Miles de hongkoneses siguen desafiando a China (y II)
Madrid. También Donald Trump ha intervenido, difícil era que se mantuviera callado, sugiriendo a Xi Jinping una reunión con los manifestantes para hablar de Hong Kong, algo que sería inédito en caso de que se produjera.
«Conozco al presidente Xi de China muy bien. Es un gran líder que tiene un gran respeto de su pueblo. También es un buen hombre en los asuntos difíciles. No tengo ninguna duda de que si el presidente Xi quiere resolver el problema de Hong Kong rápida y humanamente, lo puede hacer. ¿Una reunión en persona?», señaló Trump.
Sin embargo, matizó que una posible represión violenta en Hong Kong haría «difícil» la firma del acuerdo comercial que ambos países negocian. Y explicó que «si es otra plaza Tiananmen, creo es algo muy difícil de hacer si hay violencia», advirtió Trump, refiriéndose a lo ocurrido el 4 de junio de 1989, cuando las fuerzas de seguridad chinas aplastaron la manifestación estudiantil de esa mítica plaza, una realidad que por ahora, pese a la gravedad de la situación, no parece que se produzca ya que ni China es la de ese año ni tampoco Hong Kong.
Las protestas, que comenzaron a finales de marzo de manera pacífica contra un polémico proyecto de “ley de extradición” se han convertido a la vez en una serie de disputas entre grupos de manifestantes y Policía antidisturbios y con diferentes opiniones que han chocado entre los defensores de la independencia judicial de la isla y partidarios de la soberanía china.
Lo que está claro que las protestas van a seguir hasta que no encuentren los manifestantes hongkoneses las plenas garantías democráticas que goza la antigua colonia británica y van a seguir pidiendo la dimisión de la jefa del Gobierno hongkonés, Carrie Lam.
Por ahora, los manifestantes no se han dejado amedrantar ante el acoso policial, que ya ha detenido al menos a 700 personas, ni tampoco se han asustado por una posible intervención militar, una acción por la que la comunidad internacional se echaría encima de Pekín, pero cerca de Hong Kong, a unos 45 kilómetros de la ciudad de Shenzhen, hay concentrados varios miles de soldados chinos ejercitándose militarmente.
China no ha dejado de culpar a EEUU y al Reino Unido de agitar las protestas y también ha culpado a medios occidentales, pero lo que sí está claro que la “revuelta” que se vive en la isla viene proporcionada por el rechazo a la “ley de extradición” que encadenó todas las últimas manifestaciones. Tal vez una “torpeza política” el haber aireado ahora una “ley” que podía esperar más tiempo.
Cuando China adquirió de manos británicas la isla en 1997 era otra China, con poco peso internacional y económicamente menos potente que ahora, pero el país se ha convertido mundialmente en “imprescindible” y esto juega a favor de Pekín y en contra de Hong Kong, pero mantener inalterables los acuerdos firmados con el Reino Unidos hasta 2047 sobre “un país, dos sistemas” va a costar mucho trabajo y de ahí la defensa de los hongkoneses para que sus derechos no se vean alterados.
Ni Hong Kong era lo que era en 1997, que representaba un 27 por ciento de su PIB -ahora un 3 por ciento- y ni China es la que actualmente es, es decir, la segunda economía mundial, pero la realidad que se avecina es que Pekín irá imponiendo sus tesis a lo largo de estos años y antes de que llegue el 2047 ya habrá aumentado en la isla la emigración china, tal como ha ocurrido en Xinjiang (noroeste), donde ya los uigures no son mayoría o en el propio Tíbet, donde la presencia de los chinos de la étnica han está cada vez más presente en la sociedad tibetana.
De esta forma, Hong Kong puede pasar en los próximos años de sus 7,4 millones de habitantes, de los que 1,8 son chinos del continente, a casi cuatro millones de chinos, y con ello se produciría una nueva realidad social, sobre todo en elecciones en la isla, lo que convertirá definitivamente a la antigua colonia británica en una ciudad más de China, pero, eso sí, Pekín no va a extender experimento democrático alguno fuera de la excolonia británica.