Ucrania y sus consecuencias globales (y II)

Madrid. Las bajas militares en la guerra de Ucrania, a punto de cumplirse un año de la invasión rusa, rozan, según fuentes occidentales, los 200.000 combatientes muertos entre ambos bandos. Otras fuentes elevan la cifra de bajas a 250.000, un número de fallecidos en esta cruenta contienda bélica que pasará a la historia del siglo XXI por lo realmente brutal que están siendo los sueños imperialistas de Vladimir Putin, con la utópica pretensión de volver a lo que fue la antigua URSS antes de su desintegración en 1991.
Mientras, las zonas limítrofes, y también otras del mundo amenazadas por tensiones entre vecinos, se cubren las espaldas. Estonia moviliza a la «Liga de Defensa», un cuerpo militar, al no fiarse de los planes de Rusia en su guerra con Ucrania. Y en Taiwán, por si acaso, andan casa vez más precavidos por si China decide invadirla. Taipéi ha alargado el servicio militar obligatorio de cuatro meses a un año por las presiones de Pekín, al ver como los cazas chinos ingresan a menudo en la zona de defensa área taiwanesa. Y, además, Japón sigue rearmándose hasta los dientes al no fiarse tampoco del gigante asiático y ni de los planes nucleares de Corea del Norte, que intimidan a los nipones. Una realidad internacional salpicada por una guerra inútil con consecuencias cada vez más preocupantes a nivel mundial, una pugna por hegemonizar el mundo entre Pekín y Washington.
Y ha tenido que coincidir con que un «globo espía» chino haya sobrevolado el espacio aéreo estadounidense, lo que ha supuesto la cancelación de la visita del secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, a Pekín, la primera de un secretario de Estado desde 2018 y con el objetivo de reducir las tensiones entre las dos potencias. China niega que ese globo tuviera misiones de espionaje, pero su aparición en suelo americano ha hecho que las relaciones entre los países sean aún más tensas. Una cancelación que hará que asuntos como el coronavirus, los derechos humanos, Ucrania, las relaciones comerciales o Taiwán sigan disparando la tensión geopolítica entre las dos naciones más poderosas del planeta.
Tanto el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, como el secretario de Defensa de EEUU, Lloyd Austin, realizaron la pasada semana giras por Japón y Corea del Sur para reforzar sus lazos de seguridad con sus aliados en la zona frente a Rusia y el expansionismo de China en la región. Una demostración más de cómo la incertidumbre de la guerra de Ucrania está creando una nueva política de defensa con claros panoramas de resucitar la Guerra Fría, que aún sigue vigente a causa de la división de la península coreana tras la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial.
Corea del Norte, que suministra cohetes y misiles a Rusia según la OTAN y que Pyongyang niega, no está dispuesta a verse «humillada» por EEUU y Corea del Sur en sus maniobras conjuntas tras la visita a Seúl de Austin, quien luego de reunirse con el presidente de Filipinas, Ferdinand Marcos Jr., estampó esta semana pasada un acuerdo por el que las tropas de EEUU pasan a tener acceso a cuatro bases «estratégicas» más en el archipiélago, sumándose a otras cinco ya contempladas por el Pacto Mejorado de Cooperación en Defensa (EDCA), firmado en 2014, pero está claro que, sin revelar la ubicación de dichas bases, Washington busca desde hace tiempo el acceso a varias instalaciones en suelo filipino para contener a China en caso de ataque a Taiwán y frenar su expansionismo en el mar de China Meridional.
El mundo global se mantiene con sus debilidades. Ucrania ha provocado la mayor desubicación geoestratégica desde la IIGM, y eso que conflictos internacionales los hay y bastantes. La crisis de Oriente Medio, Irán e Israel, África y sus devastadoras guerras internas, con la más alta cifra de conflictos armados en todo el mundo, y en medio de una crisis bestial que afecta a sectores alimentarios, energéticos y financieros. Un continente tristemente olvidado por la comunidad internacional que sólo reacciona cuando se pisotean sus intereses económicos. O el propio Magreb con sus tensiones, el populismo en América Latina o la cada vez mayor militarización en Asia, donde Japón ha batido un récord en su inversión de defensa, la península coreana o la situación actual de los mares Oriental y Meridional con China por medio y Taiwán haciendo encaje de bolillos para su defensa en caso de una invasión china que por ahora no va a ocurrir.
Pero llegó la guerra de Ucrania cuando aún el mundo no se había recuperado del desastre de la pandemia que paralizó al planeta y trajo secuelas que aún perduran y perdurarán largo tiempo. Rusia creía que agarrar a Ucrania sería un juego de niños, un paseo militar, pero ha desencadenado efectos en el mercado de materias primas, en la cadena de suministros y precios, con una inflación que socava cualquier recuperación económica y con una reorientación más radical a nivel mundial, con graves riesgos de escasez y con una deriva hacia una mayor volatilidad en la propia seguridad.
Y, obviamente, las pérdidas humanas y el destrozo de un país que no quiso someterse a las presiones rusas, una guerra inútil y sin sentido en pleno siglo XXI. Sin embargo, el temor a una Rusia empeñada en volver a tiempos pasados ha hecho que la reacción mundial contra Putin se haya unificado al máximo para impedir que el dirigente ruso imponga su ley y su política. El impacto geopolítico ya se ha producido. China sigue siendo una gran potencia y EEUU no quiere cederle el trono de la hegemonía mundial.
La guerra ucraniana ha traído mucha incertidumbre en la política económica mundial, ha debilitado la confianza global y ha favorecido un unilateralismo peligroso y carente de soluciones prácticas. ¿Encontrará Rusia su sitio en un nuevo escenario global al terminar la guerra? ¿Ha perdido ya la guerra Putin? ¿Se lanzará Japón a por las islas Kuriles viendo el desgaste ruso? ¿Se convertirá Rusia en un Estado paria tras la guerra? ¿Invadirá China a Taiwán? ¿Cuánto tiempo durará Putin en el poder? Y, mientras, otras muchas cuestiones aparecerán en un nuevo mundo que todos quieren arreglar con dos enfoques bien diferentes: Rusia, Irán y China, por un lado, y el liderado por Estados Unidos y sus aliados por otro, donde la democracia y la libertad son intocables.