¿Cómo cambió el tablero centroasiático con los talibanes en el poder?

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Madrid. Desde mediados de agosto el mundo sigue con detenimiento cómo evoluciona la situación en Afganistán. Con la toma de Kabul por los talibanes el 15 de agosto y la retirada de las fuerzas norteamericanas del país el día 31 del mismo mes, terminó una guerra de casi 20 años. Pero la indudable victoria de los talibanes no puso fin a las tensiones.

A grandes rasgos, los países vecinos de Afganistán mostraron preocupación por la situación, pero estaban dispuestos a dialogar con los líderes del movimiento fundamentalista para alcanzar un consenso. Entre ellos están Uzbekistán, Irán y Turkmenistán. El único país que se muestra absolutamente indispuesto a cualquier interacción con el nuevo gobierno afgano es Tayikistán.

Tayikistán

Tayikistán comparte una frontera de más de 1.300 kilómetros con Afganistán, convirtiendo su control en un arte complicado. Por ese motivo, esta frontera se convirtió en el mayor corredor para el transporte de drogas con destino a Rusia y el resto de Europa. Pero no son los opioides los que preocupan ahora al líder de la antigua república soviética.

El 23 de septiembre el presidente tayiko, Emomali Rahmon, pronunció un discurso ante la Asamblea General de la ONU, mostrando su indignación con la evolución de los acontecimientos en Afganistán. Denunció que los talibanes no habían cumplido con su promesa de crear un gobierno inclusivo, donde entraran todas las etnias del país.

“Los tayikos, que forman el 46 % de la población, al igual que los demás pueblos que habitan el país, tienen derecho a participar en el gobierno del país”, declaró Rahmon. Aunque, según CIA World Factbook, el porcentaje de tayikos es del 27 %, una fuerza digna de consideración.

De hecho, muchos tayikos formaron parte de los muyahidines que combatieron contra el Ejército soviético durante la invasión de Afganistán (1979-89). Su líder era el intrépido Ahmad Shah Masud, también conocido como “El león de Panshir”. Después de la retirada de las fuerzas soviéticas de Afganistán, derrocó al gobierno comunista y combatió en la consiguiente guerra civil que estalló tras la caída de la URSS. Cuando los talibanes tomaron el poder en Kabul en 1996, prosiguió su resistencia en el norte. En 2001 fue asesinado por dos terroristas disfrazados de periodistas, enviados por Osama bin Laden.

En 2021, 20 años desde la muerte del León de Panshir, los talibanes tomaron una vez más el poder en Afganistán. Su hijo, Ahmad Masud, lidera ahora la resistencia tayika en Panshir que sigue oponiéndose al régimen islamista.

Aunque los nuevos señores de Kabul dijeron que no apoyarían a movimientos terroristas en su territorio, el gobierno tayiko es escéptico. El principal temor para Dushanbé son los militantes tayikos que forman parte del movimiento Talibán. Hace meses, aún en julio, llegaron informes de que los talibanes encomendaron la defensa de la frontera norte (que es precisamente la frontera con Tayikistán) a tayikos, liderados por Mohammad Sharífov, llamado también Mahdi Arsalon.

Mohammad Sharífov es el líder de Jamaat Ansarullah, una organización islamista proscrita en Tayikistán. En su época tuvo como fin derrocar el gobierno del país. Por eso, teme Rahmon que los hombres fuertes de Afganistán estén tramando una infiltración de islamistas a territorio tayiko para desestabilizar la situación en el país.  

El 26 de septiembre los talibanes culparon a Tayikistán por interferir en los asuntos internos del país. “Cada acción tiene su reacción”, advirtió uno de sus líderes, Abdul Ghani Baradar, al canal Al-Jazeera.

Pero el país centroasiático no se quedó con los brazos cruzados. Durante los últimos meses las autoridades tayikas han acogido maniobras militares en su frontera meridional, a una de las cuales acudió el propio presidente. Es importante recordar que Tayikistán forma parte de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, bloque militar liderado por Rusia, al que tradicionalmente ha recurrido para fortalecer las defensas del país.

Pero Rusia no tiene ninguna intención de quedar mal con los talibanes. Por eso, invita a ambos bandos a mantener la calma. Los rusos tienen una base militar en Tayikistán destinada a defender precisamente la frontera con Afganistán, por la que transita la droga a Europa, uno de los mayores quebraderos de cabeza para el Kremlin

Además, Moscú tiene previsto celebrar una conferencia en la capital el 20 de octubre, donde participarán todos los países centroasiáticos, los miembros de la Organización de Cooperación de Shanghái, foro encabezado por China y Rusia, Estados Unidos y, claro, el nuevo gobierno afgano.

Por todo ello, se encuentra el país centroasiático en una situación incierta. Por un lado, le gustaría apoyar a la minoría tayika de Afganistán y, por otro, comprende que su país no dispone de los recursos necesarios para un conflicto abierto.

Uzbekistán

A diferencia de su vecino, Uzbekistán tiene motivos para dialogar con los nuevos amos de Afganistán. Comparten una frontera de 144 kilómetros a lo largo del río Amu Daria. El Puente de la Amistad, por donde el Ejército soviético se retiró en 1989, es el único camino que la atraviesa actualmente. Es esta frontera la más militarizada del mundo después del famoso paralelo 38 entre ambas Coreas, con alambre de espinos y un campo de minas a lo largo del territorio limítrofe.

Aun teniendo una frontera tan defendida, los dos países tienen mucho en común: la mayor parte de las mercancías importadas por Afganistán entran en tren por ese mismo puente. Kazajistán envía más de dos tercios de su trigo exportado a Afganistán a través de territorio uzbeko. Lo mismo hace China. Eso convierte Uzbekistán en “la puerta al comercio con Afganistán”.

En cambio, su vecino Tayikistán no dispone de la infraestructura necesaria. Las carreteras que unen ambos países pasan por agrestes montañas, lo que dificulta enormemente el comercio.

En febrero de este año Uzbekistán firmó con Pakistán un acuerdo que contempla la construcción de una línea férrea que unirá las ciudades de Mazar-e Sharif y Kabul, en Afganistán, con la pakistaní de Peshawar. Eso permitiría a Uzbekistán tener acceso al mar Arábigo.

Además, Uzbekistán es el mayor exportador de energía eléctrica a Afganistán, lo que convierte a este último en dependiente de su vecino centroasiático. Al respecto, el presidente uzbeko exhortó a los bancos internacionales a descongelar las cuentas bancarias afganas, para que estos puedan pagar sus deudas.

Pero, aparte de intereses económicos, Uzbekistán está también interesado en apoyar a la minoría uzbeka en el país. Esta etnia representa un 9 % de la población afgana y ha tenido una activa participación política en los últimos años. En estos momentos, Tashkent está dialogando con los talibanes para incluir a esta minoría en su futuro gobierno.

Uzbekistán necesita garantías de que los talibanes mantendrán la estabilidad política necesaria para implementar los proyectos económico-comerciales internacionales. Por ello, está ahora explorando la situación para sacar el mayor provecho posible.

Turkmenistán

Este país centroasiático bañado por el mar Caspio también tiene múltiples intereses en el país vecino. En el reciente encuentro entre el presidente turkmeno, Gurbangulí Berdimujamédov, con el líder uzbeko, Shavkat Mirziyóyev, en Tashkent hablaron sobre las relaciones con Afganistán y los pasos a tomar. Los dos llegaron a la conclusión de que la estabilidad en el país era de suma importancia para el desarrollo sostenible de toda la región.

Para Ashjabad, uno de los mayores exportadores mundiales de gas, el proyecto clave es el conocido como TAPI, el gasoducto que unirá Turkmenistán, Afganistán, Pakistán y la India. El proyecto fue congelado debido a la crónica inestabilidad en la región, pero ahora, con los talibanes en el poder, la construcción podría reanudarse. Pakistán, el principal valedor de los talibanes, también está muy interesado en llevar a buen puerto el proyecto.

Además, Turkmenistán exporta el 17 % de la energía eléctrica que consume Afganistán, menos que su vecino septentrional (Uzbekistán), pero, de todos modos, una cantidad considerable.

Sea como sea, la realidad nos dice que nadie se fía completamente de los talibanes. Todos temen, en mayor o menor medida, que la yihad (Guerra Santa) se esparza por toda la región. Algunos se muestran contrarios a cualquier clase de diálogo, como Tayikistán, pero otros son pragmáticos y buscan sacar provecho a la situación tras la estampida estadounidense. Los próximos meses dictarán sentencia sobre si los talibanes son un socio de fiar.

Iván Ortega Egórov

Estudiante de Economía y Estudios Internacionales de la Universidad Carlos III de Madrid

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