La guerra comercial entre EEUU y el resto del mundo se recrudece
Madrid. EEUU había dado esta semana un paso más hacia la escalada en su guerra comercial con China al aplicar un nuevo arancel del 25% sobre una lista de más de 800 productos procedentes del “gigante asiático” relacionados con la industria aeroespacial, tecnologías de la información y la comunicación, robótica, maquinaria y automoción por valor de 34.000 millones de dólares anuales como continuación de la guerra comercial iniciada en mayo.
La respuesta de China no tardó en hacerse efectiva y las autoridades de este país aplicaron aranceles a una lista de más de 500 productos estadounidenses por un valor equivalente a 34.000 millones de dólares, entre los cuales se halla la soja, el cerdo, el acero, el güisqui y los automóviles.
Cuatro días después, Estados Unidos publicó una lista de productos que incluye el carbón, el tabaco y productos químicos y neumáticos, hasta completar un total de más de 6.000 productos chinos sujetos a un gravamen del 10% a partir de septiembre que alcanza un valor de 200.000 millones de dólares.
Esto pone de manifiesto, en primer lugar, que las medidas de apertura del régimen chino no han convencido en Washington y que la guerra comercial parece imparable.
China había anunciado el levantamiento de restricciones a la inversión extranjera en determinados sectores que debería haber entrado en vigor el próximo 28 de julio y que iba a afectar a la industria automovilística, la agricultura, las infraestructuras y la explotación minera, según anunció la Agencia de Planificación Económica China (NDRC).
Entre estas medidas se proponía permitir que las empresas extranjeras pudieran controlar hasta el 51% de las empresas participadas en sectores como la gestión de activos, el negocio de los contratos de futuros y los seguros de vida; modificaría además la propiedad de las estaciones de servicio, el comercio de cereales y las infraestructuras en el sector eléctrico y flexibilizaría las restricciones en el automóvil, la aeronáutica y la construcción naval a partir de 2021.
Tal como se están sucediendo los hechos, sin embargo, es muy improbable que esa liberalización llegue a entrar en vigor. Con la adopción de estas medidas China trataba de neutralizar las críticas de Estados Unidos y otros países occidentales que acusan a Pekín de obstaculizar el acceso de sus empresas al mercado chino.
Mientras tanto, la administración estadounidense estudia también la posibilidad de limitar las inversiones chinas en Estados Unidos, y el número de estudiantes chinos en las universidades estadounidenses.
En cuanto a las causas de esta guerra comercial iniciada por el presidente Trump, tanto la administración republicana como los demócratas coinciden en que se debe a prácticas comerciales inaceptables para los países de economías de mercado, pero los demócratas discrepan de la forma como Trump les hace frente y de que ponga al mismo nivel que a China a México, a Canadá y a los países de la Unión Europea.
En cuanto a las consecuencias para las empresas, éstas se están dejando notar a ambos lados del Pacífico.
Pekín prometió ayudar a las compañías que más sufran el impacto de estas tarifas, aunque, en lo que se refiere a los mercados financieros en China, ya se están haciendo notar los efectos negativos.
Así, el principal índice de valores de China ha experimentado una caída del 17% en lo que va de año y el yuan se ha depreciado un 3% frente al dólar. Y en este sentido, el Ministerio chino de Comercio ha advertido de que Estados Unidos está poniendo en peligro el comercio global, cuyas implicaciones pueden ser devastadoras y advierte de su intención de denunciar las acciones estadounidenses ante la Organización Mundial de Comercio (OMC) para salvaguardar el libre comercio y el multilateralismo.
Del lado estadounidense, la estrategia de Trump es ampliamente criticada por el perjuicio que puede causar en marcas de renombre como el fabricante de motocicletas Harley Davidson o la del güisqui americano Jack Daniels.
Y, en lo que se refiere a otras consecuencias negativas para la economía norteamericana, el presidente de la Cámara de Comercio de EEUU (USCC) – el mayor grupo de presión del país -, Thomas Donohue, ha pedido al gobierno que reconsidere su estrategia, en la medida en que muchos de los estados afectados le alzaron a la presidencia con sus votos y señaló que los aranceles estaban empezando a cobrarse sus víctimas entre las empresas, los trabajadores, los granjeros y los consumidores estadounidenses, ya que los mercados internacionales se cierran a los productos estadounidenses y éstos se encarecen cada vez más y algunas de estas empresas posponen sus planes de inversión debido a la incertidumbre de la política comercial, según reflejan las actas de la Reserva Federal del mes de junio.
Recientemente, la Canciller alemana, Angela Merkel y el primer ministro chino, Li Keqiang han celebrado una reunión en Berlín para participar en la quinta ronda de consultas intergubernamentales entre China y Alemania, un foro en el que buscan mejorar las relaciones comerciales entre los dos países y en el que ambos líderes se han mostrado discretos en relación a la guerra comercial iniciada por Estados Unidos de la que Alemania podría sufrir importantes consecuencias si el presidente Trump insiste en imponer aranceles a la importación de automóviles y que afectaría a los Volkswagen, BMW, Audi y Daimler que Alemania exporta a los Estados Unidos desde sus fábricas en México.
Tanto Merkel como Li han vuelto a mostrarse comprometidos con respetar las reglas de la Organización Mundial de Comercio – que en algún momento podría abandonar Estados Unidos, según el presidente norteamericano ha insinuado en alguna ocasión, aunque Wilbur Ross, su secretario de Comercio, lo ha desmentido – y han manifestado su voluntad de mantener el acuerdo con Irán, convencidos de que puede mejorarse.
Por otra parte, el presidente Trump, presente en Bruselas esta semana para participar en la cumbre de la OTAN con sus aliados, ya ha lanzado acusaciones contra Alemania, país que, en su opinión, reclama la ayuda y el apoyo de Estados Unidos en el contexto del Tratado del Atlántico Norte, mientras paga ingentes cantidades de dinero a Rusia por el gas y el petróleo que vende a Alemania y al resto de miembros de la Unión Europea.
Y esto se debe a que la estrategia estadounidense no afecta solamente a China, ya que Washington ha declarado la guerra también a la Unión Europea y a sus vecinos Canadá y México.
En el caso chino, sin embargo, la pugna va más allá de las cifras del déficit comercial (más de 300.000 millones de dólares a favor de China): en realidad está en juego la hegemonía global económica, militar y política.
No obstante, el presidente Trump ha iniciado una guerra comercial con conocimiento de causa: la economía de Estados Unidos crece de forma continua en lo que va de año, el empleo ha alcanzado cifras históricas, se ha reducido el desempleo a cotas mínimas y su objetivo de equilibrar la balanza de pagos y de hacer desaparecer el déficit de más de 500.000 millones de dólares está en marcha.
Y si, además, la desnuclearización de la península coreana continúa sin sobresaltos podemos presagiar que, si nada se vuelve en su contra, Estados Unidos y el mundo tendremos Donald Trump para largo.