China: una población menguante puede llevar al gigante asiático a una crisis demográfica

Vista de una calle en Hong Kong. | Michael Elleray, Flickr
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Madrid. El 2022 acabó para China con una mala noticia: su población disminuyó alrededor de 850.000 personas durante el último año. El Gobierno chino, que pasó en la última década de restringir la cantidad de hijos por familia a tan solo uno a intentar incentivar a las parejas a formar familias numerosas, perderá su liderazgo en población tarde o temprano en 2023 a favor de la India. Así, juntada con la desaceleración económica, la crisis demográfica amenaza con dejar al gigante asiático sin mano de obra joven a largo plazo.

La tendencia de una natalidad menguante es muy común para el mundo desarrollado: todos los países de la Unión Europea (UE) se encuentran muy por debajo del nivel de reemplazo generacional (2,1 hijos por mujer). Además de introducir incentivos para tener hijos, las naciones del Viejo Mundo rellenan el déficit de mano de obra joven con emigrantes de África, América Latina y Asia. No obstante, la situación China es especialmente difícil, ya que la tasa de fecundidad es de 1,28 en el país asiático.

Las causas de estas cifras bajas en China son más diversas que en Europa. Primeramente, la mejora del nivel de vida y el aumento de las oportunidades laborales (especialmente para las mujeres) convierte a los hijos de una inversión pragmática en mano de obra a una decisión moral y psicológica, una carga, más que un beneficio. Además, la mortalidad disminuye según avanza la medicina y la accesibilidad del sistema sanitario a la población, lo que elimina casi el problema de la muerte prematura del niño junto con los incentivos a tener más hijos por si acaso.

Pero aparte de esta tendencia común, la natalidad en el gigante asiático se vio afectada por la política draconiana del Gobierno chino de un solo hijo. Deng Xiaoping, cuando comenzó sus reformas en 1979, tomó la decisión de parar el incremento incontrolable de la población china para que el beneficio proveniente del despegue económico del país no se gaste en sustentar una población demasiado numerosa. De esta forma, las parejas chinas tenían severamente restringido tener más de un hijo y en caso de violaciones se les penalizaba con considerables multas. Las ciudades chinas estaban llenas de imágenes de una familia feliz con un solo hijo, además de anuncios de métodos de contracepción y la práctica común de aborto (se conocen incluso casos de aborto forzado).

Después de casi cuatro décadas describiendo los problemas que puede traer la sobrepoblación, en 2016 Pekín relajó la política de hijo único, dando camino al permiso a tener dos hijos. En tan solo un lustro, el gobierno chino dio un paso más, permitiendo tener hasta tres hijos por pareja. A esto le acompañaba un crecimiento de población en bajos récord desde 1960 y el Gran Salto Adelante y un descenso en la tasa de natalidad por mujer cada año desde 2016. En 2021, el Ministerio de Asuntos Civiles registró 7,6 millones de matrimonios ese año, un mínimo histórico desde que el organismo comenzó a publicar estos datos en 1986. Es un bajón de 6,1 % comparándolo con 2020, según el canal televisivo ‘CNN’.

El Gobierno chino no parece estar consiguiendo convencer a los jóvenes chinos de cambiar su actitud hacia el casamiento y los hijos. Las restricciones dieron considerables oportunidades a las niñas nacidas en esa época, ya que los padres podían concentrarse en su educación sin discriminar por sus hijos masculinos. La imagen del embarazo como una carga quedó impresa en las cabezas de muchas chinas, algo que no se puede cambiar de forma radical.

Mientras la natalidad baja, la mortalidad lo hace también. La edad media en China es de 38 años, bastante más alto que sus vecinos asiáticos. El país puede llegar a tener más de 400 millones de personas mayores de 60 años en 2035, lo que conformaría más del 30 % de su población. Esto amenaza con una verdadera crisis demográfica y una severa falta de mano de obra barata.

En este sentido, el caso chino trae reminiscencias de la situación japonesa. Japón es el país con más porcentaje de ancianos del mundo después de la ciudad estado de Mónaco. Según anunció Fumio Kishida, primer ministro nipón, a mediados de enero, el país estaba «a punto de colapsar como sociedad». «El problema hay que solucionarlo ahora o nunca», puntualizó.
Tokio lleva durante años intentando incentivar a los japoneses a tener más hijos, pero las ayudas económicas no parecen surtir efecto. Xi Jinping, presidente chino, anunció durante el XX Congreso del Partido Comunista en octubre del año pasado que la baja natalidad era una de las cuestiones clave a solucionar durante su tercer mandato. Los municipios chinos ya están explorando el terreno e introduciendo medidas para intentar lidiar con la situación, basándose en el ejemplo de sus vecinos.

La inmigración, método común en Europa para acatar la decreciente población, parece seguir estando fuera de la mesa de los gobiernos nacionalistas del nordeste asiático. Japón, uno de los países con menos porcentaje de migrantes de la OCDE (1,6 %), mantiene severas restricciones a la entrada de mano de obra extranjera en el país.

La mayoría de las películas apocalípticas describen un mundo donde la escasez de recursos y la sobrepoblación llevan a la decadencia de la raza humana. Sin embargo, según muchos demógrafos la tendencia puede ser la opuesta: el mundo alcanzará un pico a mediados del siglo y después empezará un descenso sin fondo alguno a la vista.

Iván Ortega Egórov

Estudiante de Economía y Estudios Internacionales de la Universidad Carlos III de Madrid

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