Año 2022. El nuevo orden mundial. China como protagonista (I)

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Madrid. China va imparable a convertir el siglo XXI en el siglo de la República Popular China. ¿Hay que temerla? Todos quieren sus ayudas económicas, pero habrá que ver hasta qué punto es una amenaza para el mundo, que asiste sin pestañear al declive americano. El gigante asiático ya opera con sus virtudes y defectos en Occidente, en Europa, Asia, América Latina y África, un continente al que ha salpicado estos pasados días a la comunidad internacional con su expansión militar con su nueva base naval en Guinea Ecuatorial.

Los analistas consideran que se está iniciando una nueva etapa entre China y África. Nadie cuestiona que Pekín tiene sus intereses en el continente africano, donde la influencia occidental y estadounidense da señales de fragilidad que pueden socavar los tímidos avances democráticos en beneficio de ayudas económicas en toda clase de infraestructuras lideradas por la segunda potencia económica mundial.

Tras Guinea Ecuatorial, China ya dispone de un segundo emplazamiento militar en Yibuti (2017) y se dispone a llevar a cabo operaciones similares en Tanzania, Kenia y Angola. China necesita materias primas para alimentar a su enorme industria.

Además de adiestramiento militar y venta de armamento a precios bajos, todo va en consonancia con las subvenciones en grandes obras de estos países con la financiación que ofrece el gigante asiático, que sigue construyendo carreteras, puentes, hospitales o incluso aeropuertos internacionales como el de Uganda, y además en Sudán posee vastas tierras cultivables.

El mundo va cambiando muy rápidamente, las estrategias se innovan y la defensa de la apertura económica y el multilateralismo frente al proteccionismo de otros países son garantías para la recuperación económica mundial tras la pandemia de COVID-19, una realidad económica que predomina en las economías de mercado y en la que China ve con buenos ojos. Las políticas proteccionistas no sirven.

Estados Unidos en el siglo pasado usaba su influencia política y económica para presionar a sus aliados a democratizarse. La Guerra Fría caracterizó gran parte del siglo XX hasta la caída del Muro de Berlín en 1989.

La antigua Unión Soviética y sus aliados (Pacto de Varsovia) vivían otra realidad política ajena a la democracia pero Washington presionaba a Moscú hasta unos niveles que hoy día no puede hacer políticamente con China.

China tiene su propia democracia. Sus ciudadanos lo saben, viven bajo estos parámetros políticos, y el país funciona confucionistamente como una gran familia con unos dirigentes, liderados por Xi Jinping, que se convertirá en la «la figura más prominente de la China del siglo del XXI», tal como señala Xulio Ríos, director del Observatorio de la Política China. Cada vez interesa más la parte económica que la política. Ahí Pekín va imparable.

Xi Jinping salió reforzado en su total liderazgo en 2021 en el que encabezó la celebración del centenario de la fundación del Partido Comunista de China (PCCh), pues la segunda economía mundial no para en tener cada vez más protagonismo mundial. Occidente se enfrenta a su hegemonía, a un imperio de más de 5.000 años de antigüedad y el país ya trabaja para conmemorar en 2049 el centenario de la proclamación de la República Popular China.

Santiago Castillo

Periodista, escritor, director de AsiaNortheast.com y experto en la zona

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