Las altas temperaturas de agosto no detienen las tensiones (y III): Taiwán, Corea del Norte, mar de China Meridional y Ucrania
Madrid. La población mundial se reduce. Cada vez nacen menos niños, es una realidad. Las mujeres retrasan la edad para ser madres ya llegando a la barrera de los 40 o directamente se olvidan de tener hijos por el bien de un estilo de vida en el que todos estamos sumergidos. Un mundo distinto que supondrá que el año 2050, 155 de las 204 naciones verán como la infertilidad va en aumento, con lo cual cada vez nacerán menos niños y la población irá bajando, pudiendo llegar a cifras realmente peligrosas. Es decir, un mal endémico que la inmigración no podrá suplir, según los expertos, que además resaltan que no habrá suficientes incentivos a una población dispuesta a no cambiar de ubicación ni hábitos, y menos a tener hijos. Habrá menos población mundial y todo será cuestión de ver qué pasará en el futuro. Precisamente Asia sufre un desastre total a nivel demográfico. Japón y China registraron en 2023 la menor cifra de nacimientos de su historia y Corea del Sur tiene la tasa de fertilidad más baja del mundo.
El Indo-Pacífico sigue siendo una región de creciente importancia debido a la rivalidad entre Estados Unidos y China y las tensiones en Taiwán, el mar de China Meridional y Corea del Norte. Y claro, el ‘statu quo’ de Taiwán se debe mantener tal cual, pero a China no le interesa reconquistar la isla a la fuerza. Todo ello sería ganar el acceso al Pacífico y controlar la industria de los semiconductores, la más importante del mundo, pues Taipéi controla el 63 por cierto de la producción mundial de semiconductores: una sola empresa como la TSMC fabrica el 54 % y entre el 80 y 90 % de los microships más avanzados, pero EEUU no se quedaría con los brazos cruzados. Y aún Taipéi y Pekín conservan espacios de diálogo.
China y Filipinas siguen en su litigio en el mar de China Meridional. La tensión no baja, pero una mayor escalada en esas aguas a Pekín no le interesa, al menos por ahora, y más si quiere ser la primera potencia mundial. El Ejército chino aseguró el pasado 11 de agosto que ahuyentó recientemente a un avión militar filipino que accedió al espacio aéreo del atolón Scarborough (conocido como bajo de Mansiloc en Filipinas y como Huangyan Dao en China), una zona que se disputan Pekín y Manila y que también reclama Vietnam, que acaba de hacer maniobras militares con Manila en medio de la tensión con China para exteriorizar una fuerza conjunta a Pekín, y que también reclaman Brunei, Malasia y Taiwán.
Nadie quiere dejar libre esta zona. Pekín, que tiene una flota mucho mayor que la filipina, alega razones históricas para reclamar casi la totalidad del mar de China Meridional, por el que circula alrededor del 30 % del comercio global y que alberga el 12 % de los caladeros mundiales, además de yacimientos de petróleo y gas. Un tráfico marítimo mundial, por donde pasan cerca de 50.000 barcos al año y 15 millones de barriles de petróleo diarios. Pero las disputas no van a detenerse e incluso se extienden a los archipiélagos de Spratly y Paracel.
Taiwán, por su ubicación estratégica y con su salida al Pacífico, es un rincón vital para Pekín. Y un posible conflicto puede cambiar la geopolítica del Pacífico. Pero por ahora una guerra o invasión china no se producirá. Taiwán pide construir una nueva «fuerza militar de acero» para contener a China. Y así, las incursiones militares de la República Popular China sobre la isla taiwanesa o maniobras con fuego real en la zona para intimidar a la República de China (Taiwán) no van a parar a lo largo de estos años. Pekín insiste que «Taiwán es parte de China y nunca será un país».
Taiwán acaba de anunciar un aumento de su gasto militar en defensa en torno a los 20.000 millones de dólares para 2025, pero aun así es una cantidad, según expertos, insuficiente, aunque de ser aprobados en el Parlamento taiwanés supondría el 20 % del gasto total para el próximo año, lo que representaría el 2,5 por ciento del PIB. Taiwán quiere proteger el «statu quo» de la isla, pero Pekín no está por la labor.
Por su parte, Corea del Norte se enfrenta un año más a sus inundaciones estivales. El país, cada vez más vulnerable a las inundaciones, carece de una infraestructura sólida para afrontar los desastres naturales. El régimen norcoreano sufre una irrigación deficiente en las zonas rurales y una deforestación notable. Pyongyang, que se ha visto obligada a enviar a unos 300.000 jóvenes a reconstruir las partes inundadas del noroeste del país, no sólo culpa a Seúl de fabricar noticias falsas sobre muertos por las lluvias, sino que además ha rechazado ayuda alguna y sólo contempla la de su buen amigo y aliado ruso, Vladimir Putin. Corea del Norte es cada vez más vulnerable a los desastres naturales y las inundaciones recientes por las lluvias monzónicas y tifones, que han afectado considerablemente a las cosechas.
El líder norcoreano, Kim Jong-un, fortalece su régimen con políticas muy internas para sujetar cualquier atisbo de insatisfacción que merme la capacidad de seguridad del régimen. Kim sabe que su capacidad nuclear es su mejor arma, e incluso cuando surcoreanos y estadounidenses realizan sus maniobras militares y a veces junto a Japón, Pyongyang alardea de su mejora nuclear, tal como hizo el líder Kim al presidir una ceremonia de entrega, el pasado 5 de agosto, de unos 250 lanzaderas a unidades de primera línea, cercana a la frontera con Corea del Sur. Corea del Norte sigue en guerra.
La dinastía Kim no cede en su control total. El líder sigue formando a su hija para que le suceda como presidenta de Corea de Norte, y ya en un 60 % de las apariciones públicas, la menor siempre está acompañando a su padre en eventos relacionados con actividades militares. La hija, Kim Ju-ae, de unos 11 años, se perfila como la heredera de su padre, según el espionaje surcoreano, aunque la hermana del líder, Kim Yo-jong, hasta ahora no tenía nadie que pudiera desbancarle en sustituir al «mariscal» Kim. Veremos entonces cómo actúa la propaganda norcoreana, pero en Corea del Norte todo es posible.
Las altas temperaturas de estos días de agosto también han supuesto un alivio a las tropas de Ucrania, que han visto con su ofensiva la incursión de unidades del ejército ucraniano contra la región fronteriza de Kursk, en Rusia. Putin puso cara de enfado, de preocupación, pues es conocedor de que la guerra no la puede ganar quedándose con territorios obtenidos en la contienda bélica. Una paz como pretende Moscú de un alto el fuego, que Kiev retire sus tropas de regiones que combaten a los rusos, o que rechace sus planes de unirse a la OTAN nunca lo van a aceptar los ucranianos, y todo ello lo sabe muy bien China, muy interesada ya en terminar la guerra, pero no con este plan. Y también sabe la determinación firme de Ucrania en no ceder sus territorios, que sigue teniendo el apoyo de Occidente y de EEUU.
Moscú ahora mismo no sabe cómo frenar el acoso de los ucranianos. China ahora pide a Kiev «enfriar» la situación bélica cuando ve que Ucrania mantiene su ofensiva, pero debería Pekín también hacer lo mismo con Moscú. Rusia combate por sexto día consecutivo a las fuerzas ucranianas que entraron esta semana pasada en la región de Kursk, lo que ha provocado el éxodo masivo de los rusos desde localidades fronterizas, pues al menos 84.000 personas abandonaron estos días las localidades próximas a la frontera con Ucrania en Kursk. China no solo ha negado que haya vendido armamento a Rusia, sino que su posición ambigua desde el inicio del conflicto ha creado mucha desconfianza y Pekín tiene y puede influir más para terminar con la guerra en Ucrania.