Luces y sombras de la economía japonesa en el último trimestre
Madrid. Japón mantiene por séptimo trimestre consecutivo su expansión económica, lo que no había ocurrido en el país desde principios de siglo, tal como señaló recientemente la Oficina del Gabinete nipón, con un crecimiento del 1,4 por ciento entre julio y septiembre de este año.
Sin embargo, el ritmo de la economía japonesa se ha ralentizado en comparación con el trimestre anterior, con un 0,3 por ciento de diferencia, algo que se ha podido percibir asimismo a nivel general en la trayectoria económica de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y los 35 países que la conforman.
El buen ritmo de la economía nipona se ha asociado fundamentalmente al incremento de las exportaciones en un 1,5 por ciento debido a la demanda global en alza en los últimos periodos, seguida por la inversión empresarial con un aumento del 0,2 por ciento, ya que las corporaciones han aumentado su confianza en la economía del país, asociado a unos buenos resultados en los meses recientes.
No obstante, no todo es color de rosa en la economía de la tercera potencia mundial, puesto que el consumo de los hogares cayó un 0,5 por ciento en el pasado trimestre, su primera caída desde 2015, algo que el Gobierno nipón ha achacado a las malas condiciones climáticas del pasado verano, lo que habría afectado al gasto en hostelería, viajes e industria turística.
Esto arrastra consigo la escasa inflación, de un 0,7 por ciento en septiembre, muy alejada del 2 por ciento que espera alcanzar el Banco de Japón, mientras que el primer ministro Shinzô Abe pretende llegar a dicha cifra con medidas como un previsto incremento del IVA del 8 por ciento actual al 10 por ciento en 2019, lo que parece obviar los malos resultados que tuvieron en el consumo interior el anterior incremento de 2014 del 5 por ciento al 8 por ciento que llevaron al país a la recesión.
Varios analistas consideran que esta tendencia no va a verse alterada a no ser que Abe tome medidas de reforma más fuertes que las que ha promovido hasta la fecha. El hecho de que por ejemplo la subida salarial en el país nipón sea apenas perceptible conlleva este escaso aumento, incluso descenso, del consumo en los hogares.
El primer ministro japonés pretende incentivar el consumo con otra serie de iniciativas denominadas popularmente como «Womenomics», en referencia a las «Abenomics», pero dirigidas a las mujeres, que promueven, entre otros, incentivos para las empresas que promuevan la fuerza de trabajo femenina mediante contrataciones, promociones y conciliación laboral y familiar, esta última en especial con vistas al ansiado crecimiento de la natalidad en el país.
Estas reformas económicas ya están dando sus primeros frutos, con Japón obteniendo por primera vez en la historia un mercado laboral femenino superior al de Estados Unidos, según datos de la OCDE, lo que no quita para que casi la mitad de esos puestos de trabajo sean temporales y, por lo tanto, peor pagados y con escasas posibilidades de ascenso.
De hecho, las expectativas iniciales del gobierno de Abe contemplaban llegar a una ocupación femenina del 30 por ciento en los puestos de responsabilidad y gerencia dentro de las corporaciones, pero la realidad les ha «obligado» a bajarlas al 15 por ciento en el 2015, debido fundamentalmente a un escaso crecimiento dentro de las compañías del sector privado.
Aún así, el mayor número de contrataciones ha causado que el desempleo haya descendido del 4,4 por ciento al 2,8 por ciento desde que Abe llegase al poder en 2012, situándose en mínimos históricos de los últimos 25 años, lo que algunos economistas achacan a la falta de mano de obra por el envejecimiento de la población o al auge de los citados empleos a tiempo parcial.
Por todo ello, la economía japonesa actual muestra sus luces, pero también sus sombras, con un crecimiento a ritmo lento pero constante, que sin embargo no basta para alcanzar los objetivos fijados y con el principal foco de preocupación puesto en el consumo interno del país.