Claves de la dura vida que llevan los ancianos en Japón
Madrid. Tras la muerte del español Francisco Núñez Olivera, de 113 años, en enero pasado, considerado el más longevo del mundo, vuelve a ocupar el escalafón de los más ancianos un japonés, Masazo Nonaka, de 112 años, mientras su compatriota, Nabi Tajima, de 117 años, es la mujer más anciana de la Tierra, una situación que refleja ya no sólo la cruda realidad de una sociedad envejecida, sino sus peculiaridades en torno a lo que es la tercera edad nipona.
Precisamente España se convertirá a mediados de siglo en el segundo país más envejecido de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), después de Japón, un fenómeno que agravará el preocupante escenario para la tercera edad y que amenaza sus avances en el terreno económico, en contra de lo que ha ocurrido en las últimas décadas, pero Japón posee la mayor esperanza de vida en el mundo, tal como también ha diagnosticado Guinness de los Récords.
Ser el primero de la lista en este tipo de ranking no proporciona únicamente ventajas, ya que, según datos recientes del Ministerios de Asuntos Internos y Comunicación de Japón, en el país asiático ya hay casi 18 millones de habitantes que superan los 75 años de edad, mientras que otros 17 millones también han pasado la barrera de los 65, en total cerca del 27 por ciento de la población.
Esta oleada demográfica de gente «supermayor», como ya los han denominado en algunos medios, está trayendo varios quebraderos de cabeza al Gobierno del primer ministro nipón, Shinzô Abe, y hace tambalear a la estructura económica del país, e incluso el anterior titular de Finanzas, Tarô Asô, solicitó en 2013 a sus mayores que «se mueran pronto», una fórmula para que el Estado no tenga que pagar su atención médica, lo que originó una cascada de críticas.
Por ello, no son pocos los ancianos japoneses que, aún con plenas facultades mentales y obligados a tener que dejar sus trabajos (en Japón la edad legal de jubilación se encuentra en los 65 años con 25 cotizados, aunque ya existen peticiones para elevarla a los 75), se ven sumergidos en circunstancias adversas para salir adelante.
Una de las opciones a las que se ven abocados es la de delinquir, ya que hace un año se conoció el dato de que el 35 por ciento de hurtos en las tiendas en Japón eran cometidos por personas que superaban los 60 años de edad (algunos de ellos reincidentes), y así ir a la cárcel, donde se supone estarán más cuidados y tendrán menores dificultades para llegar a fin de mes que si vivieran por su cuenta.
Pero los ancianos nipones buscan acabar en cárceles que proveen comida y asistencia sanitaria gratuitos, incluso en la prisión de Onomichi (prefectura de Hiroshima), por ejemplo, tienen que trabajar seis horas diarias, dos menos que los reclusos ordinarios.
Otro de los factores que los impulsan a tomar este tipo de medidas es la soledad, ya que muchos de los ancianos nipones viven solos, debido a que las nuevas estructuras sociales, donde una mayoría de jóvenes se marchan de casa a pronta edad para buscar un empleo y luego vivir en apartamentos de pocos metros, impiden el reunir bajo el mismo techo a tres generaciones familiares, como ocurría antaño.
Los funcionarios de prisiones en Japón perciben estas circunstancias con la empatía propia de alguien que debe cuidar de sus mayores, expresando incluso la necesidad de ser útiles «para brindar atención y apoyo a los ancianos» que tienen enfrente.
El Gobierno nipón intenta, por su parte, convencer a los jubilados de que existen otras alternativas a la cárcel, además de estudiar la mejora del actual sistema de bienestar y programas sociales.
Algunos ancianos ya lo saben y optan por emigrar a otros países cercanos, como Taiwán, a ofrecer sus conocimientos y servicios, normalmente por precios más bajos que los habituales en Japón.
La sociedad nipona a su vez tiene que hacer frente al hecho de adaptarse para intentar cubrir las necesidades de sus mayores, lo que ha conllevado recientes lanzamientos al mercado de varios productos tecnológicos ortopédicos innovadores.
Es el caso de HAL (siglas en inglés de extremidad de asistencia híbrida), de la empresa Cyberdyne, un exoesqueleto lumbar que ayuda a que las personas con movilidad reducida puedan levantare e incluso caminar con cierta ayuda; o el modelo Tree, de la compañía Reif, que sirve como refuerzo del equilibrio y muestra en el suelo dónde dar el próximo paso.
De hecho, ante la falta de personal que asista a los ancianos en Japón, con solo 18 extranjeros con visa de enfermeros en el país a finales de 2017, el Ejecutivo de Abe está avanzando en planes de financiación que promuevan y difundan la asistencia con robots, como los 45 millones de dólares que subsidia desde 2015 al Ministerio de Economía, Comercio e Industria para su oficina de política robótica.
El caso que parece haber resultado más popular hasta la fecha es el de Pepper, un robot con forma humanoide fabricado por SoftBank Robotics que muestra expresiones de emociones básicas, se mueve y agita los brazos; y Paro, el robot-mascota terapéutico, con forma de una foca de peluche, también con movilidad y que emite sonidos cuando alguien lo toca.
Así y ante la soledad que suele imperar en las residencias de ancianos, varios mayores en Japón ya han calificado a estos asistentes de «maravillosos», como ha ocurrido en el geriátrico Shin-tomi de Tokio, donde ya hacen uso de hasta 20 modelos diferentes para ayudar al cuidado de sus residentes.
En cuanto al récord del hombre más longevo del mundo (ya fallecido) lo ostenta también un japonés, Jiroemon Kimura, que murió en 2013 a los 116 años, pero, sin embargo, la persona más longeva de la historia fue la francesa Jeanne Louise Calment, que alcanzó la edad de 122 años y 164 días y vivió entre 1857 y 1997.
ASI COMO JAPON Y POCOS PAISES MAS, DEBEN DE TENER UNA FORMULA PARA MANTENER A SUS TERCIARIOS , QUE NO DEBEN CONSTITUIR UN PROBLEMA PARA ESE PAIS ,LO QUE HAY QUE TEMER ES LA SUPERPOBLACION POR QUE ELLO CONLLEVA MEDIANTE EL CALENTAMIENTO GLOBAL A LA MAS RAPIDA DESAPARICION DE LA TIERRA.