40 años de reforma, apertura y Marcelo Muñoz en China
Madrid. Escribir sobre Marcelo Muñoz es muy arriesgado porque no hay un español interesado en China que no haya oído hablar de él. Carácter donde los haya, nada mejor que recurrir a sus palabras para comprenderlo: “Corrijo un pequeño error: esto no es homenaje a mis 40 años con China, sino a mis primeros 40 años con China”, dijo al centenar de amigos y personalidades que acudieron al Ateneo de Madrid el pasado 21 de enero.
Todos y cada uno de los participantes en el homenaje destacaron el tesón de quien disfruta, a sus 84 años, del título de “decano de los empresarios españoles en China”. Así, el exembajador de España en China Juan Leña señaló que el empeño por tender puentes entre Madrid y Pekín ha formado parte de la historia personal de Muñoz “por encima de las dificultades, las circunstancias, la adversidad o la incomprensión”.
Conocí a Marcelo en 1982. Yo había terminado mis estudios en la Universidad de Pekín y me habían nombrado delegada de la Agencia EFE en la República Popular. Por entonces, en España nadie daba una peseta por aquella China tan roja y tan desconocida, y mucho menos sabía que ese lejano país se había embarcado en su segunda revolución.
Nadie menos Marcelo, que estaba allí convencido de que el gigante asiático se desperezaba y abría un sinfín de oportunidades para quienes le tendiesen la mano y estuvieran dispuestos a trabajar con ahínco y esperanza en ese camino sin retorno hacia una vida mejor.
El primer viaje de Marcelo a Pekín fue en 1978 y desató un amor a primera vista. Aún faltaban meses para que Deng Xiaoping pronunciara, en la tercera sesión plenaria del undécimo Comité Central, el discurso que cambiaría el destino de China y del mundo, pero en el país ya se percibía el ansia de apertura y libertad, un deseo sin duda familiar para quién había sido sufrido la represión franquista.
Según contó Miguel Porres, quien se presentó en el Ateneo de Madrid como su exalumno en la Universidad Laboral de Alcalá de Henares, Muñoz “fue expulsado, junto a otros 20 profesores, por su excesivo amor a la libertad”.
No se lo pensó dos veces y constituyó la primera consultora comercial española en China. A su actividad comercial y empresarial unió la de conferenciante para explicar a los españoles los cambios que se estaban produciendo en el Imperio del Centro. Siempre vio en los chinos un pueblo orgulloso y franco con el que se podía negociar, por lo que le enfurecía la falta de interés de sus compatriotas. Una vez retirado fundó en 2012 Cátedra China, una institución que aglutina a muchos de los españoles vinculados desde sus empresas, cátedras o profesiones liberales con China.
El embajador de China en España, Lyu Fan, destacó de Muñoz que es uno de los amigos que ha trabajado asiduamente “para contribuir a que China haya progresado y crecido, y se haya integrado en la comunidad internacional”.
Autor de los libros El enigma chino, China 2050 y La China del siglo XXI, este último presentado durante el homenaje, Marcelo Muñoz persigue casi con voluntad misionera el diálogo entre la civilización china y la europea. Se declara fascinado por Mateo Ricci, el jesuita invitado por el emperador Wan Li a su corte y asegura: “De todos los variados oficios que he ejercido en mi vida y en mi relación con China, el de filósofo es el que más me ha apasionado”.
Decía Don Quijote que “la peor derrota es el desaliento”. Esa palabra no está escrita en el diccionario de Marcelo Muñoz, que no se ha cansado de llamar a las puertas del Gobierno, de las universidades, de las instituciones, de las empresas y a cualquier otra que se le pusiera delante para dar vida a Cátedra China y conseguir que esta asociación sirva para acercar el conocimiento y la cultura y favorecer el beneficio mutuo entre las sociedades de España y de la que hoy en día es la segunda potencia económica del mundo. Porque, como él mismo dice en su último ensayo: “Al entrar en China entramos ‘en otro mundo’, como no me canso de explicar”.