China y Japón tratan de normalizar sus relaciones con la visita de Shinzo Abe a Pekín
Madrid. China y Japón han dado por normalizadas sus relaciones tras años convulsos, en su reciente visita a Pekín del primer ministro japonés, Shinzo Abe, que ha servido para sentar una nueva etapa de entendimiento y cooperación con vistas a aligerar las presiones proteccionistas de EEUU y al mismo tiempo suavizar tensiones entre ambos países por el asunto de las islas Senkaku que ambas partes reclaman.
El problema de las islas, llamadas Senkaku por Japón y Diaoyu por China se originó cuando en septiembre de 2012 el Gobierno nipón compró a un particular japonés tres de los islotes por 20,7 millones de euros, lo que originó violentas protestas en varias ciudades del país vecino contra intereses japoneses en China y afectó durante meses al comercio bilateral entre los dos países. El archipiélago, formado por cinco islas deshabitadas y tres rocas y de apenas 7 kilómetros cuadrados, podría albergar importantes reservas de hidrocarburos y de pesca.
China y Japón, la segunda y tercera economía mundial, tienen cada vez más interdependencia la una de la otra. Por un lado, China necesita la tecnología japonesa y el valor añadido de una economía madura y, por otro, Japón requiere de un mercado chino ávido de consumismo y de una mano de obra con la que abaratar los productos japoneses y convertirlos en más competitivos, por lo que conflictos bélicos “imposibles”.
Los dos países buscan la estabilidad financiera, una evidencia clara como fue que un millar de empresarios de ambas partes se reunirán para cerrar contratos que ensancharán la puerta al mercado con más consumidores del mundo. Además, el Banco de Japón señaló que Pekín y Tokio han firmado un acuerdo “swap” de divisas que fortalecerá la estabilidad financiera. Así, con este acuerdo, que finalizará en 2021, se permite que los bancos centrales se intercambien yenes y yuanes hasta un límite de 30.000 millones de dólares.
En el ámbito meramente económico, China y Japón, cuyos intercambios alcanzan la cifra de 265.000 millones de euros al año, firmaron diez importantes acuerdos sobre financiación, comercio, innovación y deporte.
En realidad, puede decirse que el detonante de que esta visita de Abe a China se haya producido ahora y no más adelante ha sido la guerra comercial iniciada por Estados Unidos, principal socio de Japón en Asia. Las tensiones arancelarias con EEUU han empezado a manifestarse en China, cuya economía parece dar señales de debilidad, en tanto que los japoneses pueden haber decidido concederse cierta independencia en su política exterior, tan pendiente siempre de Washington.
China vería también con buenos ojos que Japón se involucrara en su iniciativa de la nueva Ruta de la Seda, pero Tokio no parece incorporarse a ella, salvo en algunos proyectos singulares en el sureste asiático y siempre que Pekín respete los cuatro pilares de la cooperación internacional, es decir, transparencia, sostenibilidad de la deuda del país receptor, respeto al medio ambiente y viabilidad económica.
Esta visita ha sido un buen comienzo, pero queda aún por ver qué pasará en relación a las disputas en el mar de la China Meridional, el crecimiento de la Marina de guerra de China y los problemas derivados de la invasión japonesa de China y de la Segunda Guerra Mundial por Japón, además de la relación de Tokio con Corea del Norte y sin olvidar la actual situación en Taiwán.
Otro aspecto ha radicado en el compromiso de preservar el libre mercado en la región, en clara alusión contra las acometidas proteccionistas que Donald Trump siempre trata de justificar en el desequilibrio de su balanza comercial.
Abe, después de siete años, acudió a China con el objetivo de mejorar las relaciones entre ambos países, y pese a muchas diferencias, siempre el asunto económico es el deseado para dar estabilidad financiera cuando Donald Trump quiere imponer su política económica que no favorece a ninguno de los dos países.
El primer ministro chino, Li Keqiang, dejó claro que la intención de su Gobierno de adoptar medidas contra quien se interponga a la política de una sola China es clara, en referencia al paso de dos buques de guerra norteamericanos, procedentes, precisamente, de la base naval que tiene EEUU en Yokosuka, Japón.
China y Japón tienen como objetivo la cooperación pacífica y el apoyo mutuo para construir unas relaciones bilaterales estables y duraderas, y además Japón ahora trata de componer sus relaciones con Corea del Norte, y Pekín puede tener su propia estrategia favorable al entendimiento entre Pyongyang y Tokio, que se ha visto al margen de todo lo que está haciendo Kim Jong-un en la península coreana.