Taiwán y Ucrania, los grandes retos de China y Rusia frente a Estados Unidos

Madrid. Taiwán y Ucrania se han convertido en dos escenarios de posibles conflictos y de inestabilidad mundial con el protagonismo directo de China, Rusia y Estados Unidos. China va imparable a convertir el siglo XXI en el siglo de la República Popular China. La segunda potencia económica mundial, que ya presume de su supremacía en Inteligencia Artificial (IA), quiere llegar a 2049, centenario de la fundación del país, con Taiwán ya incorporado a esa gran nación a la que aspira Xi Jinping, mientras Rusia añora reconquistar todo lo posible para volver a lo que fue la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), y Ucrania es una pieza suelta que impide a Vladimir Putin lograr sus objetivos imperiales, pero EEUU quiere impedirlo.
El nuevo orden mundial para China y Rusia pasa por recuperar aquellos territorios que en su momento se disgregaron y se constituyeron en otros países. Taiwán nació tras la duradera guerra civil china (1927-49) con el triunfo de Mao Zedong que proclama la República Popular China, mientras los nacionalistas del Kuomintang (KMT), con el apoyo de EEUU, se establecen en la isla de Taiwán (antigua Formosa) y así hasta la actualidad.
Ucrania, tras la desmembración de la URSS y el fin de la Guerra Fría, se convirtió en un Estado independiente en 1991, ya que la antigua Unión Soviética se desintegró en 15 repúblicas, entre ella Ucrania, pero realmente la guerra en este país existe desde 2014 y ahora Putin ha intensificado esa ambición territorial de recuperar lo que pueda para hacer una gran Rusia como Xi quiere una gran China.
La tensa situación en Taiwán como en Ucrania ha supuesto que el presidente de EEUU, Joe Biden, haya tenido dos importantes encuentros virtuales con Xi Jinping y con Vladimir Putin, respectivamente, para reconducir una inestabilidad política con distintos puntos de vista defendiendo cada uno de ellos sus propios intereses para solventar una de las crisis internacionales más actuales en este final de año 2021.
Biden habló con Xi en una reunión virtual de más de tres horas en noviembre pasado sin avances concretos pero con el objetivo de evitar un conflicto entre China y EEUU, algo remoto por ahora dado que los intereses económicos prevalecen por encima de las ambiciones políticas, y digo por ahora mientras el sueño chino no se despierte de un letargo, ya que Pekín quiere ver hechas realidad todas sus ensoñaciones allá por 2049.
El presidente Biden reiteró a Xi el compromiso de Washington con la política de «una sola China» que reconoce solo a Pekín como Estado, pero precisó que también se guiará por el Acta de Relaciones con Taiwán, mediante la cual EEUU suministra equipos bélicos a la isla, lo que no gusta a Pekín, que resalta que tomará medidas si hay una posible declaración de independencia de Taipéi.
También la Unión Europea (UE), en coincidencia con Estados Unidos, considera «problemática y unilateral» la acción de China en el Estrecho de Taiwán por la reciente escalada militar contra la antigua isla de Formosa. Una tensión que se incrementa con la decisión de Lituania, un pequeño país de 2,8 millones de habitantes al este de Europa que en los últimos meses ha intensificado su relación con Taiwán al permitir abrir una embajada de facto y desafiar así al gigante asiático, degradando sus relaciones diplomáticas.
Lituania, que en los últimos años se ha convertido en un centro de referencia de la tecnología financiera, defiende su derecho a tener vínculos con Taiwán, un importante proveedor de semiconductores, láseres y otras industrias de alta tecnología, aunque dijo respetar la política de «una sola China». Aun así, Pekín retiró a su embajador de Lituania.
Y para rematar la cuestión taiwanesa, esta misma semana Joe Biden organiza una cumbre de democracias, con Taiwán como uno de los países invitados, lo que ha supuesto el enfado de Pekín, que no ha sido invitado, y tampoco Rusia, al considerarlos Washington regímenes autoritarios.
Joe Biden ha planteado un desafío en toda regla a China al invitar a una esperada cumbre de democracias a Taiwán, una isla que el régimen comunista considera irredenta y pretende anexionarse. Pekín ha reaccionado en contra de esta cumbre con Taipéi como invitada y ha dicho que cree que la Casa Blanca se ha «confundido» en unas invitaciones que no han sido extendidas tampoco ni a China ni a Rusia.
Una cumbre, en la que se reunirán 110 países, que se centra en tres temas de notoriedad como son la defensa contra el autoritarismo, la lucha contra la corrupción y la promoción del respeto a los derechos humanos.
La decisión estadounidense ha molestado mucho a Pekín e incluso tanto Rusia como China han denunciado a Washington de atribuirse el derecho a decidir qué países son democráticos y cuáles no son elegibles para tal estatus, y agregan que todo ello de una «mentalidad de la Guerra Fría».
De esta forma, China y Rusia refuerzan su colaboración para ejecutar una fuerte oposición a EEUU, a las sanciones de la UE y sobre todo para fortalecer la cooperación entre los dos países para afrontar la estrategia política de Occidente. EEUU quiere evitar que China se convierta en el primer país del mundo, el más rico y el más poderoso del mundo.
En cuanto a Ucrania, Putin no la quiere en la OTAN. Ya se lo dijo esta semana en su reunión virtual a Biden, un encuentro amistoso pero poco coincidente en sus políticas, en el que EEUU advirtió al líder ruso que tanto la UE como EEUU incrementarán su advertencia de fuertes sanciones económicas si Rusia agrede o invade Ucrania.
Rusia sabe que sus bancos podrían verse afectados por las sanciones económicas, y además EEUU prepara medidas para disuadir a Putin de usar los miles de soldados que tiene concentrados cerca de la frontera con Ucrania. O sea, unas sanciones fuertes que abarcarían a los bancos más grandes de Rusia y debilitaría la capacidad de Moscú de convertir rublos en dólares y otras monedas.
Vladimir Putin acusó a la OTAN de la actual tensión militar en torno a Ucrania, pero económicamente el país ya sufre fuertes sanciones por su invasión de Crimea, por lo que nuevas restricciones serían demoledoras para la economía rusa. De hecho, la UE tiene una lista de sanciones que incluye a 185 altos cargos o empresarios rusos y a 45 empresas. Eso sí, Europa es aún el principal mercado energético para las exportaciones de Rusia, pero cada vez se estudia más esa dependencia europea del gas ruso y ya hay otros proveedores como Noruega y Holanda.
Putin quiere mostrar al mundo su seguridad y no va a permitir perder terreno ante sus principales rivales, reforzando además la alianza geopolítica con China. Hay que tener en cuenta la actual situación mundial, sus propios intereses y sobre todo los factores que están sujetos a los condicionantes económicos entre unos países y otros.
Entre los escenarios propensos a conflictos podría ser uno de ellos Ucrania, a la que Rusia, tras anexionarse Crimea en 2014, considera un rincón de tierra que los rusos usan para controlar el mar Negro y vital para su proyección sobre la Europa del este, el Cáucaso y la península de Anatolia, una ruta comercial vital entre el continente europeo y Asia. El otro escenario sería Taiwán.