La política de Joe Biden respecto a China: Perspectivas para la relación EEUU-China
Washington. Joe Biden prometió en la conferencia de seguridad de Múnich en 2020 que su victoria supondría un retorno al escenario internacional de unos Estados Unidos comprometidos con el multilateralismo, las instituciones internacionales y sus aliados. El sucesor de Donald Trump en la Presidencia ha conformado un gabinete compuesto por bastantes veteranos de la época de Barack Obama con amplia experiencia.
La expresidenta de la Reserva Federal Janet Yellen será la secretaria de Finanzas (ministro), el exvicesecretario de Exteriores Anthony Blinken encabezará en esta ocasión el departamento, el exsecretario de Agricultura durante los dos mandatos de Obama (Tom Vilsack) repetirá en el mismo cargo, el último jefe de gabinete de Obama (Denis McDonough) será secretario de Asuntos para los Veteranos y el exsecretario de Exteriores John Kerry será enviado especial para el clima.
Biden y los demócratas han criticado con dureza las guerras comerciales desatadas por Trump. Biden no impondrá más aranceles de manera unilateral, pero no derogará los aún existentes sobre 360.000 millones de dólares (dos terceras partes) de exportaciones chinas a EEUU.
Los aliados y enemigos de EEUU que esperan que Washington se comporte como durante la presidencia de Barack Obama se equivocan. A pesar de las guerras comerciales, el déficit comercial de EEUU ha seguido ascendiendo, alcanzando 616.800 millones de dólares en 2019. Desde que China ingresó en la Organización Mundial de Comercio (OMC), en 2001, su superávit comercial con EEUU se ha multiplicado por cinco.
La capacidad de fabricar ropa, juguetes, electrodomésticos y productos electrónicos por parte de China ha sido prodigiosa, aunque la ha logrado devaluando artificialmente el yuan, obligando a los inversores extranjeros a traspasar su tecnología a sus socios chinos, robando propiedad intelectual y con prácticas de licitación y tributarias que fomentan la implantación de empresas occidentales en el gigante asiático.
En enero de 2020 China claudicó ante la presión de Washington y se selló el acuerdo de fase 1, que contempla la adquisición por parte de Pekín de 200.000 millones de dólares en exportaciones de productos industriales, agrícolas y energéticos de EEUU en 2020-2021. China asimismo se comprometió a abandonar las prácticas anticompetitivas descritas. Pero la recesión provocada por la difusión del virus de Wuhan y la consiguiente pandemia de la COVID-19 ha permitido al Partido Comunista de China darle la vuelta a la situación.
Los analistas celebran el retorno al crecimiento de la economía china, pasando por alto que en un país como China es fácil imponer cuarentenas y campañas de vacunación. China no ha efectuado las compras de productos de EEUU previstas por el tratado de fase 1.
En Europa se subestima que Pekín en 2005 lanzó una campaña muy agresiva denominada Made in China 2025 para lograr la supremacía tecnológica y económica global. Los líderes europeos trabajaron con Obama y a través de la OMC para frenar las prácticas ilegales vinculadas a Made in China: los 200.000 millones dólares en subvenciones a empresas tecnológicas chinas y el objetivo de un 70% de componentes chinos en sus productos en 2025.
Obama no dudó en vetar la adquisición de empresas estadounidenses u occidentales como Qualcomm o Aixtron por parte de capital chino mediante la normativa de CFIUS. Xi Jinping y el liderazgo comunista observan con alegría la divergencia entre Washington y Bruselas respecto a cómo enfrentarse al desafío chino. Han incrementado una campaña de infiltración en las instituciones de EEUU y robo de secretos económicos y tecnología que supera con creces lo que logró la antigua URSS durante la Guerra Fría.
El Buró Federal de Investigaciones (FBI) tiene más de 2.000 investigaciones abiertas contra empresas o individuos vinculados con el Gobierno chino por robo de tecnología. Dichas investigaciones han crecido un 1.300% en la última década, y el FBI tiene que abrir una nueva investigación por la infiltración china cada diez minutos.
Pekín, Moscú y Pyongyang han llevado a cabo o auspiciado o impulsado los mayores ciberataques y hacks del siglo XXI. El robo de la información de los 147 millones de clientes de Equifax o de 3.000 millones de cuentas de Yahoo son solo dos ejemplos.
Biden ha anunciado mano dura contra China. Incluso ha advertido que puede autorizar ciberataques contra Rusia y China. La administración Biden mantendrá la prohibición de adquirir productos elaborados en los campos de trabajo de la región de Xinjiang, donde Xi Jinping ha encerrado a un millón de uigures.
Washington tampoco ignorará el apoyo económico de China y Rusia a los regímenes de Venezuela y Corea del Norte y su pretensión de poseer todo el mar de China Meridional. Aunque Pekín modificará algunas de estas conductas, habrá poco margen para emprender iniciativas respecto a China. Los demócratas disponen de una mayoría de sólo un voto en el Senado. El segundo juicio político (impeachment) contra Trump retrasará la aprobación de los paquetes de estímulo de Biden en el Congreso.
Además, puede suceder lo mismo respecto a la adopción de su paquete de estímulo de 1,9 billones de dólares para apoyar a ciudadanos, empresas, el sector sanitario y los estados ante el coronavirus. Biden asimismo tendrá que emplear mucho capital político para conseguir la aprobación en el Congreso de su ambicioso plan de invertir 1,7 billones de dólares en la próxima década para renovar las infraestructuras y adaptarlas al cambio climático.
Deseosos de mantener sus exportaciones a Rusia y China, los líderes europeos subestiman la aspiración de supremacía económica y militar de estos dos países. Ignorando los ruegos de Biden, la Unión Europea (UE) selló un acuerdo de inversión con China en diciembre. EEUU y la UE generan una tercera parte de los intercambios comerciales y casi la mitad del PIB mundial. El stock de inversión extranjera directa de EEUU en la UE es tres veces superior al que tiene en toda Asia, y el de la UE en EEUU es más de ocho veces mayor que sus inversiones en China e India.
La magnitud de la relación económica transatlántica es muy superior a los intercambios con China. Pero los políticos europeos están socavando la relación económica transatlántica a pesar del regreso del multilateralismo a la Casa Blanca.