidamente” la medición de radiactividad junto a la frontera de Corea del Norte o en zonas costeras próximas, en especial en las provincias de Jilin, Heilongjiang, Liaoning y Shandong (noreste), teniendo en cuenta que en distintas ocasiones sus habitantes se han quejado a las autoridades chinas del peligro de una radiación de los ensayos nucleares norcoreanos.
El régimen de Kim Jong-un, que sigue actuando cada vez con más fuego, quiere que le reconozcan como una potencia nuclear, pero mientras haya maniobras militares conjuntas de los ejércitos estadounidense y surcoreano le sirven a Pyongyang para recalcar que su política nuclear es de “autodefensa” y China, que cada vez aprieta más, no le corte el grifo del suministro que representa el 90 por ciento del comercio total con Corea del Norte, aunque se ha visto reducido por las sanciones de la ONU, Pyongyang va a seguir “jugando con mucho fuego”, y tal vez en un momento determinado origine un cataclismo que nadie quiere.
Kim Jong-un no cesa con sus ensayos de misiles en reclamar a Estados Unidos que reconozca a Corea del Norte como una potencia nuclear y al mismo tiempo desea también entablar conversaciones directas con Washington, dejando al margen a Corea del Sur, que lo considera como una colonia estadounidense, una utopía que diariamente el régimen comunista con sus 80 ensayos de misiles desde diciembre de 2011, cuando el “mariscal” llegó al poder, y con 22 en toda en la corta etapa de Donald Trump, desea ver hecho realidad pero esta ambición política de Pyongyang es prácticamente imposible.
Pese a que esta sexta prueba nuclear ha sido un éxito, dice el régimen norcoreano, un conflicto militar o nuclear sigue estando lejos de producirse. Por un lado, Corea del Norte no está en condiciones de atacar a nadie por mucha artillería que tenga o lanzar un misil bien a Alaska o a Guam al saber que la respuesta sería inmediata con consecuencias catastróficas para el país y, por otro, en el caso de un “ataque” de Pyongyang bien es cierto que tanto Corea del Sur como Japón sufrirían grandes pérdidas, pero poco después el régimen de Corea del Norte caería y se establecería un nuevo statu quo en la península coreana de grandes dimensiones, donde China y Rusia entrarían en una dinámica que no permitirían que EEUU se hiciera con el control de toda la península coreana.
En definitiva, esta sexta prueba nuclear de Corea del Norte, tal vez la más fuerte de todas, tiene aún más contenido político que las anteriores, dentro de una profunda gravedad que podría ser aún peor si la Trump actúa por su cuenta, pero el régimen norcoreano de momento no va a detener su desarrollo nuclear, el cual cada vez está más sofisticado con enormes progresos, y lo que más preocupa es que hasta ahora las sanciones, el aislamiento y las amenazas militares no han servido para nada.
Es evidente que se puede hacer más, por supuesto, sobre todo económicamente, pero supondría “ahogar” al régimen de Kim Jong-un que China no quiere, pero la tensión que viene originando Pyongyang supera a los viejos tiempos de la etapa de su abuelo, Kim Il-sung, en plena “guerra fría”, que aún sigue en esta zona, pero es obvio que la disuasión, la contención, la diplomacia y las conversaciones a seis bandas tienen que ser útiles antes de que cualquier “mal cálculo” produzca una situación que todos se puedan arrepentir, empezando por el “mariscal”. Nadie quiere –China tampoco- una Corea del Norte armada nuclearmente, pero una solución militar no resuelve el problema.