Ucrania y sus consecuencias globales (I)

Madrid. Mientras China y Estados Unidos se pelean por un «globo espía» volando sobre territorio estadounidense, y mientras se ha detectado al parecer otro similar que sobrevuela en América Latina, desencadenando una fuerte crisis diplomática entre Pekín y Washington, la incertidumbre mundial sigue su curso por la guerra en Ucrania, en la que a Pekín le salpica el conflicto en sus relaciones económicas a nivel mundial, India se beneficia del crudo que compra con descuento a Moscú y Washington y sus aliados no quieren el triunfo de Vladimir Putin.
El «globo espía» obligará a reorientar la geopolítica entre ambas potencias con una desconfianza preocupante para la comunidad internacional, mientras la ofensiva rusa en Ucrania sigue destrozando al país. La OTAN se refuerza, la Unión Europea (UE) reafirma su apoyo total a Kiev y el presidente Volodímir Zelenski insiste en que le envíen tanques, aunque EEUU le enviará en breve misiles con 150 kilómetros de alcance, o sea, el doble de los que tiene ahora, lo que da entender que la guerra va para largo y entra en una etapa más decisiva a la espera de un ataque a gran escala de los rusos.
EEUU y Occidente saben que un triunfo de Rusia, cada vez más herida en su orgullo, le daría pie a lanzar otra invasión en el país o en otro territorio, es decir, si se hace con los puertos del mar de Azov, con puertos vitales en el mar Negro o con un mayor control marítimo, Moscú conseguirá una posición privilegiada en sus objetivos militares que incluso afectaría a la industria siderúrgica y a las miles de hectáreas agrícolas ucranianas, auténtico granero para la comunidad internacional, pero la unidad de los aliados seguirá firme para derrotar a Putin.
Rusia sigue reduciendo Ucrania a escombros. Los últimos ataques y los que tiene previstos no le van a dar la victoria y por mucha reconquista que hagan sus soldados, luego tendrá que mantener todo lo que ha «robado» por la fuerza a Ucrania, tal y como pasó en 2014 con Crimea. Y mientras Kiev refuerza su defensa con altos presupuestos militares y económicos gracias a la ayuda de sus aliados, una realidad geoestratégica que Moscú nunca pensó que podría ocurrir.
Rusia quiere consolidar lo conquistado, a falta de saber cómo mantiene su fuerte ofensiva y cómo influye en su infraestructura bélica en una guerra que va camino de cumplirse un año y con nulas perspectivas de, al menos, un alto el fuego. Kiev, mientras, espera los tanques y más ayuda militar, y está convencida que la ofensiva rusa irá a más en los próximos dos meses, una intensidad que no debe dejar indiferente a nadie.
Lo que es evidente es que Rusia siempre quiso el control total de Ucrania. Crimea fue su primer asalto, una invasión sin oposición alguna y con una comunidad internacional muda ante la barbarie rusa. Ucrania, con 604.000 kilómetros cuadrados, no le ha resultado ni le va a resultar fácil de conquistar aunque lo considere un país fallido, pero que está preparado ante la inminente ofensiva rusa con unos 500.000 soldados obligados a la guerra por Putin, para atacar en su mayor belicosidad ante la cercanía del 24 de febrero, cuando se cumple el primer año de esta monstruosa decisión del presidente ruso de quedarse con Ucrania ante el temor de que se escape del control de la órbita rusa.
Todos pensábamos que las tropas rusas estaban por encima de las ucranianas. No ha sido así. El espíritu combativo ucraniano con la ayuda de Occidente no solo ha paralizado en parte la ofensiva rusa, sino que también podría ganar la guerra, siempre y cuando la ayuda que recibe -militar y económicamente- no se demore y se agilicen todos los pasos necesarios para que Ucrania siga en pie enfrentándose a un enemigo que infravaloró la propia idiosincrasia de los ucranianos. Rusia nunca tuvo en cuenta a la OTAN, a la UE y a la propia reacción de Estados Unidos. Putin se equivocó y veremos cómo termina.
El consenso internacional sobre las fronteras es total en todos los aliados en la guerra contra Rusia, un hecho que también sirve a China en el caso, por ahora no lo va a hacer, quiera invadir Taiwán, pero aunque está deseando que termine la guerra, no pierde ojo en el quehacer diario de la estrategia militar rusa en Ucrania y sabiendo que no es gratis invadir un país. Moscú valora si algún día puede invadir Polonia o los países Bálticos en el caso que salga victoriosa. Está claro que los acontecimientos van muy rápidos pero también está muy claro que Rusia no puede ganar esta guerra dado que sería sembrar una semilla bélica muy útil para ese sueño de reconquistar lo que fue la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).