Ishiba no va a dimitir y reforzará la posición de Japón en lo político, económico y defensa

El primer ministro nipón, Shigeru Ishiba (d). | 首相官邸 (PMO), Wikimedia
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Madrid. Cuando Fumio Kishida decidió irse como primer ministro de Japón por un caso de corrupción que le obligó a destituir a cuatro ministros de su gobierno en 2023, su sustituto en el cargo, Shigeru Ishiba, todavía no se cree la debacle electoral que ha sufrido en unas elecciones anticipadas por él y perdiendo su apuesta, la cual iba contaminada tras el escándalo de financiación irregular que azotó a su partido, el gubernamental Partido Liberal Democrático (PDL), que con la fuerza del partido budista de coalición Komeito, perdieron la mayoría en el Parlamento (Dieta) por primera vez desde 2009, pero Ishiba no sólo no va a dimitir sino que va a reforzar su protagonismo en lo político, económico y en defensa.

Ishiba, muy cercano a la OTAN, ha propugnado su apoyo a una alianza militar regional inspirada en la Alianza Atlántica aludiendo a la seguridad de Japón, pues, por un lado, ve preocupante la capacidad de Corea del Norte en su desarrollo y amenaza nuclear y, por otro, las relaciones Tokio y Pekín se han venido deteriorando en los últimos años, sobre todo con la cada vez mayor presencia militar en los alrededores de los territorios disputados de la región, mientras Japón reforzaba sus vínculos de seguridad con Estados Unidos y sus aliados. Una realidad que refleja preocupación también en Corea del Sur con el envío de soldados norcoreanos a la guerra de Ucrania y Rusia a cambio ayudará a Pyongyang con tecnología para sus misiles y ojivas nucleares.

«Una amenaza para la paz mundial», dice la Comisión Europea mientras para la OTAN el envío de tropas por parte de Corea del Norte para luchar junto a Rusia en la guerra de Ucrania es de suma gravedad, lo que supone refrendar lo que ya advirtió a mediados de octubre el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, en Bruselas: «Un paso más hacia la guerra mundial».

Esta situación ha supuesto que el alto representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, viaje a Seúl ante la amenaza de Corea del Norte, mientras que el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, ya ha insistido en que la presencia de militares norcoreanos en Kursk para ayudar a Rusia supone una amenaza para la seguridad. Así, el nuevo primer ministro nipón no va a desaprovechar el momento actual sobre el estado de la guerra en Ucrania para reforzar aún más la seguridad del país, que conoce muy bien dado que anteriormente desempeñó la cartera de Defensa nipona.

Y sin olvidar que Ishiba metió en su programa de Defensa en 2023 unos 300.000 millones de euros, o sea, el 2 por ciento de su PIB, basándose en las amenazas, como resalta Tokio, de China, Rusia y Corea del Norte, un espectacular rearme que rompe con su vieja tradición pacifista heredada de su derrota en la Segunda Guerra Mundial y que tiene como objetivo plantar cara a China, que no ha dejado de criticar a Japón y a EEUU. Shigeru Isiba tiene claro que su objetivo será reforzar la alianza de seguridad con Washington.

En lo político, Ishiba, de 67 años, que asumió como líder de la formación gobernante el 1 de octubre y poco después convocó a las elecciones, con un resultado que no esperaba, hizo un llamamiento a la unidad de su partido prometiendo «grandes reformas» que afecten en la financiación del partido y en la política, pero económicamente el país, la cuarta economía mundial, sufre una alta inflación que frena objetivos domésticos y obviamente pasa factura para su propio desarrollo.

En cuanto a la evolución de la tasa de inflación de referencia, aquella que descuenta los precios de los alimentos frescos, el Banco de Japón sigue esperando una subida del 2,5 % este año, aunque ha recortado al 1,9 % desde el 2,1 % la previsión para 2025 y confirmado la de 2026 en el 1,9 %, mientras la entidad bancaria ha expresado su confianza en que Japón siga creciendo «a un ritmo superior a su tasa de crecimiento potencial», y con las proyecciones macroeconómicas sin cambios en sus previsiones de crecimiento del PIB para 2024 en el 0,6 %, mejorando una décima la de 2025, hasta el 1,1 %, y reiterado la de 2026 en el 1 %.

Con todo, Ishiba pretende buscar la continuidad de su Gobierno, nombrado el 1 de octubre, y en el que no pretende introducir cambios. Para ello, necesitará un acercamiento a la oposición pero descarta formar una coalición, sino que apuesta por gobernar en minoría con apoyos puntuales desde fuera del Gabinete, negociando individualmente cada medida. De momento, el jefe de estrategia electoral del PLD, Shinjiro Koizumi, ya ha presentado su dimisión asumiendo la responsabilidad del resultado. El jefe del Ejecutivo de Tokio tendrá que hacer frente a una creciente presión para no seguir el mismo camino.

A pesar de que el PLD ha vuelto a ganar en estos comicios legislativos, pero ahora cuenta con 191 diputados frente a los 259 que tenía antes de la convocatoria electoral y no llegaría a la mayoría absoluta de 233 con su socio de coalición Komeito (24). O sea, tendrá que lidiar ante la principal fuerza de la oposición, el Partido Democrático Constitucional (PDC), con el exprimer ministro Yoshihiko Noda como candidato, que ha sabido rentabilizar el desgaste del Ejecutivo subiendo hasta 148 escaños, desde los 98 que tenía antes.

No obstante, estos resultados abren un período de gran incertidumbre política para Japón, dado que tanto el PLD de Ishiba como el PDC de Noda han manifestado su disposición a buscar eventuales alianzas que les permitan gobernar, aunque por ahora han descartado cualquier opción de hacerlo juntos. Unos resultados electores con alguna que otra variación sobre su cómputo final, que podría generar inestabilidad política mientras el país se enfrenta a vaivenes económicos y a una tensa situación de seguridad en el este de Asia.

Está claro que a los japoneses les preocupan más los problemas internos que los de fuera, pues hay inquietud que un tercio de la población nipona pueda desaparecer en 40 años, además el motor económico del país, 125 millones de habitantes, sigue perdiendo fuerza según va envejeciendo a causa de la monumental caída de la natalidad, unido a la esperanza de vida. El 29,1 % de la población tiene 65 años o más, la tasa más alta del mundo, mientras la proporción de personas de 15 a 64 años, las consideradas en edad de trabajar, únicamente representan el 59,4 %.

Y eso sí, Japón se ve obligado a solucionar las estrictas leyes de inmigración, pero la sociedad aún es bastante conservadora, nacionalista, que sigue muy marcada por herencias pasadas de aislamiento cultural. La crisis demográfica, con una población envejecida y una tasa de natalidad muy baja. Japón es un país tradicionalmente reacio a la inmigración, necesita cada vez más mano de obra extranjera para atajar sus problemas demográficos y está dando pasos para aumentar la llegada de trabajadores foráneos, en una carrera amenazada por la competencia de naciones vecinas. En Japón, el número de ancianos centenarios ya ha alcanzado a 95.119 personas. Y su índice de natalidad se estableció en 1,2, por debajo de los 2,1 niños necesarios para mantener el nivel de la población.

En definitiva, un nuevo curso político en el que Japón afronta con «expectación» los resultados de las elecciones de EEUU, mientras «no quita ojo» a todo lo que se cuece en el Asia-Pacífico y, en especial, a su vecino, la República Popular China.

Santiago Castillo

Periodista, escritor, director de AsiaNortheast.com y experto en la zona

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